
Quizá es lo que le falta a la exposición: pagar la entrada en ‘mortadelos‘. No hay ninguna referencia a la moneda del universo Ibáñez. En vez de eso, hay que soltar los tres euros de rigor para acceder al Círculo de Bellas Artes. Pero de los lustrosos billetes con el calvo con gafas disfrazado de cualquier cosa, nada de nada. Y aún así lo vamos a perdonar porque la muestra merece mucho la pena. Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) no pinta fino, desde luego. Sus trazos carecen de delicadeza pero ¿qué demonios? ¿No son sus personajes paradigma de lo tosco, cutre y torpe?

Y no es que el artista lo sea, líbrennos de asociar estas palabras a tan tamaña y presunta blasfemia. Eran otros tiempos cuando aquel jovenzuelo catalán compaginaba (en sentido literal) su vocación de dibujante con trabajos como el de botones en un banco. Eran otros tiempos, desde luego, otra España que los de mi generación conocemos únicamente -y por suerte- por referencias… (y por ‘Cuéntame‘, claro). Un país distinto, triste y gris en el que la risa se cotizaba. En ese contexto surgieron algunos de los artistas encargados de ofrecer una ventana con vistas a un mundo más distendido del que se palpaba en las calles. Y el cómic, tal vez por su vertiente más marginal o alternativa, creció más que ningún otro medio en ese caldo de cultivo para ofrecer una válvula de escape a los jóvenes y no tan jóvenes.
Y aunque surgen innumerables historias de aventuras fantásticas alejadas de lo cotidiano, es la realidad la que, de una manera u otra, nutre las páginas de los tebeos. Es una realidad edulcorada, por supuesto. La maquinaria de la censura se encuentra a pleno rendimiento coincidiendo con una profusión desconocida de historietas y caricaturas y por eso hay que decir cosas sin decirlas… nunca se sabe dónde y cómo se va a entrar en terreno pantanoso, incluso sin pretenderlo.

‘Francisco Ibáñez, el maestro del humor‘ parte, pues, de un contexto no del todo benigno para la libertad creativa. La exhibición ofrece, desde ese punta de vista, una maravillosa doble lectura de su trabajo. Porque quien vaya con los ojos de un niño dispuesto a deleitarse con la génesis de sus personajes saldrá plenamente satisfecho; pero el que opte por buscar un más allá en la forma de abordar los temas y superar las trabas, también cumplirá sus objetivos.
La parte divertida, que es la que atrae más en mi caso, es maravillosa. No es una instalación muy grande, eso es cierto, pero visualmente resulta muy agradable y está estructurada de manera correcta. Cada uno de los personajes tiene un pequeño apartado en el que se narra su origen y donde se mencionan sus primeros pasos, acompañados de ilustraciones y de páginas de originales. Mortadelo y Filemón son las grandes estrellas y tienen más espacio que nadie. Resulta curioso su origen, en el que los dos trabajaban en su propia agencia de detectives independiente, mucho antes de entrar en el cuerpo de élite de la T.I.A. Es verdaderamente evocador contemplar su aspecto, muy influido por las reminescencias de Sherlock Holmes y observar su evolución posterior, hasta la actualidad. Al menos, en cuanto a su ropa y su físico porque su pericia no parece haber ido a mejor…

Ellos, además, construyen desde ese contexto del que hablábamos una imagen propia del país pero, paralelamente, también conforman una suerte de evocación universal válida para todas las latitudes. Al reflejar situaciones, ciudades o elementos españoles pero establecidas en genérico (ciudades sin nombre concreto, etc.) han sido muchos los lugares que han visto en sus historias un reflejo de sus propias realidades y han hecho suyos los personajes. Es la forma en la que Mortadelo y Filemón pasan a ‘rebautizarse’, por citar algunos ejemplos, como ‘Flip & Flop‘ (Dinamarca), ‘Mort & Phil‘ (Reino Unido) o ‘Clever & Smart‘ en Alemania, donde la acogida de los héroes ha sido siempre especialmente destacada, incluso con historias exclusivas para aquel mercado inéditas aquí, según leo en la Wikipedia. Algunas de estas portadas internaciones se pueden contemplar en la muestra.
Y otro detalle creo que, a mi juicio, mencionado y no del todo explotado son los ‘cameos’ de gente o eventos. Como sucede en ‘Los Simpsons‘, parece que una persona no es nadie si no aparece en algún libro. Entre los objetos que se exhiben vemos una ‘foto’ de Pau Gasol, pero la lista es interminable y abarca todo tipo de ámbitos: desde deportistas a políticos, pasando por personajes de la farándula. Está bien la parte dedicada a los disfraces de Mortadelo pero aquí tenían otro filón por explorar.

Pero en la exhibición hay más, mucho más: Rompetechos, el botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio y los inquilinos de 13 Rue del Percebe. Y solo para empezar porque también hay multitud de referencias a infinidad de personajes que formaron parte del elenco del artista en sus distintas épocas. Desde los secundarios en historias mayores a los casuales, o a los que fueron simplemente una manera de despegar en el mundo de la ilustración.
Además, hay una sala dedicada al material a los que estos personajes han prestado su imagen, bien para juguetes o para promociones de productos, incluidas las películas que han protagonizado. No es que haya mucho aquí, realmente, pero la apuesta por la nostalgia es evidente y efectiva. De ahí que sea en este punto donde nos vuelva a dar un ramalazo de rabia: ¿qué hacer con los ‘mortadelos’ que tenemos en la cartera?