Marte está de moda. La Luna ya nos parece poco así que la humanidad ha fijado sus miras en el planeta vecino de cara a un futuro picnic espacial, como ‘segundo primer’ paso en nuestras (modestas) aspiraciones galácticas. Supongo que, dado el interés y el avance tecnológico, ver a una persona pululando por aquel paisaje yermo es algo que nos tocará presenciar en un futuro no muy alejado. Y si no, siempre nos quedará la oportunidad de contemplar, hasta marzo, la exposición ‘Marte. La conquista de un sueño‘, en Fundación Telefónica. Que no es como ir allí pero lo pretende, modestamente.
Muy en la línea de otras muestras que aúnan lo mágico, lo onírico y lo didáctico, el planeta rojo se muestra exhuberante en todas sus facetas. Domina la científica, que para eso estamos en la carrera por su conquista. Sin embargo, el nivel es más bien escaso. Merece mucho la pena, eso sí, ver cómo se ha desarrollado su estudio. No obstante, el conocimiento de Marte es milenario y han sido muchos los que desde siglos ha quisieron acercarse con la tecnología del momento.
En ese contexto adquieren relevancia las réplicas de objetos que ayudaron a su estudio, como los primeros telescopios, dibujos de época sobre su imaginario o los compendios originales de sabiduría sobre el planeta. Hoy la información es mucho más extensa, hasta el punto de tener cartografiada buena parte de su superficie. Gracias a eso podemos, más que imaginar, ver cómo serían los futuros asentamientos humanos allí e incluso la puesta de sol que se podría admirar.
Pero la fascinación por Marte proviene casi desde sus primeras tomas en consideración. Y más allá de lo estrictamente científico, la mitología y la filosofía han vuelto la mirada recurrentemente a su contorno. Aun desde civilizaciones tan ajenas como la azteca, la romana o la india se ha relacionado a este planeta como una representación de la guerra, de la destrucción o de caos. De alguna manera son explicaciones superficiales de un hecho objetivo: junto a la Tierra, presenta o presentó condiciones para la vida; al menos sí está probado que el agua corrió por su terreno.
Ese punto rojizo del firmamento ha sido más que un elemento de estudio. Han sido muchas las obras de ciencia ficción que han tomado como referencia a sus hipotéticos habitantes como protagonistas de mil y una peripecias cinematográficas o literarias: La guerra de los mundos, por ejemplo, tiene un papel preponderante en la muestra. De hecho, el gentilicio ‘marciano’, ya lo saben, se suele usar despectivamente para otros extraterrestres. Un poco racista el tema.
A lo que vamos. Que la parte científica es ligera, didáctiva, divulgativa, ideal para niños o muy neófitos en la materia. El resto, como manifestaciones de cultura popular es entretenida, con mucho material de todo tipo, datos y detalles que, en su conjunto, redundan en que apostar a Marte ahora mismo es apostar a futuro.