
El titular no es mío. Algo así titulaba un usuario de BGG su reseña de Snooker Solitaire. Y ciertamente que el clickbait implícito en esas palabras es algo que habremos pensado si lo reflexionamos un poco. Pero bien pensado, y ya que ha habido intentos de trasladar casi cualquier cosa a un juego de mesa, ¿por qué no?
De entre todas las ofertas que le llueven a uno por el asimilado Black Friday, en la que más orgulloso me siento de haber picado es en la que me ofrecía Eurosport a un precio reducido. Solo puedo decir, meses después, que mi única decepción es la de no haber encontrado tanto curling como esperaba. No obstante, también he quedado prendado de otros deportes, como es el caso que nos ocupa, el billar…
¡Puristas, ya lo sé! Esto se llama Snooker aunque es cierto que, para cualquiera que no haya nacido en el Reino Unido, no deja de ser una modalidad… de billar. Pero ojo, una que engancha, que tiene tradición, seguimiento (hegemónicamente en el mundo anglosajón), que tiene figuras carismáticas y que, a poco que vayas entendiendo algo, es bastante emocionante.

La teoría es muy simple. Pongamos que hay una mesa enorme en la que hay una bola blanca, 15 rojas y otras seis de distintos colores. El objetivo es sumar más puntos que el rival, para lo cual hay que usar la blanca para embocar el resto en un orden determinado. Mientras haya rojas sobre la mesa, esas serán el objetivo. Valen un punto, pero cada vez que se cuele una, el lanzador debe apuntar inmediatamente a otra de un color diferente y, en caso de acertarla también, suma los puntos que valga y puede seguir tirando.
Y así, en esta secuencia binaria de roja-color, roja-color, llegará el momento en el que solo queden las seis diferentes, que son las únicas que, hasta ese momento, han ido resucitando sobre la mesa. Esto cambia en la secuencia final, en la que también tienen que ser atacadas siguiendo un orden prefijado antes de su adiós definitivo: amarilla, verde, marrón, azul, rosa y negra. Esa es la teoría básica. La práctica dice, además, que mientras hay bolas rojas, especialmente si quedan muchas sobre el tapete, es muy sencillo tocar alguna. Pero a medida que la mesa se va vaciando, la bola objetivo -roja o no- puede quedar en posiciones más complicadas, lo que da lugar a la jugada -o a la situación- que da nombre al juego: snooker.
Esto se produce cuando un jugador debe ir a por una bola que no ofrece un golpe con total libertad en alguno de sus flancos. Así, el jugador que haga frente a esta situación queda obligado a buscar un apoyo en alguna banda o a algún truco como un golpeo curvo, tan espectacular como arriesgado. En estas jugadas, tanto en la generación como en la resolución de las mismas, suelen verse algunos de los momentos más interesantes de las partidas. De hecho es algo que los mejores jugadores buscan para generarle problemas al rival ya que la utilidad práctica de la cosa es que si uno no es capaz de tocar la bola objetivo, o toca otra que no debe por error, comete una falta y le regala puntos al contrario, e incluso puede tener alguna ventaja adicional como un tiro libre o una exhortación de repetir.

Esto es el snooker, a grandes rasgos. Pues bien, hay una persona que ha intentado plasmar con cartas y dados esta práctica. Y asumiendo que el tema conlleva cierta complejidad para su traslado al mundo de los juegos de mesa, lo cierto es que por lo menos hay que concederle el beneplácito de la duda: Snooker Solitaire es un print and play que funciona aceptablemente bien. [Aquí tienes los archivos para fabricarte el juego]
Para comenzar la partida se configura una cuadrícula de 20 cartas sobre la mesa: la blanca, 10 rojas, las seis de colores y tres con espacios vacíos. El punto de partida simula no tanto el primer golpe de cada turno en el juego real sino a partir del segundo, cuando la mesa está ya algo más abierta. Es una licencia que tiene todo el sentido del mundo ya que desde el primer momento el objetivo es embocar las bolas, algo que no tiene por qué suceder en los partidos reales. También hay otra abstracción necesaria en relación a las cartas con bola, y es que aunque esta aparezca en una posición fija, hay que pensar que realmente estaría en ese cuadrante, en cualquier posición, lo que posibilita hacer tiros en el juego que serían aparentemente imposibles.
También hay que imaginar las troneras tanto en cada esquina como en los centros de las bandas largas. Con todo esto, la dinámica es simple: elegir una bola objetivo y buscar su dificultad, un número que tendremos que igualar o superar con una tirada de dados. Para establecer esa cifra hay que contar los espacios que recorrería la carta de bola hasta el agujero tomando el camino más recto posible. Si en ese trayecto se topa con otra bola se suma dificultad. Si está bloqueada, más; si está en snooker, pues más aún, y así.
Adicionalmente, los tiros más complejos como esta situación de snooker también requieren que usemos tiza. Si han visto aunque sea un minuto de este deporte en televisión, verán como los jugadores frotan frenéticamente una tiza con la punta del taco para mejorar el golpeo y, circunstancialmente, para darle efectos a las bolas. En Snooker Solitaire esto también está reflejado.

La clave es que el juego nos plantea no solo un partido suelto sino un campeonato en el que nos iremos enfrentando a rivales con características y habilidades diferentes. Todos ellos tienen algún tipo de reminescencia de algún personaje real, pero eso es otro tema. En lo que nos ocupa, la mecánica de los contrarios consiste en tirar sus dados y retirar de la partida una cantidad de bolas. Siguiendo siempre la secuencia sagrada: roja-color, roja-color, etc. Cuanto mejor sea, más quitará de la mesa, más valiosa será la bola de color de la pareja y, en definitiva, más puntos sumará.
Nosotros contamos con nuestra mano y una hoja de habilidades en la que aparecen señalados dos marcadores: el de potencia y el de tiza. El primero permite rebajar la dificultad de los tiros que hagamos; el de tiza permite hacer esos lanzamientos más técnicamente difíciles a los que aludíamos. Hay posibilidad de ‘recargar’ el nivel durante la partida pero, en general, el ejercicio de racionamiento debe ser calculado porque al final siempre se echa en falta algo y lo peor no es quedarnos vendido ante el azar sino que incluso no podremos hacer lo que queramos. En caso de progresar en el torneo, eso sí, mejoraremos la tarjeta, que es una buena ayuda de cara a enfrentarse con los jugadores que nos esperan en las fases finales.
Como ocurre con el juego real, Snooker Solitaire es sencillo, en apariencia. La clave es calcular qué bola vamos a atacar pero también tener muy claro cómo se quedará la blanca de cara a los siguientes tiros. El reglamento contempla incluso reglas avanzadas con las que se pueden recrear las virguerías de los profesionales que vemos en Eurosport, como apoyos en banda, jugadas defensivas, retrocesos, etc. Una manera de creernos Judd Trump, Mark Selby o el eterno Ronnie O`Sullivan pero con cartas, dados y un poco de imaginación y, eso sí, con partidas igual de emocionantes pero mucho más rápidas.
No me gustan nada los juegos de billar pero el snooker es especial y engancha mucho :- 1