A veces la casualidad te da una palmadita en la espalda con la que te viene a decir «eres el cliente un millón». Del qué, no lo sabré yo nunca. Pero el premio me lo llevé igual. Dicha esta pamplina diré que, por una cuestión del destino, fui a parar al Bulevar Salvador Allende de Alcobendas, donde desde el pasado mayo, y hasta el 2 de noviembre, se exponen más de 30 trabajos del fotógrafo almeriense José María Mellado (1966).
La cuestión para mi no es baladí. Mellado es uno de los gurús de la fotografía con los que más he aprendido. Aún recuerdo comprar su libro ‘Fotografía digital de alta calidad‘. En el mismo, ofrecía un método de retoque y mejora de imágenes a través principalmente de Camera Raw y Photoshop. Su propuesta, simplificando el proceso enormemente, venía a defender un sistema de contraste por zonas en las imágenes para potenciar la información captada por el sensor de la cámara. La idea es muy buena. Ya que las cámaras de hace unos años (qué no decir de las actuales) son capaces de recoger una información que a veces se pierde o no se usa en el resultado final, ¿por qué no aprovecharla para que cada parte o elemento de la toma luzcan por sí mismos?
Este mecanismo, eso sí, tiene sus detractores. Y es que el resultado crea en muchas ocasiones un resultado dramático, un punto exagerado en ocasiones y que puede, por qué no, decirse un punto irreal. Sin embargo, y por mucho que la cuestión tenga una base ‘matemática’ (aprovechar los datos en bruto de la toma), es un arma excelente para aproximar lo que vemos en pantalla a lo que vimos con los ojos en su momento. Por eso, y en mi nivel más que básico, esta forma de entender la fotografía es preponderante en mis álbumes.
Por eso, el impacto de contemplar sus imágenes a tal tamaño y en plena vía pública fue una más que grata sorpresa. Vaya por delante que paseo por la exposición en un día soleado y caluroso. Se trata de un contraste con la mayoría de estampas, tomadas en muy diversos puntos del planeta pero con una característica en común: el cielo, cuanto más gris y tormentoso, mejor; y si el suelo está mojado y brilla, fetén. Y es que parte del dramatismo de la fotografía de Mellado parte de escenas muy potentes en lo simbólico pero con unas condiciones atmosféricas determinadas y un aparente halo de decadencia y de soledad que, de alguna manera, piden una interpretación que las potencie de cara a miradas futuras.
Y ahí es donde entra en juego su método. En esta avenida de Alcobendas se muestran 31 obras. Se trata de una pequeña selección de proyectos como ‘Paisaje: El eterno retorno’, ‘Closer’ o ‘El silencio de la luz‘ que recorren zonas tan variopintas como Colombia, Cuba, Asturias o Escocia, en las que abundan los cielos plomizos o los verdes brillantes. Por supuesto hay un mensaje en los objetos. A veces son coches escondidos en la maleza; en otros casas que surgen en la tempestad como solitarios centinelas de la nada. O las señales de tráfico en ninguna parte casi como broma macabra; o paneles de publicidad que solo anuncian vacío.
Son algunos ejemplos de una forma de hacer que me apasiona. Suele decirse que un mago no enseña lo que hay tras sus trucos. Y puede que la fotografía resulte un campo similar, en el que el resultado manda y poco o nada se sabe a veces del cómo. En esto hay que aplaudir la labor de divulgación del autor. Yo le conocí en la serie ‘Fotografía digital de alta calidad‘ dedicado -ya ha llovido- al Phostoshop CS2 cuya portada, por cierto, presenta una de las fotos expuestas en Alcobendas.
Tanto en sus páginas como en las del dedicado a CS4, que también lo adquirí en su momento, explica pormenorizadamente su flujo de trabajo y parte de los trucos que utiliza para mejorar las fotografías. La saga ha continuado con las nuevas versiones de programas de retoque pero aún así, incluso el libro más antiguo me sigue resultando útil. Por mucho que en la trasera vengan frases que se pueden leer en muchos manuales, de verdad que estas son obras de consulta en las que, más allá de ese retoque zonal, hay un sinfín de técnicas que pueden sacar de un apuro en un sinfín de situaciones. Es un tratado puramente práctico, bien explicado y con ejemplos muy fáciles de seguir y que, a poco que uno se sienta próximo a esta manera de presentar tu trabajo, acaba enamorándote. Algo parecido a sentirse el ganador del premio al «cliente un millón» (de lo que sea). Este es un ejemplo propio de lo que se puede conseguir: