‘La glándula de Ícaro’, de Anna Starobinets: lo que esconde tu zona de confort

Perturbadora, certera y precisa en sus elaboradas miradas a un futuro que podría ser dentro de poco, las letras de la escritora rusa Anna Starobinets (Moscú, 1878) tienen ese don de entretener y generar una angustia en el estómago al lector, a partes iguales. A partes iguales se disfruta y se sufre, ciertamente, con unos planteamientos que parten de la cotidianidad y que, tal vez por ello, nos tocan tan de cerca. Ahora, con motivo de su reciente recopilatorio La Glándula de Ícaro (Impedimenta, 2023), nos volvemos a acordar de ella en Cesta de Patos.

La de Starobinets no es una ciencia ficción al estilo clásico. Eso queda claro en toda su obra, en la que esta etiqueta no sigue los cánones más icónicos -nada de naves espaciales o contactos extraterrestres, por ejemplo-, sino que ahonda en aspectos más sutiles pero definitivamente más adheridos a lo que tenemos más a mano: la familia, la sociedad o la tecnología más habitual en los hogares. 

Esta concepción da para esconder lo distópico en la realidad y eso ya es en sí mismo un motivo de zozobra: lo inquietante de sus propuestas es ubicar estas diacronías en plena zona de confort del que lee y de los personajes leídos. Porque no será raro que este descubrimiento de lo nuevo lo hagamos de la mano con quienes son los protagonistas de cada historia.

Es parte del arte de una autora cuyos textos remiten, por todo ello, a una mirada reflexiva sobre nuestro entorno y el hacia dónde nos lleva la tecnología, los vicios de la sociedad y un mundo que -obviamente- no controlamos de ninguna manera y en el que somos -ellos y nosotros- meros pasajeros sin demasiado poder de decisión. A poco que uno entre en este juego que plantea la autora le sacaremos aún más partido al libro y a su filosofía.

Al margen de poner de relieve la quebradiza sensación de libertad que pensamos tener, o quizá íntimamente en relación con ella, hay otra línea de pensamiento que también atraviesa algunos de los cuentos, que es el control sobre la población. Esto es muy evidente en el texto que da nombre al libro, por ejemplo; o en el que cierra la recopilación, Spoki, que deja en el aire esa reflexión, si bien es una sombra que se extiende de diferentes maneras durante toda la creación literaria de la rusa.

Otro nexo entre las obras, antes de repasar el contenido de ‘La glándula de Ícaro’: los finales formalmente abiertos que, no obstante, vuelven a hacer un llamado a nuestros temores más profundos. Porque si hay algo que los equipara es esa amargura e incluso el terror velado de las conclusiones que no hacen falta ser dichas. Pongamos, sin entrar en revelaciones de argumento innecesarias, que eso sucede muy especialmente, y de forma muy impactante, precisamente en el primer relato, sin ir más lejos.

***

Ahora sí, vamos a ello. En esta historia, ese orgánulo es el gran protagonista. Se trata de una especie de vesícula cuya extirpación se recomienda a todos los hombres. Se consigue con ello menores vaivenes hormonales y de comportamientos, lo que a su vez repercute, entre otras cosas, en una vida más estable en el matrimonio o en una mayor docilidad social. Los protagonistas de la historia son una familia que se resiste a hacerse la operación, tanto un marido que, sin esta práctica, va de picaflor por el mundo; y un hijo adolescente que también se rebela ante la idea cada vez que planea sobre su cabeza. Y no es fácil resistirse: todo y todos parecen empujar a hacerse esta operación, en una suerte de ejercicio de presión social al que resulta casi imposible resistirse por un motivo o por otro. El cómo lidian con eso estos personajes da para lo dicho, para un muy buen relato distópico y un final bastante impactante.

Siti’ es una ciudad pero también una especie de sueño idealizado para quien no puede vivir en ella. Y eso no es cualquier cosa porque los requisitos para entrar son estrictos, más aún para otorgar un permiso de residencia que permita prolongar sine die la estancia. Siti es un sitio donde todo el mundo es presuntamente feliz, donde todo es perfecto, en apariencia. Siti podría ser cualquiera de esos lugares dictatoriales en el que salirse del carril resulta sospechoso. Bien, esta historia es la de una locura opresiva que afecta a un joven escritor becado para elaborar un trabajo en el que esta Siti sea la gran protagonista. Y lo que parece un sueño cumplido se transforma en una pesadilla de la que será muy difícil escapar, física y mentalmente. Muy perturbadora.

‘El Lazarillo’ es el relato más alejado por temática y características del resto. No me convenció demasiado, por mucho que el punto de partida pareciera interesante y augurara un desarrollo más conveniente: un guionista que es citado con unos clientes a una reunión nocturna que pronto pierde todo viso de normalidad. Algo más de fantasía y de terror psicológico que el resto, sin muchos alardes.

‘La Frontera’ plantea una compañía de viajes que ofrece opciones muy peculiares: poder viajar en tren al pasado o en avión al futuro. La familia que protagoniza el relato, por ejemplo, planea viajar a la prehistoria para ‘visitar’ a los neandertales. Se trata de un viaje en el que los turistas no pueden interactuar con nada, como sabremos de infinidad de momentos vistos en otras obras. Sucede que el padre, sin embargo, quebró las reglas al visitar a su mujer cuando era joven. De hecho, regresar repetidamente a quel momento de (re)enamoramiento es una especie de terapia para él e incluso un argumento para descolgarse de sus familiares en ese viaje a nuestros antepasados. Lo que no sabe, sin embargo, es que sus actos tendrán consecuencias. Nada gratas.

‘Delicados pastos’ es uno de los relatos más perturbadores del libro porque, si bien plantea una posibilidad que pueda resultar lejana, e incluso que hemos visto o leído en otros lugares, no deja de dejarnos un poco del revés en su resolución final. Pongamos que se narra cómo, en el contexto que describe el relato, se ha conseguido vencer a la muerte, en cierto modo, a través del salvado digital de la conciencia. Al morir la persona, o el cuerpo, mejor dicho, los datos almacenados se descargan nuevamente en un nuevo cuerpo que el finado habrá comprado previamente. Que exista la tecnología, obviamente, no implica que sea un proceso sencillo ni mucho menos barato, por lo que son únicamente aquellos que tiene mucho dinero los que se pueden costear una ‘reencarnación’ ideal, esto es, en un cuerpo sano, joven y que anticipe una nueva existencia sana y prolongada.

Sucede, no obstante, que para la pareja protagonista de este relato la economía no va tan bien y, por mucho amor que se profesen, parece que su mejor opción es volver en forma de… paloma. Lo dan por bueno: vivirán poco y en un bicho no especialmente glamuroso pero por lo menos, piensan, podrán volar juntos… una bonita historia de amor que se ve truncada por otro de los males que aqueja a la sociedad que describe Starobinets aquí: la profusión de condenas a penas de muerte que proliferan por doquier.

‘El parásito’ nos ofrece una versión terrorífica de la metamorfosis kafkiana, nuevamente con ingredientes comunes a otros cuentos del libro: los aspectos conductamentales, la presión social, la mirada por encima del hombro al que parece diferente… aquí se mezcla, no obstante, una ácida crítica a las religiones, cuyo rol en esta historia es fundamental para empatizar con los personajes ‘buenos’: un adolescente mudo que todos piensan que es directamente retrasado y que es tratado con bastante falta de escrúpulos, y otro niño, el verdadero protagonista del relato, que es objeto de experimentos inhumanos.

‘Spoki’ es el último relato. Tiene un planteamiento similar al primero y responde a todas esas características que apuntábamos en la introducción. Nuevamente nos hallamos ante algo disruptivo, en este caso la existencia -ríase usted de la PlayStation- de una videoconsola que se vende como el último grito para entretener, educar y motivar a los niños. Podría decirse que es una especie de tablet con un sistema operativo propio y aplicaciones para todo tipo de interacción con los más pequeños, desde los juegos propiamente dichos, programas educativos de todo tipo que incluyen poemarios, matemáticas, etc., pero también acompañamiento para, por ejemplo, que los menores puedan dormir bien por las noches, por ejemplo.

Nuevamente encontramos a una familia, en este caso madre e hija -el padre en principio está ausente-, en el que la madre se resiste a ceder y comprar el aparato aunque tendrá que claudicar y asistir a la forja de un vínculo emocional y pisológica de su niña con el aparato que tendrá un desarrollo que nosotros, padres de hoy en día, niños del pasado, poco o nada tendrá de inocente en relación al concepto de ‘marcianitos’ que alguna vez nos tocó de cerca. Esto es definitivamente otra cosa, mucho más madura.

***

La glándula de Ícaro es mi segundo acercamiento a Starobinets y he de reconocer que ha sido una experiencia mucho más enriquecedora que la primera, una novela llamada ‘El vivo’. Pero de acuerdo a todo eso que les comentaba acerca de lo dentro que pega esta autora en sus planteamientos, fue ahora al acordarme de aquella cuando descubrí, no sin asombro, lo que aún recordaba el mundo que planteaba. Y es que en el fondo es eso: una escritura de impacto que, disfrazada de pura sencillez y lejos de hacer loas al artificio, ‘ataca’ allí donde más duele, donde más seguros nos encontramos. Starobinets, en este sentido, es una especie de guía turística hacia un mundo que está sin estar y que pinta un futuro bastante gris y, por qué no decirlo, bastante desesperanzador también.

Deja un comentario