Que me aspen si hubiera creído que un parque temático de tintes históricos iba a tener semejante éxito en España. Y menos con el nombre de Puy du Fou que, en mi opinión, no tiene mucho gancho. De hecho, usar una denominación francesa para glosar en positivo la historia de nuestro país pareciera casi una paradoja. Pero lo cierto es que, aun con estos argumentos en contra, este lugar a tiro de piedra de Toledo, tan sorprendente como extenso, te deja casi del revés por los espectáculos que ofrece.
Tiene apenas tres años de vida en los que ha lidiado con la pandemia y con sus restricciones. Por eso solo ahora, que la mascarilla parece condenada al olvido, es cuando empieza a medir su verdadero potencial como polo turístico. Y lo hace con un planteamiento muy novedoso y se podría decir que casi inédito, porque a diferencia de otros recintos de ocio, aquí no hay atracciones ni animales de exposición. A cambio, lo que ofrece es una especie de inmersión en el pasado, principalmente en la Edad Media, que empieza desde que dejas el coche en el párking y atraviesas sus puertas.

Lo primero que salta a la vista son las distancias. Se trata de un lugar muy extenso, que aprovecha la intrincada orografía próxima a la ciudad de Toledo para establecer una serie de caminos de tierra (la inmersión es completa en este punto) que van conectando las distintas zonas. Pero incluso ya desde la taquilla lo que más va a llamar la atención es el pedazo de castillo que recibe a los visitantes desde la lejanía, creado ex profeso para el parque y que, para cualquiera que anduviera despistado por la zona, pasaría por otra joya arquitectónica más de las que abundan por allí.
En realidad, el castillo es el punto más ostentoso sobre el horizonte del parque pero ni siquiera hace falta llamar a sus puertas para comenzar a disfrutar del viaje en el tiempo. A sus pies se ubica una primera zona de tiendas y de restauración que recrea un poblado medieval, la denominada ‘Puebla Real’. Todo ha sido creado al milímetro de tal modo que hasta un herrero de profesión se encarga de hacer espadas y profundizar en la técnica por la que Toledo también ha sido puesta en el mapa (y que Forjado a Fuego ya ha elevado a los prime time de medio mundo).

De la misma manera, repartidos por el parque hay otras zonas que también muestran algunos de los barrios o ubicaciones más típicas de aquellos tiempos: el Arrabal, desarrollado extramuros de las ciudades, por ejemplo; la ‘Venta de Isidro’, como un punto de parada y fonda para caminantes y viajeros; o el Askar andalusí, un campamento militar de haimas similar al de los invasores que poblaron la Península.
Pero al margen de estas zonas, el verdadero valor que ofrece Puy du Fou son sus espectáculos. He de decir que no soy un espectador de musicales y tal vez eso influya en la sensación general de haber presenciado algo más que diferente, posiblemente único. Opiniones más formadas que acompañaron mis pasos por el lugar me vienen a decir eso, más o menos.

La organización se cuida muy mucho, con razón, de no desvelar nada del desarrollo de la acción ni mucho menos de los trucos visuales, sonoros o de luz. Por eso, tampoco quisiera yo aquí destripar nada de lo que se puede ver allí: mejor vivirlo. Pero por poner las cosas en contexto, en Puy du Fou se pueden presenciar cinco espectáculos: cuatro a lo largo del día y uno nocturno. Este último, denominado ‘El sueño de Toledo’, es una apoteosis de magnitudes inéditas. Se desarrolla en un escenario inmenso, con unos decorados en los que caben, para que se hagan una idea: edificios, una iglesia o un río. Posee una grada de 6.000 espectadores, aproximadamente, y durante la obra llegan a coincidir hasta 200 actores, además de animales, etc., cifras que abruman si bien la acción sin respiro, la vida que transmite la representación y las continuas sorpresas remiten a un montaje profuso y que difícilmente dejará indiferente al espectador.
El argumento de los 70 minutos más o menos que viene a durar ‘El sueño de Toledo’ es igualmente ambicioso: se trata de abarcar los últimos 1.500 años de historia de España, desde el reinado de Recaredo hasta más allá de la llegada del ferrocarril. Se trata de un continuo de episodios que se desarrollan con un ritmo frenético y apoyados por la tecnología para y la imaginación para transformar los inmensos decorados en un espacio en el que todo -absolutamente todo- es posible.

Este es el colofón a una jornada en la que el resto de espectáculos también dejan clara la ambición de los gestores del parque por ofrecer algo diferente. Sería muy aventurado decir que el resto de obras son modestas por mucho que la comparación con ‘El sueño de Toledo’ minimice sus cifras. Y es que seguimos hablando de escenarios inmensos, de graderíos con una capacidad que se sitúa en torno a los 2.000 espectadores y en los que los guiones también se desarrollan de una manera muy original.
Dentro del castillo que domina el parque es, precisamente, donde se desarrolla ‘El último cantar’, una obra que sitúa como protagonista a ‘El Cid’, cuya vida y aventuras seguimos desde la platea de manera casi literal porque las butacas van girando alrededor de un escenario 360º en el que es posible asistir a las luchas contra los invasores musulmanes, las audiencias con los reyes o incluso verle exhalar su último suspiro en las playas de Valencia.

‘A pluma y espada’ presenta un auditorio igualmente impresionante ante un teatro de apariencia más convencional. Sin embargo, en el momento en el que empiezan a sonar los primeros acordes de la música, asistimos nuevamente a un prodigio de caracterización en la que la corrala que recibe al público va tornándose en cárcel o en barco. El protagonista aquí es Lope de Vega, tan genial en lo literario como amante de las trifulcas y la buena vida. Una biografía apasionante llena de aventuras que ahora toma vida en este espectáculo.

‘Allende la mar océana’, más que un espectáculo en sí mismo, es una experiencia. En este caso el protagonismo es para el descubrimiento de América, por lo que se ha recreado un itinerario en el que es posible seguir los pasos de Cristóbal Colón a través del océano. Lo original del asunto es que la experiencia se ha llevado a tintes épicos, con un recorrido en el que cada detalle ayuda a meterse en el tema. Pero por si no fuera suficiente, la manera en la que se revive el movimiento del oleaje o las distintas etapas del viaje, chapuzón incluido, resultan tan divertidas como interesantes.
Aquí, sin embargo, sí que me atrevería a criticar un poco que los guiones de cada escena pasan un poco desapercibidos. Al tener que ir recorriendo las estancias poco a poco es fácil perderse la narración entre la exuberancia de los detalles y el paso continuo-pero sin pausa al que obligan las visitas de este tipo. Aún así, si uno quiere detenerse y disfrutar, a fe que lo hará. El Caribe, en cualquier caso, espera a la salida.

Decía antes que en Puy du Fou no había exhibiciones de animales. Bien, esto no es del todo cierto, porque ‘Cetrería de reyes’ saca a volar a infinidad de especies por estos cielos de Toledo. Lo diferente es el enfoque respecto a otros lugares. En vez de recurrir a un tono más educativo acerca de las especies que se muestran, aquí volvemos a estar en una obra de teatro en el que el argumento principal es el encuentro entre el conde Fernán González de Castilla y Abderramán III. Ambos ponen en juego su honor a través del vuelo de sus especies fetiche para alegría de los espectadores. Es decir, las aves vienen a ser aquí unas ‘actrices’ más en la acción, las absolutas protagonistas, de hecho.

Información práctica
Y esto es Puy du Fou, a grandes rasgos. Hay algunas particularidades que está bien comentar para quien piense visitar el parque. Lo primero, creo que es acudir con la mente abierta. Es un parque diferente en el que no hay atracciones: se trata de inmersión, espectáculos y zonas más o menos de paso en las que es posible comer o comprar algún recuerdo.
Es un sitio perfecto para ir a pasar el día, incluso te puedes llevar tu propia comida, pero atentos. El sitio es muy nuevo y la organización ha plantado bastante vegetación. Sin embargo, hay que darle su tiempo y eso nos lleva a que, con el verano en ciernes, y sin mucha sombras por el camino, mejor ir con algo que te cubra. Pensando en eso, se han instalado duchas para refrescarse cuando apriete el calor, pero mejor no olvidarse ni de la gorra ni de la crema solar. Y si se quedan a ‘El sueño de Toledo’, echen una rebequita, que por la noche refresca.

Otra cuestión importante: ¿el parque es apto para niños? Sí y no. Definitivamente, yo no llevaría a mis hijos hasta que no cumplieran cinco o seis años, por lo menos. Hay una zona en la que se pueden ver animales de granja pero, en comparación con lo que ofrece el parque, el ocio para ellos es muy limitado. Es divertido y dinámico ver los espectáculos pero quizá los guiones sean incomprensibles para ellos y tal vez para los más pequeños puede hacerse un poco larga la jornada. Y para los padres, que tengan en cuenta que hay que andar bastante y por caminos de tierra.
Todas las imágenes de la entrada han sido tomadas de la web oficial de Puy du Fou España
Hola, estuve el año pasado y a mí me encantó. Me sorprendió en todo, principalmente porque fui sin saber ni de qué iba el parque, así que todo fue una sorpresa para mí, desde el primer minuto hasta el último. Mi recomendación es informarse de lo menos posible sobre los espectáculos, sacar las entradas, ir y dejarse sorprender. No va a defraudar. Muy recomendable.
Muchas gracias por el comentario!