Un pequeño gran museo: la casa del ratoncito Pérez

El museo del ratoncito Pérez pasa completamente desapercibido. Es normal. Desde siempre, la calle Arenal de Madrid es una de las más concurridas de la capital, un eje peatonal que conecta Sol con Ópera en el que abundan desde antaño los comercios porque se conectan dos de los puntos más emblemáticos y bellos de la capital.

Normal, pues, que en tan concurrido y castizo punto sea incómodo detenerse uno mucho tiempo y darse a la contemplación sin temor a ser absorbido por la marea humana, para fijarse en detalles tan nimios como el que nos ocupa. Eso fue siempre; ahora, con la profusión de obras, el objeto de esta entrada aún queda más en la indiferencia del caminante. Tampoco ayuda el cambio de los escaparates de siempre por todo tipo de tiendas de turisteo, cadenas de cafés o yogures o, cómo no, una tienda del Real Madrid, al que amamos pero joé, cómo cambian estas cosas el aspecto tradicional de la calle.

Muy ajena a este bullicio se esconde de miradas indiscretas la casa-residencia-museo del ratoncito Pérez. Que, para el que no lo conozca, si es que tal cosa puede darse, es el personaje que deja una moneda o un regalito debajo de la almohada de los niños a quienes se les ha caído un diente.

Puede pensarse que tal cosa es una leyenda pero yo mismo he comprobado la certeza del asunto. Y seguro que no soy el único; de hecho sería raro encontrar a alguien que no haya despertado con algún recuerdo bajo la almohada de la visita de este carismático roedor.

Pero a decir verdad hay muchas cosas que no sabíamos de él. Y por eso, la existencia de un museo dedicado al personaje viene a cubrir una carencia histórica que sirve para contestar muchas de las preguntas que nos hacemos. Además, se da la casualidad de que la instalación se ubica precisamente donde Pérez y familia tienen su residencia, con lo que todo queda a mano.

El lugar es mínimo. El museo consta de unas pocas salas en las que hay una pequeña introducción sobre cada una y luego algunos instantes de cierta libertad para curiosear. La visita dura en torno a media hora, incluyendo la primera habitación, en la que se proyecta un pequeño vídeo y se cuenta la historia con la que el ratón Pérez se dio a conocer y que implica al rey Alfonso XIII, cuando este era aún un niño con dientes… de leche.

El escritor Luis Coloma escribió para el pequeño monarca la historia del conocido roedor en 1902. Y aunque parece que los orígenes del ratoncito parecen hallarse mucho antes (Wikipedia mediante), desde entonces ha sido un personaje familiar en todos los hogares españoles.

Sea como sea, lo que uno descubre en este lugar es una decoración hecha con mimo, un tanto anacrónica, con una profusión de objetos que descuadran al visitante por lo poco que parecen guardar relación con el tema. Para el adulto, se trata de un doble viaje: a la magia de la infancia propia y de sus retoños, por un lado, y a la curiosidad de repasar paredes, estanterías o incluso rodapiés: existe una especie de horror vacui que, sencillamente, parece abrumador.

Para los niños, no obstante, el museo es perfecto. Es una visita corta, divertida, y que los guías hacen bastante amena dado que les invitan a implicarse, a investigar, a explorar e incluso a probar las puertas que el ratón ha ido habilitando durante estas décadas. Es verdad que no podremos verle directamente pero oiremos los quehaceres en sus aposentos, conoceremos a sus familiares o visitaremos una réplica de su despacho, donde recibe y atiende cartas de todo el planeta. El notable éxito de público que tiene la instalación delata que el interés y la vigencia del personaje sigue muy presente hoy en día, para niños y no tan niños.

En lo práctico, el museo del ratoncito Pérez no puede estar más céntrico. La entrada, además, es barata (5 euros), aunque en estos tiempos post pandemia hay que comprarla preferentemente con un sistema un tanto engorroso, reservando vía whatsapp y siguiendo las instrucciones que te dan para la franja horaria que uno quiera (y pueda). Pero oye, la ocasión lo merece: no todos los días se puede estar (casi) cara a cara con un personaje tan mítico.

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