
Perdonen que empiece hablando de mi libro. No durará mucho.Resulta que el pasado domingo, con el bochornoso verano madrileño llamando insistentemente a la ventana, las ganas constantes de refrescarse y el sopor del paso de las horas esbozando un horizonte de mil vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño descubrí, zapping mediante, que estaban poniendo ‘Superman II‘. Únicamente pillé el final, los últimos 20 minutos, y aunque me lo sé de memoria, fue suficiente para engancharme y querer más. Así empezó la noche de superhéroes. ¿Ven? Ya he acabado, no era para tanto.
Solo quería decir con esto que tenía ganas de algo muy friki, que entretuviera sin necesidad de estar pendiente de una trama muy compleja, de unos diálogos profundos o de unos efectos especiales de última generación. ‘Flash Gordon‘ (1980) se ajusta perfectamente a este guión y, si me apuran, resultó un complemento perfecto al pase de Superman. Ambas comparten la época y eso se nota en la manera en la que están hechas. Es cierto que Flash no tiene tanta popularidad entre el gran público pero esa inocencia en los ardides de los malos, los efectos de cartón piedra y las incongruencias que hoy en día podrían masacrar al director, conforman una película de serie B que puede considerarse más o menos de culto.
Pero, ¿de qué va ‘Flash Gordon‘? Basado en el cómic homónimo de Alex Raymond, creado en 1934, Flash (interpretado por Sam J. Jones) es un jugador de fútbol americano, con un más que envidiable pelazo rubio, que toma un avión privado junto a una mujer llamada Dale. Prometo ponerme al día con el cómic, porque así igual quedan explicados los porqués de la película. El primero, el hecho de que ambos tomen el aeroplano en medio de la nada, por ejemplo. El caso es que en pleno vuelo, la Tierra sufre el ataque del malvado emperador alienígena Ming, con lo que el aparato cae en picado y solo en el último momento el deportista, que también sabe pilotar, hace un aterrizaje de emergencia…

…en el invernadero del científico Hans Zarkov. La pareja, que ya se había hecho ojitos durante los primeros minutos (a media película van cogidos de la mano e incluso llegan a hablar de sus hijos al final), llega justo en el momento en el que el doctor intenta partir con su cohete hacia el planeta del villano, de donde sabe que viene ese ataque que está destruyendo el planeta a base de terremotos, volcanes, etc. ¡Un carácter ese Ming! Zarkov intenta obligar a su ayudante a que viaje con él, pero la irrupción de Flash y Dale le proporciona una compañía más apta en cantidad y calidad así que, convenciéndoles amablemente a punta de pistola, ya tenemos a los tres en el cohete rumbo a vaya-usted-a-saber-dónde.

El viaje acaba en el planeta Mongo (sin comentarios), justo delante del castillo del emperador. Soldados ataviados con unos trajes dignos de ‘Los mundos de Yupi‘ les escoltan a la fortaleza, donde son conducidos a la presencia de Ming. Y allí está, el malo malísimo en un entorno cuasihitleriano, una copia de Fu Manchú en la piel de Max von Sydow, con una picarona hija cañón encarnada por Ornella Muti y unos secuaces que solo una mente muy malintencionada podría ver como una copia barata de lo visto en ‘Star Wars‘.

Entre los pueblos o reinos bajo su yugo están los hombres lagarto, por ejemplo, que… bueno, mejor verlos. También están los anodinos habitantes del reino de los bosques o los hombres halcón, cuyos miembros son una especie de cruce entre los espartanos de ‘300′, los bárbaros de ‘Juego de Tronos’ y los ángeles de Victoria’s Secret (?)… bueno, esto último igual no… el caso es que la fauna que pone en liza la película es hipnótica y entrañablemente cutre. Aunque es más que obvio que la cinta no pasa el test del tiempo, es de esas cosas que hay que asumir y contemplar con los mismos ojos con los que lo vimos por primera vez siendo niños. Como esta cinta, la mencionada ‘Star Wars‘ o ‘Superman‘, entre muchas otras, hoy nos parecen risibles desde el punto de vista técnico pero seguro que, como me pasa a mi, no puedo evitar quedarme viéndola cada vez que surge la ocasión…
Pero estábamos con el rubiales, que me disperso. El caso es que después de un intento de huída y de varias afrentas chulescas por parte del héroe, a Ming se le hinchan los bigotes orientales del espacio y acaba ejecutándolo. Entretanto, va iniciando los preparativos para convertir a Dale de la concubina que pasa a ser recién capturada en esposa, mientras en otra sala intentan borrarle la mente a Zarkov. Un loco ese tío. Por supuesto, la Tierra esperando su destrucción, claro, y desde estos momentos será recurrente la visión del cronómetro que marca el tiempo que falta para que la Luna se empotre en el planeta azul. No me pregunten por qué, pero esa es la manera en la que nos extinguiremos.

Surge en ese momento la hija de Ming, ‘la Mutti‘, que desde un primer momento también le había hecho ojitos a Flash (el pelazo funciona) y que ahora tira de magia para resucitarlo y llevárselo, entre tocamientos y besuqueos (tal cual), al planeta… de su prometido que, aunque ya decimos que al final se hace bueno, cuando los ve aparecer juntos le entra un calentón de tres pares de narices porque se huele que van a tener que poner las puertas más altas solo para él, ya me entienden… y es que la niña ha tenido la brillante idea de dejar al superheroe al cuidado de su novio. Aplauso lento para la Paris Hilton de las galaxias. Así, mientras la niña vuelve a su castillo, el príncipe arbóreo Barlin intenta cargarse a Flash por todos los medios aunque, como este ya había estado muerto una vez, «casi que paso» es su mayor argumento para salir por patas del peligro.
A todo esto llegan los hombres halcón, que capturan a ambos y se los llevan a su reino donde su líder, el orondo Vultan, primero les quiere entregar a Ming, luego hace que luchen a muerte, después ya no, luego opta por quedarse al margen de la sublevación del pueblo oprimido y por último, se mira su tripita cervecera, su pelo en el pecho y dice ¡qué demonios, voy allá! Y va. Él y todos sus hermanos, con esas alas que, imaginamos, son las que tendría ‘Tobi, el niño con alas‘ hoy en día (¿por qué nadie siguió esa historia?).

Luego se desarrolla la batalla. Incruenta, claro. Y muy íntima, que se nota que no había presupuesto para muchos extras. Se ven rayos láser de colores: azules para los buenos y rojos para los malos, exactamente igual que en ‘La guerra de las galaxias‘. Explosiones. Hombres-lagarto pululando por ahí (bueno, esto no, ahí la película cojea). Los halcones van abriendo el camino para que el héroe culmine el ataque final, que no es otra cosa que empotrarse en el salón donde Ming está desposando a Dale en pomposa ceremonia. Y la cosa resulta espectacular: entrada gloriosa a través del ventanal con la puntería de ensartar al demonio con la punta del morro de la aeronave. Ming no puede más que exhalar un último suspiro mientras su anillo cae al suelo, justo antes de que una misteriosa mano lo recoja, anticipando una segunda parte que nunca se hizo… aún. Quizá no estemos preparados.
Leo que, pese a todos los pros que les cuento, la película resultó un fracaso en las salas de cine. Ni siquiera la banda sonora, firmada por Queen, ayudó a salvar las cuentas de la producción. Aunque alguna nominación para algún premio tuvo; supongo que al del mejor guión porque las perlas que hay en sus diálogos son absolutamente memorables. En la surrealista escena que les coloco arriba tienen algún ejemplo. Abajo, y para acabar, el tema estelar de una película imprescindible. ¿Os reís? Pues sabed que, si Flash no hubiera salvado al planeta, otro gallo cantaría…
Friquismo contra el calor… ¡me parece un buen antídoto! La escena que nos has regalado es inefable 🙂
Friquismo contra el calor, friquismo contra el frío… me da que lo de la época casi que da lo mismo 😛