
No vengo a hablar aquí de mi libro sino el de un amigo: Dani Montero, periodista, jugón de pro, buceador, piloto de drones y no sé cuantas cosas friki más, algunas de las cuales compartimos y de hecho, nos han unido en los tableros de la vida. Pero hoy traeremos a colación su faceta de escritor para presentarles ‘No te haré ningún daño’ (La esfera de los libros), su primera novela de ficción. Un libro que, por una vez hace justicia al adjetivo de “trepidante” que las editoriales colocan en la solapa, como es el caso. [Lea aquí sus primeras páginas]
El libro nos invita a acompañar al inspector Lobo en la resolución de unos crímenes tan sanguinarios como peculiares, dado que hay elementos singulares y que esbozan un enigma de tamañas proporciones en las que los afectados parecen ser miembros de algunas de las familias más poderosas y adineradas de Madrid. Lugares en los que reina la opulencia son, por mor de un escurridizo asesino, conocido como ‘el del Luthier’, escenarios de crímenes truculentos y en los que subyace un trasfondo inimaginable cuando Lobo recibirá la primera llamada.

Dani (permítanme que lo tutee) se marca una trama compleja, por momentos incluso difícil de seguir porque ese ovillo que deja un cabo suelto al comienzo se transforma en un paraíso gatuno de cordeles entrecruzados. Pero en esta laberíntica puesta en escena sobresale la capacidad de que, al final, que es lo que importa, todo queda atado y bien cerradito, con una efectividad a la altura del reto que se había marcado el desarrollo de la historia. Solo se puede catalogar el conjunto como ambicioso.
No quería usar la palabra “thriller”, que es la que acompaña a “trepidante” en el resumen de la obra, pero lo cierto es que es inevitable que, al leerla, pensemos en películas o series como Seven que se ajustan al apelativo. Para el que quiera hacerse una idea aproximada de ‘No te haré ningún daño’, uno puede pensar en ese tipo de situaciones en las que el detective se ve obligado a acudir a recursos poco convencionales o a giros de pensamiento para ponerse en la piel del asesino y descifrar el peculiar lenguaje que usa, mediante simbolismos, mensajes cifrados o juegos psicológicos. Lo hemos visto una y mil veces y, tal vez por eso, una de las dificultades más obvias que puede tener el autor al afrontar una escritura de este tipo es la de ser lo suficientemente original como para atrapar al lector.

Aquí yo tenía un interés personal pero, aún así, hay argumentos que le otorga el beneplácito al libro. Por una parte por la misma historia. No tanto ya al presunto morbo de los asesinatos que se van sucediendo y cómo se describen sino por todo lo que se va desvelando a medida que avanza la lectura y que atrapa al lector, con una lectura fácil y con un medido suspense, que invita a devorar los capítulos a medida que se van sucediendo. Ahí encuentro otro punto a favor: el cómo el autor ha sabido unir el verdadero trabajo policial (fruto esto de su bagaje como buen periodista), una conspiración en la sombra más oscura y, ahora iremos a ello, a unos personajes protagonistas con una personalidad muy trabajada y que funcionan con una química excelente. Todo ello se plasma de una manera creíble y que funciona como un reloj.
A los personajes los conoces enseguida, en apariencia. Es fácil hacerse una imagen mental de lo que se describe, especialmente en el protagonista. Ese Lobo malencarado, problemático, con un instinto afinado pero con unos métodos que le colocan permanentemente en la picota. Se le describe en cierto momento como “obstinado, con poco respeto con las normas y con cierta propensión a la violencia, a zanjar las cosas a golpes llegado el momento”. Además, los fantasmas personales, claro, que es otro de los factores que más incidencia tendrán en su psicología a lo largo de la novela tanto en lo bueno como lo en lo malo: es la puerta a una vulnerabilidad que pinta una personalidad autodestructiva para la que la resolución de este caso, además, parece una suerte de alivio vital que va más allá de meter entre rejas a un asesino al uso. Por supuesto, convertirá la investigación en algo personal.
A su estela van pululando secundarios más o menos recurrentes pero es obvio que el personaje de Gabriela Salcedo está casi a la par que Lobo. Su papel, no obstante, es el de apoyar al investigador con sus conocimientos de psicología y su experiencia en criminología. Su rol es clave para aportar luz en los misterios que se suceden pero su creciente cercanía al policía también abre la puerta a otro plano, más sentimental, que también tendrá una cierta influencia.
Su cabeza se volvió a nublar.
Sintió que sus párpados pesaban de nuevo hasta cerrarse y se volvió oscuro el último atisbo de luz que le quedaba.
Laura supo que su conciencia se escapaba. Que su cuerpo se apagaba como defensa previa antes del colapso provocado por el miedo. Una reacción límite.
Al borde del desmayo, pudo escuchar unas últimas palabras. Un susurro al oído que llegó mientras una mano le acariciaba de nuevo el pelo:
«Tranquila. No te haré ningún daño».
A esas alturas, ambos sabían que aquella promesa… no era verdad.
Trepidante thriller. Pues eso.