John Constantine, condenado al infierno

Foto: Annette Brown/NBC
Foto: Annette Brown/NBC

Finalmente, John Constantine ha sucumbido ante la Oscuridad. No, no es un spoiler, tranquilos. Si alguien quiere meterse en vena la serie puede hacerlo sin miedo a un final destripado pero eso sí, sin la esperanza de que la cadena que lo emitía, la NBC americana, le conceda una segunda temporada. Si hay o no resurrección lo dirá el tiempo pero pinta la cosa más a un paseo indefinido por el infierno que a otra cosa. El mayor demonio para esto, ya saben, es la audiencia. Esa no perdona.

Algo fallaba en la serie, seguramente, aunque no sepa decirles muy bien el qué. Los 13 episodios que la componen son entretenidos, emocionantes y ofrecen algún que otro susto. En algunos aspectos me recordaba a Buffy Cazavampiros aunque es cierto que las peleas contra los enemigos, por aquello de la magia, no suelen (y digo «no suelen») ser muy físicas, lo que le resta un poco de intensidad a la acción. Si se quiere ver como algo malo, apúntenlo pero tampoco es para tanto.

Tampoco creo que el error esté en la línea argumental, que se presenta sólida y consistente. Es lo bueno de tener detrás el respaldo comiquero, en el que el personaje principal se dibuja como una suerte de investigador de lo paranormal y/o justiciero contra las artes oscuras y las diferentes las fuerzas sobrenaturales, muy muy muy a la sombra de los grandes de DC. De hecho, juega en otra liga diferente en sentido literal. Fue así como le conocí, en la serie «Liga de la Justicia Oscura«, una cuadrilla muy particular (particularmente me pirra Deadman) en la que este británico pendenciero viene a ser el líder de un grupo de superhéroes que aparecen para salvar al mundo de amenazas contra las que los clásicos Superman, Batman o Green Lantern no pueden hacer nada. Leo que podría estar cocinándose una película sobre el grupo, pero eso es otro tema.

El 'equipo' | Foto: Annette Brown/NBC
El ‘equipo’ | Foto: Annette Brown/NBC

Constantine y su equipo, sea en el cómic o en la serie, se mueven en un territorio en el que la magia, los ángeles, los demonios y los hechizos están a la orden del día. Es un entorno distinto en el que el protagonista impone su personalidad. Y no, no es un tipo de trato fácil: fumador empedernido, atormentado, desagradable, borde, egoísta, irónico… solo muy lentamente el paso de los capítulos dejará ver retazos de una humanidad aparentemente ausente al principio. ¡Un buen truco! Porque buena parte de su actitud se alimenta, precisamente, de la culpa. ¿Algo más humano?

Puede que algo relacionado con esto, con la humanidad, haya supuesto exponer demasiado en el epílogo de la que pretendía ser la primera de varias temporadas. Tras contemplar el final, uno se pregunta ¿qué dejan para lo que venga? Bueno, habría maneras de solucionarlo, claro. Y de hecho hay tramas que se quedan muy en el aire.

Alrededor de Constantine pulula una galería de personajes bien construidos y con un halo enigmático que se desvela con cuentagotas a veces incluso para el mismo protagonista para quien, por otra parte, desconocer detalles de los que le rodean es motivo para perder los papeles. Por eso explota con Zed en un momento dado y muestra una desconfianza casi perpetua hacia ese ángel, Manny

con03

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