‘Detente, instante’, una historia del todo de la fotografía

No se prodiga mucho la Fundación Juan March en el terreno fotográfico, al menos en los últimos años, dado que sus únicas incursiones en este terreno, recuerda El Cultural, datan de los ochenta del siglo pasado. No obstante, este reencuentro con la disciplina supone una celebración y puede que, esperemos, una declaración de intenciones de cara a próximas temporadas. Nuestra esperanza no viene dada únicamente por la calurosa irrupción en la agenda de ‘Detente, instante’, sino por la temática en sí que maneja esta exposición, la de proponer al visitante un recorrido a través de toda la historia de este medio.

La tarea, aparentemente inabarcable, no ha llevado al desaliento a los comisarios de la muestra, más bien al revés. ‘Detente, instante’ sitúa al espectador ante cerca de 300 obras procedentes, a su vez, de dos colecciones privadas: la de Dietmar Siegert en Alemania y Enrique Ordóñez e Isabel Falcón en España. Entre ambas han reunido Imágenes de todo tipo, época y condición que trazan un caleidoscópico conjunto tan ecléctico como definitorio de lo que la fotografía fue, es y, por qué no, será.

La exhibición sigue una lógica cronológica en su itinerario, desde las primeras pruebas en daguerrotipo hasta la fotografía más vanguardista y abstracta que, de alguna manera, parece cerrar el círculo en la actualidad, devolviendo –si es que alguna vez se apartó de esa línea- la imagen de la cámara a la connivencia con lo pictórico.

Y es que ya desde el comienzo de la fotografía se percibe ese ‘salto’ al vacío que suponía el por entonces método experimental con la red de la relativa equiparación al arte como referencia. Si de alguna manera siempre fue el pincel ahora será también el cristal del objetivo, siendo similar en estos primeros años la mirada del que se coloca ante la escena. Es un resumen muy somero, demasiado, pero suficiente para entender por qué este mecanismo basta para reflexionar acerca de la imagen como algo tan inmediato como lo que conocemos hoy.

Esta trampa a la que parece abocada la sociedad también tendrá un reflejo en la muestra, especialmente en las últimas décadas del pasado siglo, cuando la popularización de la fotografía gracias a la introducción en el mercado de dispositivos más básicos y accesibles y revelados más económicos que, entre otros factores, pintaban una explosión del medio muy similar a la que se experimenta hoy con los smartphones.

Pero más allá de lo que supone el fenómeno de estas fotos de consumo inmediato, de usar y tirar, la exhibición invita a la reflexión acerca de lo que supusieron las cámaras en cada época. La tecnología y la mentalidad resultaron un límite muy claro para que, al menos en sus comienzos, la realidad detenida, el instante detenido, como transmite el título de la exposición, respondiera más a motivos estáticos y por razones, en la mayoría de los casos, más artísticas que otra cosa.

Hagamos un inciso en este momento para recomendar que, si pueden, y ya que aún están a tiempo, se apunten a una de las visitas guiadas que hace la Fundación. Se trata de un viaje en el tiempo algo precipitado pero más que suficiente para poner la mayoría de imágenes en su contexto y de conceder al espectador un primer acercamiento a estilos, técnicas o incluso nombres en los que merece la pena profundizar. Por esta pretensión de abarcar una visión de conjunto, la muestra no solo no quiere significar especialmente el trabajo de los grandes, algunos de los cuales hemos dado cuenta por aquí, sino que los coloca de alguna forma en el contexto de los estilos imperantes del momento.

Y esta comunión de las grandes figuras (Man Ray, Brassaï o Heinrich Kühn, entre otros) con otras estampas más o menos anónimas conforman delatan este gran anhelo de la fotografía al que alude el título de la exposición: la de capturar el instante e inmortalizarlo. Cada uno con su mirada, con su técnica y con sus medios pero con un objetivo común y que es la guía de este devenir histórico ante el que nos encontramos cara a cara en la Juan March.

La muestra se estructura en seis grandes ámbitos, que enumeramos a continuación: ‘Una nueva manera de ver el mundo’, en la que se habla de esta novedad y de cómo los temas responden a las naturalezas muertas, las ‘imágenes vivientes’ basadas en obras de arte o los paisajes, algo que permitiera las, por lo general, amplias exposiciones a las que obligaba la técnica.

El segundo capítulo responde al título de ‘Orbis pictus’, en el que la fotografía da el salto a mundos desconocidos o inexplorados (aún). Es una de las partes en las que más se acusa la evolución del medio, ya que en este conjunto de imágenes se abarcan tomas no solo de la París del siglo XIX y comienzos del XX, auténtico campo de exploración de la época, sino que se acercan y democratizan las visitas a lugares hoy turísticos pero entonces aislados, o incluso zonas exóticas y, para los cánones de la época, llenas de misticismo y leyenda, como India o el extremo oriente.

‘La ubicuidad de las imágenes’, tercer paso del itinerario, atiende a la contemplación y la vida real como campo de exploración de los fotógrafos de la época. La documentación de los escenarios más cotidianos, de las personas y de los sucesos van orientando a la fotografía definitivamente a lugares alejados de los que vio al comienzo.

‘Surrealismos’ lleva esto al extremo, ampliando las posibilidades y experimentando con formas, líneas y mensajes no siempre explícitos que, en su conjunto, conforman un nuevo lenguaje visual que invita al espectador a descifrar.

Antes mencionábamos la documentación como uno de los caminos más obvios que tomó la fotografía desde un estadio más o menos temprano. Pues bien, en ‘La densidad de lo real’ esta vertiente es clara protagonista ya que se centra en la capacidad de registrar lo que se planta ante los ojos del observador para guardarlo y mostrarlo a quienes se interesen por esos hechos. Así quedan registrados episodios históricos, personajes clave de la historia o, a una menor escala, la vida tal como es… o como la ve el fotógrafo, claro.

Por último, ‘La mirada fluye’ explora otra de las vías de la fotografía que entronca directamente con la vis artística, sobre todo a base de la abstracción. También en este ámbito se percibe la evolución de décadas en la forma en la que se adscriben los fotógrafos a esta vía que explora bien objetos abandonados, sinuosas formas que trascienden el todo o colores que se abrazan en un escorzo imposible y que llevan a la consideración del medio como una vuelta sus orígenes.

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