Sense8: La gran familia

La gran familia, de cumpleaños.
La gran familia, de cumpleaños.

Casualidades, conexiones, déjà vus y ubicuidades. Y más. Sense8 viene a ser una gran familia de personajes que poco o nada tendrían en común más allá de un ¿don? que les une y les permite sentir lo que los demás sienten y compartir lo que los demás viven.

Tal circunstancia es el punto de partida de una serie en la que, en dos temporadas, se va desentrañando el misterio que envuelve a estos personajes. Todos ellos se internan en lo que viene a ser un ‘corre-que-te-pillo’ muy peculiar aunque, desgraciadamente, sin mucha tensión y con algunas escenas corales de vergüenza ajena que cortan el ritmo de la narración.

Sun. Coreana, de Seúl. El personaje más molón.
Sun. Coreana, de Seúl. El personaje más molón.

Hay cosas interesantes en el visionado, pese a todo. La mayoría de los ocho protagonistas resultan interesantes de partida y mantienen el tipo según lo que se espera de ellos. Ahora bien, a modo de reality, solo unos pocos merecen la pena de principio a fin. Mi clasificación es la siguiente, de mejor a peor: la coreana, que mola todo; el alemán, que también; Van Damme, el poli de Chicago, la india, la islandesa, el actor, y la trans.  Al africano, por cierto, apodado como el conocido actor belga, le cambian de una temporada a otra de un plumazo: el inicial molaba más, por mucho que ambos, como la mayor parte del elenco, acaben esclavos de sus corsés programáticos.

Capheus, alias Van Damme. Nairobi, Kenia.
Capheus, alias Van Damme. Nairobi, Kenia.

El caso es que la mayoría de los personajes acaban siendo realmente cansinos, intensos y plomizos. Y además, en el deplorable último episodio muchos terminan por ser una caricatura de sí mismos, presa de su innecesaria sobreactuación.

Lito, actor mexicano de éxito en películas de acción hasta que...
Lito, actor mexicano de éxito en películas de acción hasta que…

«Hay cosas interesantes en la producción», decía. Una de ellas son las historias personales, independientemente del personaje que las protagonice. Es cierto que, en algunos momentos, se estiran las tramas un poco más de la cuenta y se redunda en otras sin mucho interés, pero a medida que pasan los capítulos y la acción comienza a dominar algo más, esa parte va cediendo un poco. Y lo que hay, es una historia más bien convencional. Con gente con ‘poderes’, si se quiere decir así, con un punto de partida muy atractivo, pero que no sorprende demasiado en su ejecución; de hecho, me recordaba en bastantes momentos a Orphan Black. Si allí son clones, aquí son sensate, pero el juego de persecuciones y de gato vs. ratón es relativamente similar. Seguramente, como sucedía en Perdidos y en tantas otras series, el recurso de recurrir a lo inexplicable en ciertos momentos, y a la pura conveniencia de situaciones en otros, le bajan puntos al global.

Will, policía de Chicago. Puede que el más protagonista de todos.
Will, policía de Chicago. Puede que el más protagonista de todos.

Lo otro que me gusta, especialmente en la primera temporada, es la fotografía. Al poner en la pantalla a un personaje de cada punta del planeta, las localizaciones son espectaculares en casi todos los casos, ya que es una manera de presentarles y situarlos en su contexto. Si uno no puede o no tiene la opción de viajar a todos esos sitios será contraproducente darle al play, porque las ganas de visitar esos lugares te corroen por dentro.

Riley, de Islandia, aguantando a un baboso.
Riley, de Islandia, aguantando a un baboso.

Sense8 se canceló tras su segunda temporada. Y eso se nota porque mientras que en buena parte de la primera el avance es lentísimo, como si el guión diera para rivalizar en distancia con el de Cuéntame, en la segunda ocurre justo lo contrario: la cosa acelera, y lo hace a trompicones, de una forma muy superficial, sin nada especialmente relevante y con ese sensación (nunca mejor dicho) de que la serie ha pillado su carril, tiene una hora marcada y no puede llegar ni un minuto tarde. Y pese a todo, al capítulo de cierre, de más de dos horas, le sobra buena parte del metraje, perdido entre discursos moralistas, empalago de buenrrollismo y la orgía final. La imagen con la que se echa el telón, con un consolador usado, y el letrero de cierre «Para todos nuestros fans», dejan claro que, en ese último episodio, había una buena parte de rabia por el final precipitado.

Wolfgang, berlinés de pura cepa.
Wolfgang, berlinés de pura cepa.

Pero lo cierto es que la historia, llegados a cierto punto, tampoco daba para mucho más.  El fin prematuro de la serie fue una noticia triste para sus seguidores, que hicieron toda la presión que pudieron para ver cumplido -un poco- el sueño de ver más metraje. Eso se logró a medias con ese capítulo final que sirvió como epílogo y para cerrar tramas, aunque lo previsible del mismo ya era algo que se veía venir desde bastante antes.

Nomi, desde San Francisco.
Nomi, desde San Francisco.

En general, y pese a todo lo dicho, Sense8 se deja ver; es un producto correcto, de consumo rápido, que dejará huella tanto tiempo como esperemos antes de ponernos a otra cosa. Seguramente la historia daba para mucho más, pero no ha podido dar más. Da la impresión de que la producción gozaba de un presupuesto que se ha ido en el exceso de almíbar, en viajes por el mundo y no en lo importante, que es el correcto desarrollo de la narración. En general, en todos los capítulos hay un exceso de momentos que parecen sacados de guías de autoayuda más que de un guión solvente. Todos demasiado intensos, demasiado trascendentes para lo que la serie es en definitiva y que hacen que, de cada capítulo, al menos 15 minutos sean bastante prescindibles.

La india Kala, ciudadana de Bombay, o Mumbay.
La india Kala, ciudadana de Bombay, o Mumbay.

Uno de sus méritos, y por el cual creo que ha tenido más eco que otras series con las que pudiera competir, es que sus personajes visibilizan sin tapujos problemas derivados de los prejuicios sexuales, religiosos o raciales, y cómo logran sobreponerse a los mismos, en busca de la normalidad. Ese alegato hacia un mundo mejor sí es de aplaudir. Esta familia es un microcosmos. Muy suyo, eso sí.

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