Eclipse de Soluna

A minimalista, barato y bonito, pocos juegos le pueden plantar cara a Soluna, un pequeño rompecabezas para dos que vio la luz en 2012 y que firma uno de los más afamados y prolíficos diseñadores, Bruno Faidutti, a quien seguramente conozcan de Ciudadelas, entre muchos otros.

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Soluna se buscó su sitio en el escalón más bajo de la escala jugona, los que levantan unas décimas del peso mínimo de profundidad y que, por sus componentes, resultan casi más un objeto de decoración que un entretenimiento a tener en cuenta. Sin embargo tiene algún detalle que, al menos, puede hacer que le deis una oportunidad.

Los materiales son escasos: 12 círculos de madera en los que cada cara tiene un sol, una luna, unas estrellas o una estrella fugaz; además, vienen nueve estrellas de madera -siete según el manual-, que sólo sirven para contar las victorias de cada jugador.

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El mecanismo es casi inexistente. Sólo hay que colocar los círculos sobre la mesa al azar al principio para tener una configuración inédita de partida. El objetivo es dejar al rival sin movimientos. Y eso se consigue tras unos cinco minutos de ir buscando cómo construir torres a base de montar unas piezas encima de otras.

Hay únicamente dos detalles a tener en cuenta. La primera es que cada ficha sólo puede subirse encima de otra que tenga la misma altura o, sin mirar este detalle, de alguna torre con la que comparta el símbolo que se ve. Y ya. Esto es el juego. Cada jugador va subiendo unas encima de otras con la idea de agotar los movimientos en un proceso que se acaba haciendo tan rápido como cansino.

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Y es que las sensaciones son reguleras. Existen dos partes muy diferenciadas. El final es interesante y ahí sí que tienes que pensar algo, aunque puede que las opciones en ese punto no sean lo que se dice un reto mayúsculo. Pero el comienzo es algo un tanto ridículo porque es tan abierto que pararse a pensar de verdad con todo por decidir es absurdo y es fácil hacerlo casi sin mirar y a piñón fijo. Se puede decir que el momento de mayor disfrute se limita a un par de turnos mediado el asunto, esto es, a un par de minutos.

Algún valiente incluso ideó una variante para jugar en solitario pero en fin, ya me entendéis…

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Por supuesto, que haya estrellas, coches o lentejas da absolutamente igual. Es pura abstracción. De hecho, para Soluna Faidutti autoplagió el mismo diseño que había puesto a la venta casi una década antes, que se llamaba Babylon y que ponía sobre la mesa losetas que simbolizaban piedras de colores. El francés se limitó en 2012 a poner en liza un lavado de cara excepcional, con una caja mínima y preciosa, unas fichas de madera más que consistentes y una impresión de los símbolos en dorado y plata que estos viejos ojos no habían visto aún en ningún juego previamente. Lamentablemente, fallaba lo más importante.

Visto que no parece que sea fácil de encontrar hoy en día ya, lo cierto es que si aún así tienen ganas de darle un tiento, fabríquenselo por su cuenta. Total, ya lo robaron una vez. Lo que está claro es que Faidutti también ha renunciado ya a darle otra vuelta a la dinámica y ha decidido ir más allá de soles, estrellas y pamplinas.

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