Meneses: puro periodismo

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Cuando la vocación llama, poco o nada queda por hacer más que aprovechar el impulso para cumplir el destino. Y no, no hablamos de cosas divinas, muy al revés, por mucho que el mecanismo para ‘convertirse’ a unas u otras tenga mucho en común. La propuesta de hoy rebosa realidad; rebosa periodismo del tangible, del importante. Periodismo total del reportero perfecto; al menos de uno de ellos, Enrique Meneses. La Fundación Canal abre en su sala de Santa Engracia de Madrid una retrospectiva de su trabajo que, comisariada por otro fotógrafo de excepción, Chema Conesa, incluye 90 fotografías, objetos personales y un par de interesantes audiovisuales que explican y contextualizan su obra.

Puede tal vez no ser necesario porque, como Conesa apuntaba durante la presentación de la muestra, «Meneses no era de esos fotógrafos que cuida el negativo como si tuviera entre sus manos una obra de arte sino que el valor de los mismos era el hecho que retrata». Y los hechos hablan por sí solos, alcanzando a algunos de los momentos y personalidades imprescindibles para entender el siglo XX.

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Su principal hito, el que le dio a su labor reconocimiento mundial, fue la cobertura de la revolución cubana empotrado en la hueste de Fidel Castro. Fue una aventura desde la misma génesis de la idea, solo al alcance de intrépidos e inteligentes, como él mismo narraba hace años en una gloriosa entrevista en la revista Jot Down. El resultado fueron cientos de negativos en los que conocíamos la intimidad del líder guerrillero desde la cercanía de quien sabía que, para contar y transmitir algo, había que acercarse lo máximo posible. Y, al menos en esa Cuba, nadie lo hizo tanto como él.

Pero su afán intrépido no era nuevo. Más aún, es un rasgo de su propia personalidad. Lo de la vocación que decíamos, si recuerdan. La chispa que le impulsó, con tan solo 18 años, a tomar un taxi en Madrid y plantarse en la jienense Linares, donde horas antes había muerto ‘Manolete‘. Palpar el ambiente tras la caída del mito, entrevistar a los doctores que constataron el último hálito del torero… un material que en la capital compraron sin dudar. Malpagando, eso sí, que Meneses siempre se quejó de que lo ganado ni siquiera cubrió el transporte. Pero ¿qué más daba, a decir verdad? porque aquel taxi no le llevaba a una historia sino a la primera página de las muchas que escribiría -con palabras, fotos y hasta tuits- en décadas de buscador de historias, tanto grandes como pequeñas.

03Las grandes le llevaron por Egipto, donde constató con su cámara el período de máximo auge de Nasser; o le colocaron en primera línea en enlaces reales como el don Juan Carlos y doña Sofía. E incluso como testigo de las andanzas de JFK o de las revueltas sociales y raciales en Estados Unidos, lideradas por Martin Luther King. Su objetivo inmortalizó a personajes tan variopintos como Hitchcock, Muhammad Ali, Picasso o Dalí, entre muchos otros. Una mezcla heterogénea y «ecléctica» propia de un «todoterreno», según Conesa, «en el que el criterio que lo une todo es que son fotos para ser publicadas». Y es que la única preocupación del autor no era variar su estilo directo sino llegar antes de la hora de cierre.

Es lo que le corría por las venas, más que un afán artístico o una querencia por la fotografía en sí misma. Para él la imagen es un medio tan bueno como cualquier otro para acercar lo que pasa a usted que lee esto en su oficina o a usted que ve las noticias en la televisión o las escucha mediante la radio o se informa con la prensa escrita. El mandamiento supremo es el de ser honesto ante la responsabilidad de ser testigo para hacer testigos a los demás, sea cual sea el procedimiento. Puro periodismo.

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