Si tiene un problema, no lo dude: Better Call Saul

De entre todas las bondades que tenía Breaking Bad, puede que la más especial de todas fuera el indudable carisma de sus personajes. La serie puede considerarse una de las referencias televisivas más obvias de la última década, y eso que por este blog tampoco acabó de conquistar el cetro de otras producciones. Pero lo que resulta indudable es que sus tipos han sobrevivido al paso del tiempo y quien más, quien menos, tiene -o tuvo- algún personaje favorito que recuerda con cariño.

Al hilo de esta pseudonostalgia se estrenó hace poco la película El Camino, basado en las peripecias de Jeese tras los sucesos del último episodio de Breaking Bad. Personalmente no me interesó demasiado, en parte por lo comentado previamente: para mi es un personaje que ni fú ni fa, lo que resultó en aburrirme de sus nuevas aventuras bastante pronto, por mucho que fuera uno de los protagonistas. No acabé la película.

Y eso que, en el momento en el que Netflix estrenó El Camino, ya llevaba vistas unas cuantas temporadas de la otra producción nacida al albor de la original: Better Call Saul.

Saul Goodman, si lo recuerdan, era el picapleitos que ayudaba a los cárteles que se relacionaban con Walter White en la serie original. Se trataba de un tipo excéntrico, un buscavidas que no dudaba en explotar cualquier vulnerabilidad del sistema para lograr sus objetivos, no siempre de la manera más limpia ni legal, paradójicamente.

El caso es que aquel abogado formaba parte de ese elenco de secundarios que se te quedan en la memoria y que difícilmente te dejan indiferente. Los productores han sabido aprovecharle y darle una serie que le pone en contexto, que amplía el universo de Breaking Bad y que constituye una manera de prolongar la sensación de estar ante uno de los productos televisivos con mayor empaque de la última década.

Lo que ofrece Better Call Saul es una línea continuista que se desarrolla en un tiempo anterior al de los hechos de BB. Se narra la vida del abogado James McGuill, su día a día y su lucha por mejorar y salir de una situación comprometida, cuanto menos, en la que la suerte siempre parece darle la espalda. Hermano de uno de los más reputados legalistas de la ciudad, siempre se ve a la sombra de su familiar y, las más de las veces, un tanto desplazado y mirado con cierto desprecio. Hay mucho de tragedia en la génesis de sus actos.

La relación entre ambos es un buen leit motiv del paso de los capítulos pero hay mucho más. El guión va construyendo el personaje que nos encontraríamos después a base de golpes continuos pero, a su lado, también retomaremos el contacto con otros nombres que nos sonarán, como el del narcotraficante Gustavo o el hombre-para-todo Mike, de apellido Ehrmantraut, uno de los coprotagonistas aquí y cuya vida, obra y milagros resultan tan fascinantes como los del abogado que le da nombre a la serie.

El trabajo del actor Bob Odenkirk es excelente. Y lo curioso, además, es que si esta serie encuentra su razón de ser en la efervescencia del papel secundario de una gran producción, también en Better Call Saul hallamos personajes de los que uno siempre querría saber algo más. Es el caso de una de las grandes sorpresas de la producción, la también abogada Kim Wexler, interpretada por Rhea Seehorn, cuya expresividad, estoicismo y voz profunda es de lo mejor de la serie.

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