Juegos, un unboxing y un rinoceronte con poderes

Pues sí, habrá que ir pensando en ampliar el local o, acaso, encontrar la manera de estirar las horas. Una noche más (con su correspondiente madrugada), Cuarto de Juegos acogió una memorable quedada lúdica en la que hubo de todo y todo bueno: desde carreras de rallys, lucha contra primigenios, robots programables y unas cuantas partidas a juegos de esos en los que tener uñas ya supone una buena ventaja…

El menú incluyó (¡aparte de pizza!):

– Russian Railroads: Uno duro para empezar. Colocación de trabajadores y optimización de recursos siempre enfocados en lograr los mejores combos posibles para puntuar lo máximo posible tras cada turno, cosa que tal vez suponga la mayor complicación del juego. La primera partida no da para pensar en la mejor estrategia posible pero sí para hacerse una idea de la profundidad y de unas mecánicas que, si bien es cierto que no sorprenderán a nadie, están muy bien engrasadas y obligan a una concentración constante sobre lo que va ocurriendo en el tablero. Además, va sobre trenes, ¿qué más puede pedir uno?

Russian Railroads: impresionante aspecto
Russian Railroads: impresionante aspecto

Esta semana precisamente supimos de la próxima salida en la feria de Essen de la primera expansión para el juego, que se llama ‘German Railroads‘ y que, entre otras novedades, ofrece una variante oficial para jugar en solitario. Como juego, aunque no tengan mucho que ver, me recordó a ‘Alta Tensión‘, pero tampoco me hagan mucho caso.

– Camel Cup: Qué mejor para relajarse que contemplando las primeras carreras del día, en este caso de camellos. Se trata, más que de una especie de Fórmula 1 con jorobas, de un juego de apuestas en el que gana el que amase una mayor fortuna al término de la competición. Las zancadillas, el faroleo y las risas están aseguradas y compensan el descontrol de un juego sencillo sin más pretensión que pasar un buen rato. Y lo consigue, sin duda.

02– Ricochet Robots: Fueron aparecer estos robots gorditos en la tienda y hacerse el silencio. Es un juego que me encanta y del que nunca me aburro. Cuando hay gente novata en torno al tablero me gusta ver cómo lo que al principio parece para ellos un galimatías sin sentido… al final sigue siéndolo, vale, pero mucho menos y casi el 100% aplaude que un mecanismo tan simple atrape tanto. Aunque eso sí, la cabeza puede echar humo pero siempre queremos más.

– Rallyman: Y si el Ricochet me gusta, Rallyman es una de las joyas de la corona. Jugamos cinco personas un par de tramos cortos y pisando nieve solo al final del segundo. Y aun en una versión ligera de lo que puede ser, hallamos la emoción y el riesgo de siempre, además de muchas risas… excepto para los que empotramos el coche un par de veces, que eso ya no hace ninguna gracia.

Rallyman: ojo al adelantamiento de riesgo en cabeza
Rallyman: ojo al adelantamiento de riesgo en cabeza
Un rinoceronte en un edificio a punto...
Un rinoceronte en un edificio a punto…

– Super Rhino! Para mi, la gran sorpresa de la noche. Y mira que hay juegos en la ludoteca serios y profundos pero fue de esta pequeña caja amarilla pensada para niños de la que salió un divertimento de pocos minutos que nos tuvo pegados un buen rato a la mesa. La cosa consiste en ir construyendo en equilibrio una torre con cartas. Las hay de dos tipos: las de tejado, que marcan cómo colocar los muros del siguiente piso y las de pared, que hay que doblar para que sujeten mejor la superior. Y, como colofón, una figurita de un rinoceronte vestido de superhéroe que algunas cartas te obligan a mover de un piso a otro. Gana el que se queda sin cartas de tejado aunque eso en nuestro caso no ocurrió nunca: todos fuimos unos arquitectos manazas que echamos el edificio abajo y, al rinoceronte, a volar.

– Gloobz y Dobble: Para cerrar, partidas a dos simpáticos ‘party’ de agilidad visual y ‘manual’. En el primero, más cercano al Fantasma Blitz, había que jugar con cantidades y colores para correr por unas figuritas de goma e ir sumando puntos. El ‘Dobble‘, original ya desde el mismo empaquetado con las cartas circulares, ofrece varios minijuegos que comparten una premisa: descubir, de entre todos los símbolos y dibujos que aparecen en cada naipe, cuál es el único que se repite de una carta a otra. Una tarea tan frenética como divertida.

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Eso fue mi menú, pero con más de diez personas tan o más locas que yo por probar de todo, hubo mucho más en la otra mesa. Lo único que compartimos todos fueron las pizzas y el ‘unboxing’ de una caja de conchas Codan. Había que reponer fuerzas…

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