Hete aquí que el mismísimo diablo, sí, ese que sabe más por viejo que por diablo, decide tomarse unas vacaciones entre humanos, adquirir dotes terrenales y prestarse a que todo quede reflejado en una serie de televisión que, para no eludir lo egocéntrico del asunto, no podía llamarse de otra manera: Lucifer.

La serie es bastante entretenida, con un ritmo trepidante, al que contribuye el diabólico carisma de su protagonista, un actor, el británico Tom Ellis, que parece haber nacido para meterse en la piel del amo del infierno. Su guión le dota de un carisma ineludible, basado en un notable ingenio, una agilidad de reflejos y una sorna cautivadora, que bien le sirve para ‘captar’ a una presa femenina en cualquier situación, o para marcarse una parrafada sobre cualquier tema sin solución de continuidad. Que la serie funcione tiene mucho que ver con su buen hacer.
Y eso que la producción tiene un fondo muy manido, muy superficial. Se presenta como la típica analogía de crímenes que debe investigar una pareja de policías. En realidad, la detective es ella, Chloe Decker, encarnada por la estadounidense Lauren German, quien encuentra en Lucifer un apasionado ayudante que pretende, las más de las veces, solucionar o dar explicación a sus propios traumas a través de la resolución de los casos. Aunque aún más que eso, también está el tema de la química que envuelve a ambos desde el primer momento, como un eufemismo de ‘tensión sexual’. ¿La resolverán?
Ya decimos que la serie es un producto de entretenimiento al uso, con sus giros en las tramas, más o menos previsibles, o estructuras de capítulos que acaban de romper con las fórmulas tradicionales. Como en muchas producciones similares, que la historia funcione depende de sus personajes que, más allá de los sobresalientes de Lucifer y Chloe, se ven apoyados por un elenco que cumple y al que únicamente penaliza lo que debería ser una virtud, paradójicamente: su propia evolución, que en muchos casos resulta incoherente.

Aunque todos los personajes sufren este proceso en mayor o menor medida, es brillante la metamorfosis de Chloe quien, recogiendo el testigo de los tiempos, se muestra como una mujer que comienza con patentes inseguridades pero acaba como un ejemplo de empoderamiento, de capacidad y de personalidad. Un buen ejemplo.
El resto ya vive transformaciones menos creíbles y hasta ridículas, pero obviamente, la atención se centra en Lucifer. En parte aburrido de su ‘trabajo’ en el infierno, en parte prendado (todo lo que pueda prendarse el demonio) de la investigadora, se hace un imprescindible de los distintos casos que van afrontando como un asesor que tiene el poder (diabólico) de hipnotizar a la gente para sonsacarle información sobre los crímenes que investigan.
Ese es el hilo conductor de la serie, el más obvio. En torno al mismo hay otros que, según el momento, van acaparando más o menos interés. La línea más interesante es la batalla familiar que se tiene Lucifer con su padre (léase Dios), y a la que se van uniendo distintos miembros de la familia celestial e incluso personajes bíblicos de diversa índole, algunos con un papel muy destacado en según qué temporada.

Uno de los aspectos más peculiares del Lucifer terrenal es que, si bien es invulnerable en condiciones normales, estar al lado de Chloe le hace humano y, por tanto, expuesto a la mortalidad. Se dice que lleva cinco años entre los humanos pero sorprende la rapidez con la que pierde facultades precisamente cuando la cámara empieza a enfocarle. Mira qué casualidad.
En todo eso también se produce una crisis existencial. El combo entre perder sus poderes, sus traumas ‘familiares’, la relación con la inspectora, o el peso del papel que tiene asignado como rey del mal le llevan a cuestionarse muchas cosas y a mostrar, en ocasiones, una cara muy diferente a la que uno esperaría del demonio.

En general, uno nunca acaba del todo seguro si está ante un drama, una comedia o una historia romántica. De todo hay en sus guiones tan convencionales, cuyo principal motivo para destacar y que elijas quedarte con ella es la química que existe entre todos sus actores. Hay mucho de carisma en la serie y seguramente por ello ha sido una de estas que, tras su final anunciado, verá una resurrección en forma de quinta temporada. Con el final tan épico que cierra la cuarta quizá no hiciera falta más, pero oye, los discípulos del demonio lo agradecemos. Y si ustedes le conocen, también pensarán lo mismo.