Fundación: o cómo elegir el mal menor

Tenía muchas ideas en la cabeza para escribir este post a medida que leía las novelas y de repente, llego aquí y me encuentro con vértigo ante el blanco.

Empecemos por ahí: por el vacío, por la inmensidad.

Fundación‘, el libro, el ‘ciclo de’ o la saga, llámese como se quiera, es una mirada a un universo infinito e inimaginable expresado en unas dimensiones que solo una mente lúcida como la de Isaac Asimov puede concebir. Un universo que es aparentemente estático visto desde los parámetros humanos pero que revela un dinamismo inmenso al usar otras unidades de medida.

Una vista de la Galaxia
Una vista de la Galaxia

Es una obra que abarca cientos de años y decenas de generaciones. Lo suficiente como para ser testigos del devenir de la galaxia, partiendo de un sistema imperial estable social y políticamente que, pese a su aparente fortaleza, comienza a denotar señales de un cierto desgaste y un inminente e inevitable declive. Notar estas sutilezas no es algo obvio y por eso, cuando un matemático de un mundo muy alejado del planeta central ofrece una conferencia en la que afirma que una técnica creada por él llamada ‘psicohistoria’ puede predecir analíticamente el futuro para evitar o paliar esta destrucción, el asunto comienza a llamar la atención y a poner en primera línea el presunto comienzo del fin.

Su teoría, que en ese momento no es más que una idea muy alejada de un uso práctico, se basa en afinar la probabilidad de lo que sucederá traduciendo a ecuaciones todo el conocimiento histórico acumulado. Con dos premisas: una, que es tanto más fiable en tanto en cuanto participe más gente, porque el efecto de los actos individuales es despreciable en este ámbito; dos, que esa población no debe saber que está ‘vigilada’ por un plan maestro. Sobre la primera, la ecuación es perfecta, ya que sus fórmulas afectan a toda la galaxia, una muestra insuperable. Y para lo segundo…

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Conocemos a Hari Seldon en el primer libro de la trilogía original, que responde al título de ‘Fundación‘ (1951). Aunque su presencia física en la historia es casi nula (tengan en mente la escala temporal), Seldon es el gran eje transversal de la colección. A medio camino entre la leyenda científica y la deidad, su protagonismo es constante y su psicohistoria es la que conducirá realmente los hechos que guían la narración, aunque pocos sepan realmente de qué va la cosa.

El matemático parte de esa seguridad en que el Imperio no se sustentará en pie mucho más tiempo. La desintegración del mismo podrá durar aún varios siglos pero lo peor es que, tras este período, la humanidad entrará en una etapa de barbarie, anarquía y caos que se extenderá durante milenios (30.000 años, augura) antes de que pueda volver a instaurarse un período de estabilidad como el que se conoció años atrás. Así pues, en base a sus predicciones, gesta ‘el plan’; ‘su’ plan, que busca reducir al mínimo -léase mil años- el tiempo de anarquía. Del mal, el menos.

Trántor, planeta-capital del Imperio: 40.000 millones de habitantes
Trántor, planeta-capital del Imperio: 40.000 millones de habitantes

Anticipándose a estos siglos de penuria Seldon y su equipo establecen en puntos extremos y opuestos de la galaxia dos grupos de gente específicamente seleccionada para constiuir el núcleo a partir del cual construir un segundo imperio. La distancia hasta Trántor, sede del Gobierno y núcleo del poder, les permitirá desarrollarse de una manera más o menos libre e independiente. Porque, y aquí entra en juego la segunda premisa de su psicohistoria, los ‘participantes’ no deben saber de antemano qué actitud tomar ante las crisis que vayan surgiendo. Es algo perverso, si se quiere, eso de defender algo sin saber realmente qué se está defendiendo y no es extraño que, al menos durante buena parte de la trilogía original, los miembros de la Fundación sean algo así como entidades religiosas. La tutela sobre sus actos es nula por imperativo de la misma genética de la psicohistoria.

La fe, en este caso, es la ciencia. Y es que a medida que el imperio se deteriora, sufre la tecnología, la investigación y crece la barbarie. Por eso en el plan de Seldon, la idea fue la de aislar en su Fundación (hablamos de la primera) a un grupo de científicos destinados a compilar, mantener y salvaguardar todo el conocimiento en una suerte de enciclopedia y, en sentido más práctico, a conservar y evolucionar, en la medida de lo posible, la tecnología, algo que en principio debería ayudarles a sobrevivir primero y crecer después en su camino hacia el gran objetivo. Es un punto de partida. Ante ellos, el infinito… y los restos del Imperio.

Si uno olvida por un momento que es una obra de ciencia-ficción, la saga no deja de ser una crónica de la vida y muerte  de los grandes imperios de la Humanidad. La gloria del momento se percibe como lo inmortal pero el tiempo acaba por deteriorar el esplendor alcanzado y el brillo languidece, lentamente, hacia lo decrépito. A veces incluso choca contra otra potencia emergente. Algo así sucede en el segundo libro, ‘Fundación e Imperio‘ (1952), en el que los papeles comienzan a invertirse: la Fundación ya es un organismo al alza aunque el moribundo imperio se resista a morir.

Segunda Fundación‘ (1953), tercer libro, narra los nuevos retos para la consolidación del plan Seldon al aparecer una anormalidad no prevista en sus ecuaciones que amenaza el buen curso de los acontecimientos. Es la oportunidad precisa para que ese segundo grupo, que ha permanecido oculto, varíe su política y cobre mayor protagonismo en la pelea contra El Mulo, un enemigo que tal vez, junto al propio matemático, es una de las personalidades más fascinantes que conoceremos.

Asimov y su universo
Asimov y su universo

Estos tres tomos formaron la trilogía original, si bien el catálogo se extendió posteriormente hasta los 15 títulos, el último de los cuales publicado en 1993, un año después de la muerte de Asimov. Además, hay infinidad de relatos ambientados en este peculiar universo aprovechando la extensión del imperio para centrarse en mundos exteriores, personajes secundarios o tramas paralelas. Tal profusión de lecturas y líneas argumentales y, sobre todo, de fechas de publicación, han hecho que muchos de los que nos hayamos acercado a estas historias nos hayamos visto algo perdidos a la hora de encararlos. ¿Por dónde empezar?

En mi caso fui a lo fácil: a la trilogía original. Posteriormente abordé ‘Los límites de la Fundación‘ (1982) y ‘Fundación y Tierra‘ (1983). Ambos narran una búsqueda del planeta ‘Tierra‘, el que las leyendas dicen que fue el primero en el que surgió la vida y desde ahí, la exploración espacial, algo que pocos conocen y que casi nadie cree. Con 25 millones de mundos habitados y 20.000 años después de las primeras colonizaciones, esto que pisamos es poco menos que un mito para la historia de la galaxia, y por eso la búsqueda no solo parece una empresa imposible sino una aventura excéntrica, apasionante y, a veces, desesperanzadora. Aún así el tono de los libros es más dinámico. Hay más viajes, más exploración, más acción y en general da la sensación de que sus personajes, al menos los principales, tienen una notable profundidad. Golan Trevize, por ejemplo, posee un carisma innegable y puede que sea uno de los más versionables en una hipotética película o serie. Es verdad que decae un poco la importancia del plan Seldon en favor de las nuevas fuerzas vivas que se muestran y que acabarán decidiendo el futuro, con una sorpresa final que supone un broche más que brillante a una saga que, con razón, debe ser tratada con un respeto reverencial.

Aunque estos fuegos artificiales cerraron el círculo, Asimov escribió otras dos novelas cuya acción se sitúa antes de los acontecimientos que se narran en ‘Fundación‘. Se trata de ‘Preludio a la Fundación‘ (1988) y ‘Hacia la Fundación‘ (1993). Profundizan en la vida del matemático que originó todo, Hari Seldon. Puede considerarse algo así como una hagiografía del personaje más importante que, sin embargo y por paradójico que resultara, apenas tenía un par de líneas ‘en vivo’. Y descubrimos a un ser bello, bueno, altruista, un hombre éticamente intachable, inocente y muy confiado del resto de los humanos. Su evolución durante estas páginas está muy conseguida y ciertamente se trata de alguien muy especial; muy humano y muy especial.

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Además, volver a estos títulos después de conocer el final, siguiendo una línea cronológica de escritura, creo que permite disfrutar más de estos. Quizá de otra manera hubiéramos perdido detalles o incluso la vida del matemático no nos hubiera importado tanto. Definitivamente, leer cientos de páginas en las que lo poco o nada que se sabe de Seldon responde casi al misticismo, provoca el deseo de profundizar más en su existencia, sus porqués y sus peripecias, una suerte de Quijote galáctico que verdaderamente te atrapa y agradece el interés con guiños a lo que sucedería cientos de años más tarde.

El universo que pinta ‘Fundación‘, por otra parte, es verdaderamente curioso. Había leído antes de ponerme con su lectura que lo más tecnológico que había, al menos en el primer libro, era una calculadora. En realidad eso no es así, ni mucho menos, aunque es cierto que, para que la historia se inicie en un futuro a miles de años vista, no parece que nos encontremos en un mundo ultra-tecnologizado. Es el principal contra de leer estos libros en la actualidad, cuando fueron concebidos en los años 50. Uno se lo imagina como en la actualidad pero con mejoras sobre las mejoras pero poco o nada verdaderamente innovador. A bote pronto me vienen a la cabeza las naves gravíticas como lo más revolucionario y eso que estamos casi dejando de lado el hecho de que viajen por el espacio como si usaran el metro por cualquier ciudad. Será que al final tú mismo te sientes uno más en ese contexto, quién sabe, algo lógico porque otras de las cosas que llaman la atención, es que la galaxia, al menos, y puede que el universo, solo tenga humanos como raza inteligente.

Jonathan Nolan | Foto: RanZag /Wiki
Jonathan Nolan | Foto: RanZag /Wiki

La alusión a Golan Trevize como personaje para una producción en el cine o la televisión no era gratuita. Ya se ha dado a conocer que HBO ha fichado a Jonathan Nolan para que ponga en marcha su particular ‘plan Seldon‘ de llevar a la pequeña pantalla todo el material creado por Asimov. Las expectativas son amplias pero habrá que contener la respiración, porque el reto de plasmar en una serie un universo tan extenso y que abarca tanto tiempo, se antoja una tarea titánica. Hasta lo de mi miedo inicial al vacío del ‘folio’ en blanco parece un problema menor. De hecho, ya van unas cuantas líneas…

Lo expuesto trata de reseñar modestamente todo lo acontecido desde el noveno volumen. Sin embargo, la cronología incluye unos cuantos más anteriores que hablan de ese futuro nuestro que, en realidad, es pasado para las aventuras y desventuras de la Fundación. No los he leído aún. Lo haré y con muchas ganas porque pese al desorden con el que estoy encarando la serie, hay buena parte de ellos dedicados a los robots, tema que Asimov trató con mimo durante toda su carrera. Suyas son, de hecho, las famosas leyes de la robótica que se aplican en todo el imaginario sobre el tema y que tendrán su importancia también aquí, por mucho que el concepto de robot, como la misma existencia del planeta Tierra, sea algo desconocido y casi legendario.

3 comentarios en “Fundación: o cómo elegir el mal menor

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