Steve McCurry, fotoperiodismo y miradas para el recuerdo

A título póstumo, y con la intención de dar fe en este acta vital que es el blog, quería dejar constancia, al menos, de la visita a la exposición ‘Steve McCurry. Icons’ que se cerró hace unos días en Madrid. Se trató de uno de los acontecimientos fotográficos de mayor calado de cuantos se han celebrado en la capital en los últimos meses, y un prólogo excelente para la nueva temporada que ya está en marcha en los principales sitios de exhibición.

Sobre esta muestra habría poco que decir. Steve McCurry (Pensilvania, 1950) es uno de los grandes referentes del fotoperiodismo mundial, un personaje al que este tipo de eventos le hacen mucho bien porque, aunque su obra sea globalmente reconocida, no siempre uno es capaz de discernir lo que hay detrás de la mirada de su retrato más famoso, reclamo de la exposición y, por supuesto, una imagen que aguardaba durante el recorrido que montó el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).

Ella es Sharbat Gula. La niña de ojos verdes cuya penetrante mirada se encontraba en una remota escuela de Peshawar, en Pakistán. Hace casi 30 años de aquella toma pero aún hoy esa limpieza en la mirada, esa “tristeza del pueblo afgano” que reflejan sus ojos se ha convertido en un icono mundial y, de alguna manera, ha servido para dar más lustre a todo el oficio del fotoperiodista.

No obstante, incluso en el capítulo de retratos, McCurry tiene una extensa colección de miradas, de rostros, de expresiones y de colores de piel que delatan su sensibilidad con el objetivo y, como en toda su obra, su inmenso bagaje viajero. Es una de las conclusiones que uno se lleva tras contemplar parte de su obra, la de qué importante es viajar y, sobre todo, entender las gentes y la cultura de donde uno pone sus pies y apunta su mirada. Como buen periodista, sabe darle a la imagen la capacidad del contexto para dar mayor énfasis a sus instantáneas.

Afganistán. Birmania, China, Camboya, Pakistán, Japón o India son solo algunos de los países de Asia cuyas imágenes se pudieron ver en Madrid. Escenas tan variadas como los mencionados retratos, escenas costumbristas, la infancia (uno de sus temas recurrentes) o la pura documentación de temas concretos como el trabajo sobre los ferrocarriles indios, que también dejan alguna que otra imagen si no tan conocida como la de la niña afgana, igualmente valiosa.

Por supuesto, también somos testigos a través de su mirada de eventos como la caída de las Torres Gemelas en Nueva York 2001 o de la vida en África u Oriente Medio, por poner otros ejemplos que también adquieren protagonismo en esta colección.

Lo que une tomas tan variopintas es la técnica depurada, el enfoque generalmente perfecto; y por otra parte, la ‘cámara mental’ que lleva este señor encima para captar el detalle donde otros no verán más que una rutina gris, pese a la sombra de la polémica que alguna vez le ha salpicado de lleno. Es difícil que yendo tan lejos y a tierras tan exóticas caigamos en ese pecado pero, aún así, ese matiz, esa capacidad de observación y ese don de la oportunidad, sobre todo, definen al buen fotógrafo, aquel capaz de contar historias y hacer bueno el dicho de que “más vale una imagen…”.

No quiero extenderme mucho más aquí. Icons ha sido una excelente muestra de un personaje capaz de aunar esa destreza, esa capacidad creativa y ofrecer imágenes alucinantes que, por supuesto, han alcanzado más allá de Asia, a todo el planeta. Como rezaba uno de los textos de la organización, “su trabajo abarca conflictos, culturas en extinción, tradiciones antiguas y cultura contemporánea, pero siempre conservando el elemento humano que hizo de su célebre fotografía de la niña afgana una imagen tan poderosa”.

Una de las cosas que me gustan más de una exposición suelen ser los catálogos. Es verdad que los precios suelen ser elevados; la calidad de su elaboración generalmente lo justifica. Por eso, viendo el tamaño y el cuidado con el que se ha concebido esta exhibición, temía por lo que podían pedir por este libro. Sin embargo, y a esto voy, en la tienda se podía encontrar un libro en formato revista de 25 euros en el que, como nota original, no se abordan las obras como una enumeración o una explicación genérica sino en modo de conversación entre Biba Giacchetti, comisaria de esta exposición itinerante, y el fotógrafo.

Parte de esta conversación guiaba también la locución de la audioguía (gratuita) que menciono porque, aunque no sea lo mismo que estar ante cuadros tan grandes, pero que aún se puede escuchar en la web creada para la exposición.

El fruto de todo este material es un compendio en el que cada una de las fotografías expuestas (más de un centenar) aparecen con una explicación de McCurry acerca del momento en el que fueron tomadas y, sobre todo, lo más interesante de cada una: el porqué incluso para un ojo entrenado como el suyo, e incluso tomando el tiempo como medida, aún hoy le siguen pareciendo imágenes tan especiales.

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