Michael Schumacher, el ‘piloto 100%’

El piloto 100% piloto, perfeccionista, profesional, competitivo, ganador, por qué no decirlo, también un poco guarrete en pista, que menudas le hemos visto hacer. Con todo y con eso, Michael Schumacher es historia de la Fórmula Uno, con siete mundiales a su espalda pero, sobre todo, con momentos irrepetibles, polémicos, geniales, casi divinos. Son recuerdos que le equiparan con las leyendas de una competición que vive con los números como mantra pero que se alimenta de la magia y del carisma de sus nombres más afamados. Y ahí, en ese olimpo de los Fangio o de Ayrton Senna, está el alemán de Kerpen.

Netflix tira de archivo para poner en pantalla un documental sobre la vida del gran campeón alemán, en la línea con este tipo de producciones que han proliferado en los últimos años. En este caso, la película llega en un momento extraño. No tanto porque estemos en medio de una de las temporadas de la F1 más emocionantes de la historia reciente sino porque el estado de salud de Michael Schumacher es una absoluta incógnita casi ocho años después de sufrir un accidente de esquí que le provocó serios daños cerebrales.

Durante todo este tiempo, las informaciones veraces sobre el ‘Kaiser’ han venido dadas con cuentagotas, siempre de manera indirecta e imprecisa por personas que son extremadamente cercanas al núcleo familiar. El morbo y la especulación han copado cientos de artículos en este período tratando de desentrañar un sentido oculto de lo mínimo que se contaba o, casi peor, inventando directamente.

Respondiendo a si en la película se arroja luz sobre el asunto, la respuesta tiene que ser ambigua. La familia se propuso desde el primer momento extremar la privacidad. De ahí este oscurantismo sobre el asunto. Y desde luego que aquí no vamos a encontrar ni un parte médico, ni siquiera un “está de aquella manera”. Es más lo que se intuye a través de lo que se cuenta que, eso sí, esta vez sí que resultan testimonios valiosos ya que la producción cuenta con la participación de casi toda la familia y es precisamente en la última parte cuando Corinna, su mujer; y sus hijos Gina y Mick -actualmente también piloto de Fórmula 1- hablan de su relación pasada y presente con su padre.

Y en lo que dicen hay cosas llamativas. Por una parte, el esfuerzo de todos por hablar de él en presente y no en pasado que a veces les juega malas pasadas. Esté como esté, al menos sí se conoce que el piloto está en su casa familiar, se supone que con todas las atenciones médicas que necesita al alcance de su mano. Pero las palabras, los gestos, las lágrimas… frases tan elocuentes como “echo de menos a Michael todos los días”, “está con nosotros pero de otra manera”, “aquellos momentos como familia ya no están presentes, al menos no como antes” o, por citar solo algunas más, todos los condicionales “hablaríamos”, “nos entenderíamos”, “daría cualquier cosa por tener eso [hablar con su padre de F1]”… ¿se pueden sacar conclusiones? Da que pensar, al menos.

Al margen de este tema, que evidentemente sobrevuela el resto del minutado, el documental hace un repaso bastante completo de su trayectoria deportiva. Una primera parte dedicada a sus inicios, que por otra parte tienen bastante en común con Senna por aquello de los karts, si bien Schumacher no gozaba de un respaldo económico que le facilitara las cosas en esos primeros momentos. De hecho, ese factor de la precariedad monetaria se recalca en bastantes momentos para explicar el carácter responsable, el entusiasmo y la dedicación por mejorar y el infatigable esfuerzo para ayudar a poner sus coches en órbita. Me parece que, aunque breve, es una parte bastante bien narrada y con una aceptable cantidad de recursos gráficos que, personalmente, me han sorprendido.

Si vida en la Fórmula Uno ocupa casi todo el espacio. Un tipo capaz de ganar siete mundiales tiene mucho que contar. Pensemos que se ha peleado, con menor o mayor éxito, con pilotos como Senna, Prost, Mansell, Hakkinen, Villeneuve o con uno que les sonará, Fernando Alonso. Así que repasar su trayectoria es recordar buena parte de la F1 con la que creció quien escribe estas líneas en unos años en los que esto parecía algo casi clandestino.

Hay tanto que contar que aquí la narración es algo más acelerada pero aún así hay momentos estelares. Su debut, por ejemplo, su primera victoria, su paso al equipo Benetton donde con Briatore al mando deslumbra y consigue sus dos primeros campeonatos. Momentos en los que si tengo que quedarme con algo es con sus momentos con Senna. No recordaba la discusión entre ambos en la que el brasileño le cantó las cuarenta con toda la autoridad del dios que se aproxima al recién llegado. Ayrton rules siempre.

Y por supuesto, aquel fatídico fin de semana de 1994 en el que el tricampeón perdió la vida. Michael Schumacher era el piloto que iba detrás del brasileño, presionándole en cada curva en una de las pugnas tú a tú que se vieron entre ambos y que el destino nos privó de seguir disfrutando.

Su vida en Ferrari también tiene un gran peso, no es para menos. Es tal vez donde se configura su perfil ‘laboral’ de manera más clara. Se le dibuja como un tipo exigente, capaz de ser líder del equipo, de mostrarse tan exigente como cercano y de trabajar de manera incansable para devolver a la Scudería al éxito. Y no parecía sencillo, dado que llevaban casi 20 años sin ganar un título. Aún habría que seguir esperando un poco: se rozó, a veces contra todo pronóstico, pero solo cuatro años después se abrió la era legendaria en la que sumó a su zurrón cinco mundiales más, todos consecutivos.

A día de hoy, Lewis Hamilton ya ha superado casi todos sus registros pero volvemos a lo que contábamos al comienzo: obvien los números y piensen en el carisma y en la personalidad. Y será entonces cuando reconozcan en Michael Schumacher a un piloto de época que marcó una leyenda y que hoy, y da igual cuando leas esto, merece el mejor homenaje por todo lo que nos ha hecho disfrutar.

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