Destapando la piel de la ciudad

Safari urbanoYa que el otro día hablábamos aquí de arte urbano, no quería dejar pasar mucho tiempo sin hablar de una actividad relacionada con el mismo y que se desarrolla desde octubre en Madrid. Se trata de los llamados ‘safaris urbanos’, una visita organizada por el colectivo ‘Madrid Street Project Art que, durante una hora y media aproximadamente, recorre las intervenciones más destacadas en las calles de algunos barrios de la capital.

El recorrido sorprende incluso a quien se haya pateado los mismos sitios en otras ocasiones. En mi caso, la ruta atravesaba ‘Malasaña Sur‘ (desde la plaza de los cines Luna hasta Noviciado, más o menos): calles y callejuelas llenas de pintura, pegatinas y poemas. Aunque el ‘safari’ no se trata simplemente de andar y ver. Sino de proponer. De narrar el contexto, la técnica, el porqué, la historia y la intrahistoria de cada intervención. Viene a ser como pararse ante una obra y aplicarle rayos X para ver qué hay detrás. Solo así adquiere un nuevo sentido.

Safari urbanoY lo que Diana Prieto (coordinadora de la marcha) cuenta es interesante especialmente por eso. Porque pasamos del color a las letras. Las primeras, las del nombre del creador. Autores como ‘3ttman‘, ‘El tono‘, ‘Neorrabioso‘ ‘E1000‘ o ‘Boa mistura‘, por poner solo algunos ejemplos, ofrecen en apenas tres kilómetros todo un catálogo de opciones, variedad y originalidad a la hora de expresarse. Y más: cobran vida. Ya no hablamos de un grafitero que dibuja de forma clandestina, sino de personas con nombre y apellidos, localizables, con su presencia en las redes sociales y con creaciones en muchas ciudades del mundo. Porque esa es otra de sus señas de identidad: los artistas van y vienen, como una suerte de nómadas contemporáneos.

Efímero. Es la calle, no un museo. Cada intervención queda expuesta a las inclemencias de la climatología, al paso del tiempo (las más antiguas que vemos son de 2007), al ‘vandalismo’ de otros ‘interventores’ y, sobre todo, a la destrucción por parte de los dueños de paredes, muros y placas o del propio ayuntamiento, que ha colocado el arte urbano en la categoría de enemigo público y, como tal, en un hecho a erradicar. Surge el debate, otra de las virtudes de la excursión. Opiniones sobre la conveniencia o no de crear en un sitio prohibido, de ofrecer espacios exclusivos o de si uno mismo estaría a favor de que alguien le pintara la puerta de su garaje. Sí, claro, no pasaría nada si la obra te gusta pero… ¿y si no?

Diana cuenta ese tipo de historias, cómo los vecinos de un inmueble de la zona han restaurado una intervención conjunta de Nuria Mora y ‘El tono’ en su puerta de entrada o cómo el dueño de un restaurante de Noviciado contactó con ‘Borondo‘ para que completara (con su permiso) una bella imagen en un gran ventanal cuya primera versión fue pintada (sin permiso) por el autor antes de que el negocio abriera. Quien se tome un café en el establecimiento no podrá negar que las vistas, al menos, son diferentes.

Porque de eso se trata. De hacer diferente el día a día y demostrar que la vida de una ciudad (Madrid o la que sea) se mide también por los cambios en su piel. Si quieren la foto de hoy, corran. Mañana será diferente.

Safari urbano

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