O mejor, bluf, bluf, bluf… porque hay mucho de bluf en Nautilus, uno de esos juegos ideados para echar un rato y picarse (in)sanamente. No implica comerse mucho la cabeza pero sí las uñas. La cosa es tensa pero muy divertida.
Dos jugadores, aspirantes a buzo-ojito-derecho de un capitán de un legendario submarino, compiten por ganarse sus favores. Entre ambos, como la red en un partido de tenis, se coloca un tablero. Éste es más testimonial que útil porque su única función es colocar encima cartas (como en Exploradores). A un lado, el mazo de las llamadas ‘de disciplina’; al otro, las de ‘buzo’. Entre ambas, cinco boca arriba seleccionadas al azar de entre las primeras, que serán el botín que los jugadores tengan que repartirse en cada turno.
La mecánica es muy sencilla (tenía que decirlo: tan fácil como el mecanismo de un chupete). Cada contendiente tiene cinco cartas que debe ir colocando a un lado u otro de cada objetivo, con una única norma en la cabeza: el que tenga la mayor puntuación de su lado en cada una, se la lleva. Y así hasta que se acabe el mazo de disciplinas.

Estas son cinco: ciencia, exploración, navegación, ingeniería y guerra. El vencedor del juego es el que domina más de ellas. Y para ser el mejor en cada una hay que tener más puntos que el rival. Sencillo. Matemática pura, en definitiva: hay cinco categorías y en cada una se lucha por cinco puntos (hay seis pero una de las cartas resta).
Para darle estrategia, cada aspirante tendrá en su mano una carta especial. Además, algunas de las de buzo normales permiten mover otras, con lo que una puntuación que parece clara a la hora de decantar una carta puede verse alterada lastimosamente durante la ronda.
A tener en cuenta: esas cartas especiales, que añaden puntuaciones más altas o más bajas, la posibilidad de robar cartas al rival o al mazo, etc. Además, no hay que olvidar que hay una carta dentro de cada disciplina que siempre resta. Llámenlo fastidio, aunque el diseñador lo justificará en que, de ese modo, no hay manera de que se pueda empatar en una especialidad y, por ello, en la puntuación final de la partida.
Editado por Asmodee en su serie ‘2J’ (juegos rápidos y específicamente para dos jugadores), la caja es relativamente barata y de buena calidad, como el tablero, aunque un vistazo a las cartas ya te hace torcer un poco el gesto porque son endebles, escasas (bueno, son las que son, vamos) y en consecuencia, dejan un montón de aire dentro. Por no hablar de que las cartas de buzo resultan sosas (¿en agua de mar y soso?) y son todas iguales excepto por el número y con un arte que, particularmente, no me resulta muy atractivo. Da la impresión de que se podían haber currado algo más variado teniendo únicamente 14 cartas ‘normales’. Salvado esto, que da igual porque al fin y al cabo es pura abstracción, matemática pura bluf para pasar un rato entretenido y muy, muy picado.

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