Voy a intentar que esto no se convierta en un panegírico como el de Galáctica…

…pero he de confesar que inicio la escritura a los pocos minutos -café mediante- de haber finalizado ‘Breaking Bad‘ -por si no lo he dicho antes-, y tengo uno de esos días con ganas de escribir y mucho tiempo por delante. ‘Breaking Bad‘, sí, esa que va de un profesor de química al que le detectan un cáncer muy avanzado y que decide usar sus conocimientos para producir anfetamina y hacer con ello el máximo dinero posible antes de morir, para dejar lo más asentada posible a su familia que, dicho sea de paso, comienza la producción con una situación económica relativamente comprometida.
Iba a decir «hasta aquí, lo que ya saben». Pero a poco que sean seriéfilos conocerán mucho más acerca de estas cinco temporadas en las que la historia del ya icónico Walter White nos mantiene ante la pantalla. De hecho, no sé muy bien para qué escribo ni una línea porque el final de la serie llegó hace ya un par de años, en lo que supuso un nuevo punto de algo parecido a la histeria colectiva. Quizá es porque en aquel momento no participé en la misma por lo que no creo que hubiera ni punto de comparación con lo vivido con ‘Lost‘, que aquella sí que fue sonada. Pero bueno, lo mejor de esta tribuna personal y patuna es manejar el propio tempo y aunque haya llegado tarde, algún día tenía que ser. Hoy, por ejemplo. Así que agárrense y sobre todo, ¡cuidado si no la han visto! Porque igual destripo algo que no debería usted saber. Queda avisado.
Bueno, para entrar en materia. Reconozco que me daba bastante pereza e incluso estuve a punto de desistir. Me recomendaron darle un tiempo, tener paciencia con la serie. Y no le concedí ni uno ni dos ni tres episodios: dejé pasar dos temporadas -unos 20 capítulos- para formarme una opinión o, más bien, para asegurarme de que no me estaba perdiendo nada. Porque ciertamente tiene cosas muy buenas pero de ahí a considerarla una obra de arte, o hasta la mejor de la historia, me parece una exageración. No me enganchó del todo. Tiene algo que no acabó de llamarme ni de llenarme. Ante cada visionado he hecho lo impensable: he whatsapeado, he ojeado el catálogo de Ikea, he ido a hacerme la cena… y eso, ante McNulty o Jack, por poner solo dos ejemplos, hubiera sido imposible.

Y reconozco que BB tiene más cosas buenas que malas. Para empezar, el protagonista, esa especie de Ned Flanders algo santurrón pero desesperado y turbulento, me parece magistralmente interpretado, como si Bryan Cranston, el actor que lo encarna, fuera realmente él. Su inexpresividad y una personalidad mansa, fruto de una vida absolutamente plana, contrasta y remarca a medida que avanza la trama los momentos en los que alcanza su tope de tensión, en los que conocemos una vis que resulta muy alejada de lo que imaginamos de él. Benditos prejuicios. No engaña el nombre de la serie, cuya traducción libre viene a ser algo así como «volviéndose malo». El tono cómico de muchas situaciones invita al relajo, a no creer que ese mojigato al que todos pisan será capaz de hacer las cosas que las circunstancias le obligarán a hacer y que, cada vez con mayor solvencia y menos remordimientos, va llevando a cabo en una espiral que sólo puede conducir a un final dramático y violento, muy alejado de la hilaridad de los primeros tiempos. El caso es que el tipo aprende a ser un cabrón y no solo no le hace ascos sino que lo disfruta.

Y, aun con todo, no acaba de enamorarme Walter White. Es creíble, tiene carisma y es verdad que es capaz de despertar a partes iguales en el espectador unas sensaciones fluctúan sin freno entre la pena compasiva ante su aparente sufrimiento y el desprecio más absoluto por las cosas que llega a hacer. Sus actos pueden desembocar en una escena cómica, otras triste, pero siempre resultan convincentes, pese a todo. Pero qué quieren que les diga: sí, pero no. Tal vez lo que me falla es que le veo muy sobreactuado en muchos momentos: hace evidente que miente, que se sale por la tangente, que inventa, que fabula… y nadie a su alrededor parece darse cuenta (o al menos hasta muy avanzada la ficción). El caso es que, cuanto menos, tanto como respetable profesor de instituto como de capo sin escrúpulos en su alter ego Heisenberg, es comprensible que haya adquirido para el fin de los tiempos la categoría de icono.

Y eso que es una serie en el que el nivel de los personajes es muy bueno por norma general. Los diálogos van bastante más allá de la simpleza de otras series (incluso de algunas que me gustan bastante) y varían con bastante eficiencia entre registros más divertidos o los momentos de drama (dramón, más bien) que se viven. Alrededor de White hay una galería de personas con rasgos muy potentes y personalidades muy complejas que le confieren a la serie una fuerza increíble. Su hijo Walt Jr. (es el que más me ha gustado por su transparencia); su cuñado Hunk, tan políticamente incorrecto como ejemplar policía; Jesse, la ambigüedad de una mente frágil; el abogado Saul Goodman (incluso con serie propia), Gustavo, ¡Mike!, los amigos colgaos de Pinkman… incluso su cuñada Marie, que gana muchísimo en las últimas dos temporadas (no sé por qué me dio por pensar que era la adolescente de la familia de acogida de ‘Alf‘)… imagino que buena parte del éxito de la serie se debe precisamente a lo perfilados que están cada uno de los secundarios. En esto sí que la serie puede compararse a otras con extras brillantes, como ‘The Wire’, sin ir más lejos, aunque es verdad que sin la abrumadora cantidad que presentaba la serie de policías. Pero claro, eso es otra liga.
En cuanto al argumento… tampoco se le puede reprochar gran cosa porque está bien, los capítulos están hilados de forma adecuada y, aunque adolece cierta dosis de naturalidad en muchos momentos en los que aparecen/desaparecen esos secundarios ‘de relleno’, la historia se desarrolla con solvencia hacia un final que, sin ofrecer una sorpresa mayúscula, al menos ata cabos y cierra de forma efectiva las tramas que se van abriendo en los cursos anteriores. De lo mejor que se puede decir en este punto es que al menos saben retirarse a tiempo. No se sabe muy bien si es por el caos que va creando Walter con sus acciones o por qué, el guión venía complicándose de una manera que no presagiaba nada bueno. Ese final no sé si es el más adecuado o el más potente, o acaso el mejor que podría darse a la producción. Pero es digno y correcto, por mucho que los últimos minutos parezcan más algo sacado de ‘Fargo‘ o de una película de Tarantino. Y esa imagen de Walter en el suelo no pudo recordarme más al final de ‘Perdidos‘ (y no he sido el único). Solo faltaba el perro. ¿No es suficiente? Solo si cree que BB está de verdad en el Olimpo de las series.

A decir verdad no sé qué malo decir de ‘Breaking Bad’. A veces algo se atraganta y es «no, no y no»; y tampoco es el caso. La acabé de ver porque no me gusta dejar las cosas a medias y porque es entretenida y está muy bien pero ni rastro de la ansiedad por el capítulo siguiente que me han provocado otras series en el pasado. De hecho, puedo decir que la vi a un ritmo bastante elevado para quitármela pronto de encima y buscar otra cosa más estimulante (paradójico este último comentario dado el guión). Quizá esta sensación dependa de lo próximo que vea. Como sea una castaña, echaré de menos a la familia White (o a lo que quedó de ella), sin duda, pero de lo contrario no pasará de ser una más en la lista.

En lo que ‘Breaking Bad‘ me parece extraordinaria es en la fotografía. Los encuadres y los arriesgados tiros de cámara, unidos a ese ritmo lento de la propia historia e incluso por esos paisajes que invitan a la inmovilidad, casi componen una producción comiquera que, a modo de álbum de fotos va narrando una historia a la que bien se podrían poner bocadillos a los personajes para ir tirando. Los fotogramas son bastante artísticos y la iluminación aporta un juego al que se le saca bastante partido y que cobra especial importancia en momentos puntuales de la acción y en los ‘time lapses‘ que abundan. Y la música: excelente también, para completar el capítulo técnico y audiovisual.
¿Qué falla entonces? No lo sabré. Puede que la pasmosa realidad de que, por mucho que el entorno quiera guiar tu pensamiento hacia la consagración de series, libros, películas, etc. hacia una leyenda impostada, aún hallo en mí cotas de resistencia. Es tal la sobreexposición a todo tipo de material audiovisual que, definitivamente, no te puede gustar todo como si no hubiera mañana. O quizá el señor White, firmante del manual del perfecto cabrón, pagará la sensación de que, a lo mejor, ‘Breaking Bad‘ es una (muy buena) película larga que viene a ser una especie del videojuego Grand Theft Auto. Igual es frustración por el papel pasivo al que te obliga el visionado. Ya saben, lo divertido y lo importante es participar.

2 comentarios en “‘Breaking Bad’: manual del perfecto cabrón”