La chica del 11-S

Raquel Sánchez Silva, durante su etapa en TeleMadrid (2001)
Raquel Sánchez Silva, durante su etapa en TeleMadrid (2001)

Raquel Sánchez Silva siempre me ha gustado. Porque es y siempre me ha parecido muy guapa. Y por su voz, algo a lo que suelo estar siempre muy atento con los demás. Además, seguramente la recuerde toda la vida porque su rostro fue el que me anunció el ataque sobre las Torres Gemelas aquel 11-S de 2004, cuando ella era aún una casidesconocida -y sin el casi- presentadora de un telediario en TeleMadrid. Ahora que lo pienso, estoy seguro de que no fue ella la que ‘me dio’ la noticia pero dense cuenta de lo caprichosa que es la memoria: de aquel día, me queda su imagen despidiendo su noticiario con una frase que me marcaría de alguna manera para todas las desgracias personales que pudieron venir después en mi vida, algo así como «aquí acaba el día más triste» dijo, con una voz que transmitía precisamente eso, la pena, el impacto, una voz muy alejada del tono robótico con el que nos anestesian las noticias hoy en día.

Pero lo de los somníferos para aprovechar y meternos en vena las doctrinas es otro tema. El de hoy es ella o, por mejor decir, su vida. La vida que solo le pertenece a ella y que, sin embargo, parezca que deba interesarnos a todos. No hay nada original en todo esto. Cada minuto de televisión parece estar consagrado a destripar intimidades de alguien, para regocijo de unos y negocio de otros. Basura que ha trascendido al corralito en el que solía pasar esto: hasta los programas deportivos están contaminados de este ensordecedor gallinero de los dimes y diretes. Lo peor, además, es que el rumor acaba hecho noticia sin un mínimo filtro.

En el caso de RSS, la noticia no puede ser más real: ha muerto su marido y ella está destrozada. ¿Y quién no lo estaría, en su caso? He sentido -siento- auténtica vergüenza ajena, asco e indignación habiendo tenido que leer estos titulares estos días, ver fotos de cómo salía de su portal, se metía en un taxi y se echaba a llorar en el hombro de alguien. Hasta eso se ha destacado. No cabe en tan poco espacio comportamiento más humano -el suyo- ni más ruin -el de que lo publica- por lo que tiene de irrespetuoso y de recreación morbosa.

Es cierto que hay gente que vende su vida e hipoteca su existencia a la prensa rosa; desconozco si Raquel está entre ellos. Pero aunque así fuera no entiendo -repito: no entiendo- por qué no respetar su dolor y por qué hay gente tan enferma como para vender un álbum de fotos de esos momentos, un ‘envivo’ de los pasos que da el cadáver hasta que fue enterrado, o para no escatimar detalles escabrosos a la hora de sacar conclusiones -falsas- sobre lo que pasó o no pasó. Obviamente «hay gente que demanda esta información», me justificarían. Claro. Pero son tan enfermos como ellos. Porque no es sano. No tiene ningún beneficio. Dinero, a lo mejor, pero qué quieren que les diga: ver el sufrimiento ajeno, el dolor y el morbo entre lo más leído de un diario no denota mucha sanidad mental de esta sociedad. Igual los raros somos los patos de la cesta.

Me pongo en la piel de la chica y maldita la gracia que me haría que, por muy famoso que fuera, no pudiera vivir mi luto en la intimidad, tuviera que sacar un comunicado para explicar cómo murió el ser querido, etc. Si no respetamos eso ya…

Sólo a modo de ejemplo, un poco de basura en palabras sobre el tema. Sin enlace, que ya lo que faltaba era darles publicidad:

– ‘La muerte del marido de Raquel Sánchez Silva, un suicidio lleno de incógnitas’ (La Razón)
– ‘Dramática despedida del marido de Raquel Sánchez Silva en Sicilia’ (La Voz de Galicia)
– ‘Raquel Sánchez Silva se estaba sometiendo a un tratamiento de fertilidad…’ (Qué)
– ‘Mario Biondo será embalsamado y enterrado en Sicilia’ (Diario Montañés)

Aunque tal vez ninguno tan paradójico como este, del Diario de Navarra (hecho noticia por muchos más): ‘Raquel Sánchez Silva pide respeto para ella y su familia’…

… no pide nada Raquel. ¿A quién le tocará la próxima vez?

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