Star Wars, 3ºB: Rogue One

A vuelapluma, algunas reflexiones sobre la última de ‘La guerra de las galaxias‘ que, como todos ustedes sabrán, responde al nombre de ‘Rogue One. Una historia de Star Wars‘. Con los números en la mano es la octava película que ve la luz y la cuarta en el orden cronológico. Aunque, como su argumento se aleja del principal que hemos contemplado hasta ahora en la saga galáctica más importante y trascendente de todos los tiempos -al menos, en el cine-, se puede considerar esta cinta como lo que es, un complemento.

Esto comienza a parecerse a un bloque de viviendas. En este episodio 3ºB se narra el robo de los planos de la Estrella de la Muerte que, si recuerdan el episodio IV (la primera de las clásicas), es lo que desencadena la acción al comienzo, cuando esta información está guardada en R2-D2. Hoy podemos decir sin temor a equivocarnos que aquel es el primer spoiler retroactivo de la historia. Sin orden ni concierto, algunos comentarios.

Nulas expectativas = sorpresa

Empecemos por los personajes. Ni tan tan tan planos ni tan faltos de carisma. El problema, entiéndanme si han visto la película, es que les va a faltar tiempo para ganarse un hueco en nuestro corazoncito. Pero visto el erial que fue el Episodio VII, en el que pocos o muy pocos se salvaban de la quema, esta Rogue One me ha sorprendido para bien. Muy mucho el tal Diego Luna, a quien no sólo no tenía el gusto de conocer sino al que afrontaba con notables prejuicios. Pero lo cierto es que me ha convencido.

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Ella, Felicity Jones, normal. Otra princesa Disney como en la última entrega. Derrochar pundonor, orgullo y voluntad. Y en realidad da igual el sexo: nos hemos habituado tanto al héroe plano y lleno de buenismo que da igual que se llame Luke, Rey o Jyn. Nos van los canallas y con un punto de mala leche y por mucho que se pretenda situar a las almas puras como ganadoras en la Guerra de las Galaxias, que haya un héroe con un punto oscuro parece cosa de un planeta aún inexplorado.

Los androides. El ‘descubrimiento’ metálico de esta edición se llama K-2SO. Es un robot socarrón con presencia imponente, de color oscuro y una dosis de ironía que desencajará a los que esperaran un secundario sumiso y hasta pelota, como es y ha sido siempre el plomo de C-3PO. El ejemplo de R2-D2 y BB-8 cuaja: cuanto más gamberro, mejor.

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La gran novedad al esquema clásico del reparto han sido los dos personajes orientales. El ciego, Chirrut Îmwe, es el más carismático. Es verdad que viene a cubrir el hueco de Yoda por lo que pretende ofrecer de filosofía y de palabras enigmáticas y profundas, pero con una vis cómica que reporta algunos de los momentos más ligeros de la trama, que se agradecen. Y el dúo con su compañero Baze Malbus resulta equilibrado y muy interesante. Una de las dudas que deja la película es precisamente conocer la historia de ambos, aunque los muy legos en la materia ya la conocen más que sobradamente. También me escama que Malbus vaya siempre disfrazado de cazafantasma, con una especie de aspiradora a la espalda.

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En cuanto a la música, pues muy bien también. Es un soplo de aire fresco alejarse un poco -solo un poco- de las melodías clásicas. Por mucho que nos gusten, es verdad que ya están algo manidas. El giro en este capítulo, también de la batuta de John Williams, tiene altibajos pero cumple sobradamente. Y como mantiene lo único obligatorio, que es la marcha imperial cuando aparece Darth Vader, pues el resto correcto.

Porque, además, hay otras señas de identidad de este nuevo formato de historias paralelas: se acabó lo de la tipografía clásica que va atravesando la pantalla. Es uno de los rasgos más distintivos pero tanto eso como la música han variado lo suficiente como para que se mantenga el aroma pero se marquen distancias.

La intrahistoria que ahora sí nos interesa

Parafraseando a Gaceta de los Tableros, de la destrucción de la Estrella de la Muerte conocíamos el qué, el dónde, el cuándo y el porqué. También el cómo. Pero aunque las cuestiones básicas de una noticia quedaban resueltas, había una intrahistoria que merecía la pena conocer: la de cómo los rebeldes logran los planos del mayor ingenio tecnológico jamás construido para el arte de la guerra.

Y aunque alejarse de la cronología galáctica era un riesgo (con triples comillas esto del riesgo), lo mejor que se puede decir de Rogue One es que al final, cuando se echa el telón, se encienden las luces del cine y uno enfila hacia casa, piensas que la historia que te han contado merece realmente la pena.

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Además, la cinta ayuda principalmente a construir y a fortificar el mito de la Estrella de la Muerte, a la que vemos nuevecita y a pleno rendimiento. Es verdad que en el Episodio IV la vemos fundiéndose un planeta en una demostración de poder de un nivel no visto ahora pero sí que parece más versátil, ágil y dinámica que nunca. Más peligrosa y amenazante.

Una película… ¿aburrida?

¿Es la peor película de la (no) saga? ¿Un bodrio, un plomo evitable? ¿Un subproducto de márketing? Obviamente, hay mucho de esto último. Es muy difícil estrellarse (y nunca mejor dicho) con esta franquicia y la productora lo sabía antes de hacer el experimento. ¿Hasta qué punto hay margen para hacer algo distinto sin violar el canon? Los números hablarán pero será raro que la cosa no se siga explotando. El calendario de estrenos alcanza hasta 2020. La gallina de los huevos de oro, ya saben, más dorados que la piel de C-3P0.

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Lo de que sea la peor película definitivamente no. Es muy difícil dejar un peor sabor que los primeros dos y medio episodios de la serie. Pero es que incluso me parece un punto por encima del Episodio VII que, aunque me maravilló el pasado año, es cierto que fue un reinicio de la historia. Esto no. Y aunque tampoco es que arriesgue mucho y tire de los fuegos de artificio en una notable batalla final, al fin y al cabo es lo que más nos gusta, al menos a mi. De hecho cada vez me parecen más de vergüenza ajena los momentos de arenga, de charla, de dilemas éticos, de si la fuerza te acompañe, etc.

De lo peor, puede señalarse el comienzo, en el que francamente cuesta seguir la historia. Esta entrega muestra unos cuantos escenarios novedosos. Son planetas que aportan una nueva geografía al atlas de siempre y eso se agradece. Lo que ya no es tan agradable es que durante buena parte del inicio asistamos a lo que parecen vídeos turísticos de cada uno, con constantes saltos de uno a otro que enfangan un poco la línea del guión.

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Cuando la cosa se estabiliza todo mejora mucho y la batalla final me parece muy buena. A pesar de lo de siempre: la mala puntería de los malos, las ayudas que llegan a tiempo, las circunstancias que siempre acaban siendo favorables… reconozco que ya me gustaría ver una película de Star Wars en la que al Imperio, por fin, le salgan bien las cosas.

¿Y oscura?

Otro de los comentarios que había oído era el de la teórica «oscuridad» de la película. Que no sé muy bien a cuento de qué se dice eso. Si es por el desenlace, me parece una conclusión demasiado fácil: sencillamente no había otra opción posible, si lo piensan bien. Porque por lo demás tampoco me parece que se salga de madre en ningún momento.

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Aunque hay otro tema. Apuntaban que el montaje adolecía de situaciones ‘raras’. En el trailer había escenas que luego no aparecían y se señalaba directamente a ese buenismo de Disney para justificar que el resultado final fuera más blando del que se esperaba. Aunque tal situación augura un DVD lleno de extras, la polémica está en la calle. ¿Pudo haber sido mejor?

Y sin embargo, la cosa funciona porque la película juega su partido en campo local, esto es, de acuerdo a lo esperado, en los parámetros que todo fan de la saga podía esperar. El problema es que, para el que no tenga una querencia por este universo lo que le pasa ante sus ojos son cuentos chinos, batallitas y poco más, nada muy diferente a cualquier película de acción de hoy en día y mucho menos de lo que presupone una franquicia como tal vez ninguna otra en la industria cinematográfica. Una cosa es cierta: no es una obra maestra, nada que vayamos a recordar dentro de un par de décadas; puede que ni siquiera en un par de años. Pero teniendo en cuenta que buena parte del encanto de las películas originales reside en la nostalgia de haberlas visto cuando éramos (más) jóvenes, ¿qué habría hecho de esta cinta -o de las que vendrán- algo memorable?

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Los personajes no ayudan mucho a esto. No los actores en si mismos que, como hemos visto, tienen un desempeño irregular. Me refiero a los personajes. Es la primera vez (puede que también pasara un poco en el infausto Episodio I) en la que nos hallamos ante nombres inéditos en la historia de Star Wars. Son personajes que parten de cero, que deben funcionar en el momento y que tienen una duración determinada, en principio sólo esta película.

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