Una semana de inmersión alemana

Ha sido como ir de Erasmus durante un par de horas al día. O más, que a uno le gusta el cine y, además, tiene la suerte de que, de vez en cuando, el trabajo le conceda consuelos del tipo ‘veo tal exposición’ o ‘acudo al pase de prensa de tal estreno’. En este caso los patos estuvieron en la presentación de la 17ª edición del Festival de Cine Alemán que se ha celebrado en Madrid. Se trata de una cita más que consolidada y que año a año mantiene una más que notable calidad y variedad en la programación que ofrece, en muchos casos presentados o comentados además por sus propios protagonistas.

El esfuerzo en la selección busca solventar un hecho tristemente constatable, que no es otro que el escaso recorrido del cine germano en las carteleras españolas. Excepto contadas ocasiones ver películas de aquel país resulta una quimera, tanto en la pantalla grande como en la televisión, si bien en esta sí que es más normal ver producciones de sobremesa o series, aunque con un más que discutible atractivo. De ahí que este repaso al Festival llegue tarde para el que quiera verlas en el cine, pero no por ello quería dejar de hablar de algunas, de las que he visto, por si a alguien le interesa y quiere buscarlas por su cuenta. El cómo, ya…

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– ‘Las mentiras de los vencedores‘ (‘Die Lugen der Sieger’). Se trata de una reflexión en torno al mundo del Periodismo en la que el protagonista investiga sobre el particular suicidio de un trabajador de una planta de reciclaje. Una muerte que todo apunta que tiene que ver con su participación en la guerra de Afganistán. Sin embargo, animado por sus misteriosos informantes, el reportero y su ayudante van desentrañando una trama en la que se mezclan los intereses del Ejército, del Gobierno e incluso los de la industria. Resulta interesante ver cómo se articula una red en la que las implicaciones son casi inabarcables, si bien el regusto final es tan amargo que no solo los periodistas sentirán esa desazón.

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– ‘Un regalo de los dioses‘ (‘Ein Geschenk der Götter’) es un cuento muy bien trenzado, que aporta una buena dosis de optimismo para los tiempos que corren. Los protagonistas son un grupo de parados, en torno a los cuales se articula un punto de partida no del todo original: una actriz es despedida de la compañía en la que trabaja y en el momento de apuntarse al servicio de trabajo le surge la oportunidad de ayudar al resto mediante la interpretación. Y aunque el desarrollo es previsible y anticipa la moraleja final, vamos conociendo poco a poco los dramas personales de cada uno, en un mosaico más o menos obvio de la sociedad en la que vivimos. Al menos, como reconocía el propio director «no se trata de vender esperanza al estilo americano» sino de animar a que gente en esta situación no pierda la autoestima, que viene a ser lo que los personajes sacan del trance. Mención especial al personaje de origen griego, del que vendrán buena parte de las risas, por mucho que se ciña demasiado a los estereotipos.

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– ‘Tour de Force‘ (‘Hin und web’). El actor Florian David Fitz repite en esta película papel protagonista, como en ‘Las mentiras…‘. Pero el cambio de registro es impactante: de ambicioso periodista en aquella pasa a enfermo terminal en esta. ‘Tour de Force‘, como dice el extracto del programa, no versa tanto sobre el destino como del viaje en sí mismo, que de eso va el argumento, de la aventura de alcanzar Bélgica en bici desde Frankfurt. Pero el recorrido no es casual. Hannes sabe “como termina” la historia que le escribe la ELA que padece y por eso quiere anticiparse acudiendo a un centro de suicidio asistido que, a diferencia de en Alemania, sí es legal en el país vecino.

Sabe como acaba la historia y al principio de la aventura solo unos pocos -su mujer y su madre- cómo y porqué empieza. Durante los primeros kilómetros del viaje sus amigos desconocen el verdadero motivo por el que se dirigen con tanta precisión a un punto tan concreto. Son instantes de carga para el espectador, que participa casi como uno más en el grupo pero se siente atado de pura impotencia por no poder compartir la angustia ni mucho menos advertir al resto de lo que está pasando. Tal es la carga emotiva que la situación explota al poco de arrancar el recorrido, en la visita del pelotón a la madre del protagonista. Para el que contempla la película ese molesto secreto se transforma en la sensación de que, por saber lo que ocurría, formamos parte del círculo más íntimo de Hannes. En plena cena, su madre arranca a llorar mientras el resto, hermano incluido, se quedan atónitos sin saber a qué se debe, qué ocurre. Llega entonces la confesión, el shock y, por supuesto, los intentos de que recapacite.

Pero no hay marcha atrás en ese punto. Y aquí, donde en otros documentos sobre la eutanasia pudieran empezar a entrar en juego los dilemas éticos y morales, la película se centra en los sentimientos. La búsqueda de empatía rebosa durante todo el metraje y es seguro que en ese momento ya se habrán escapado algunas lágrimas. El viaje debe continuar y aunque a ninguno le guste la idea y aunque el protagonista reconozca en otro punto estar “acojonado” por lo que le espera, solo parece haber un camino. De hecho hay varios momentos en los que parece que el mecanismo se detendrá y aun habrá esperanza, sin saber muy bien para qué. Cada minuto cuenta. La llegada al chalet del médico, por ejemplo, con el coche fúnebre aparcado fuera es verdaderamente apabullante para eliminar todo atisbo de reescribir la historia, aunque haya una sorpresa preparada en ese punto. Pero es el viaje, no lo olviden.

Y el ‘viaje’ es esa cosa que todos comparten tratando de hacerlo lo más natural posible. Pero una de las cosas más logradas es que la realidad se palpa en todo momento. El drama sobrevuela cada escena, aunque en ella nos tengamos que reír porque, hay que decirlo también, hay bastantes momentos en los que uno olvida el futuro y se centra en lo que ocurre. Y entonces vivimos buenos momentos y sonreímos y somos uno más. Pero son como oasis en un desierto en el que la nada sigue asfixiando cuando nos relajamos. Se palpa la tensión y eso motivará conflictos. Es obvio que, más allá de Hannes, todos cumplirán al final del recorrido aquella máxima que dice que un hombre es uno al salir de viaje y es otro al llegar del mismo.

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Hay momentos de risa algunos, otros de camaradería con los que nos podemos relajar un poco de tanta intensidad pero bajar la guardia solo conduce a recibir seguidamente un golpe más fuerte. El nivel de sentimentalismo y de dureza ralla en lo masoquista. Como en la vida, no hay concesiones, aunque lo parezcan. Y aquí ya sí es el destino el que habla y el que te hace salir hecho polvo del cine -y no fui el único, me temo- aunque si uno quiere encontrarle un mensaje positivo al film se podría hablar, por qué no, de eso de disfrutar de la vida hasta el último aliento, del valor y la importancia de la amistad, la familia y el amor, etc.

Y dos píldoras: Una, la banda sonora, otro motivo para echar una lagrimilla. La segunda, la frase: “Vete calentándome la cama”, una de las más brillantes que recuerdo haberle escuchado a dos enamorados al despedirse para siempre. Yo querría morir escuchando eso, vaya.

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– ‘Who am I – No system is safe‘ (‘Who am I – Kein System ist Sicher’). De largo, la peor película de las vistas. Mala. No digo que no hubiera detrás una buena idea pero en un mundo como el de los ‘hackers’ en el que todo se reduce a ceros y unos, donde la incertidumbre se reduce a un código y donde las casualidades no existen, los giros argumentales tan brutales se tornan en unos tirabuzones que solo causan mareo. No sé, no me cuadró nada al final de la historia. Es un argumento enrevesado cuya conclusión, más que responder al “truco de magia” que no paran de querer ‘vender’, resulta infantiloide e increíble. Hay personajes que se hacen los tontos y son los capos; cazadores cazados; frialdades convertidas en venas paternalistas… esperaba mucho más de la cinta, ciertamente. Me parece interesante visualmente, especialmente con esa acción paralela en el ‘submundo’ de la Red que está muy bien integrada en la acción principal. También supone una cierta dosis de frescura ver que un tema cinematográficamente tan ‘americano’ se desarrolla en Europa. Pero la película en sí misma es bastante prescindible, aunque el loco que se me sentó al lado en la sala, con todo el cine para elegir un sitio libre, rompió a aplaudir cuando salieron los créditos. Quiero pensar que lo hizo porque se acababa ya.

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– ‘El Gabinete del doctor Caligari‘ (‘Das Cabinet des Dr. Caligari’) no es una novedad, claro, muy al revés. Se trata de uno de los incunables de la historia del cine, puede que el mejor representante del expresionismo alemán y en todo caso una -si no la primera- película de terror de la historia. La cinta original, que data de 1920, se presentó restaurada y con la música en directo del DJ Raphaël Marionneau, en una comunión que, al margen de la programación oficial del festival, fue el evento más destacado y especial del mismo. Y es que se hacía casi increíble que, viendo y escuchándola, estuviéramos ante un trabajo que casi cumple un siglo de vida. Absolutamente maravilloso.

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– ‘Remake, Remix, rip-off‘. El Festival de Cine Alemán también quiere atender a otro tipo de manifestaciones de la filmografía alemana y por eso cada año se ofrecen ciclos temáticos, programación infantil, una selección de cortos y, como en el caso que nos ocupa, cine documental. ‘Remake…’ versa, a su vez, también sobre esta industria, aunque se fija en el prolífico trabajo cinematográfico que se hacía en Turquía durante los años 60, 70 y 80. Sin tantos medios como en otros países, no digamos ya Hollywood, la ingente cantidad de cintas que se producían en la época obligó a plagiar o a ‘inspirar’ éxitos internacionales a la idiosincrasia turca, con un cierto toque hortera o cutre que dio como resultado películas en las que Superman, Rambo, los vaqueros del Oeste o Drácula, por citar solo algunos ejemplos, vivían sus aventuras en esta tierra tan exótica. El reportaje ahonda en este fenómeno en el que cineastas de la época presumen sin rubor y con orgullo de la cantidad de filmes en los que participaron y de ser casi supervivientes. Y se defienden, claro: «¿Acaso había cowboys en España?», preguntan. Y por cierto y a modo de curiosidad: atentos al actor del pelazo que es clavado a Felipe González, en el segundo 26 de este vídeo.

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