Testigos de papel que cazan historias

bkk01Un par de chicas, ajenas al trasiego de turistas, se afanaban en el Templo de Oro en captar la esencia de la capital tailandesa a través de una ventana desde la que la vista se perdía más allá de esas cúpulas de pan de oro e incluso más allá, mucho más allá, de los rascacielos que rompen la monotonía de la inmensa llanura de edificios que es Bangkok. No fue la primera vez que lo veía ni que lo fotografiaba, pero hoy, sin ningún motivo, me ha venido a la mente la escena.

No hacía falta, ya digo, irse tan lejos. Hoy ha llovido y me ha echado por tierra (o por agua, mejor dicho) el plan de hacer una salida fotográfica. Tampoco sé muy bien dónde ir en este más que pateado Madrid, y tal vez por ello pensaba en esa gente que tira de talento para captar escenas que, a su alrededor, a veces ni siquiera comprendemos con una cámara. Recuerdo mi foto de la ‘foto’ y no sé muy bien por qué, tal vez porque mi memoria a veces me engaña, pienso que un dibujo de algo, por qué no, fija mejor en la mente el lugar en el que te encuentras. A veces accionamos el obturador casi sin mirar las cosas en directo, únicamente en ese reducido espacio que es el rectángulo del visor de una cámara, donde la realidad es una interpretación recortada que meses o años después, cuando la instantánea está en un álbum, se convierte en la única pista a través de la cual reconstruir el recuerdo. Al final se pierden cosas, y en mi defensa diré que suelo ser observador, que trato de aprehender y captar los detalles. Desprecio a quien se cruza el mundo solo para ver las cosas después, en la pantalla del ordenador o de la televisión, una vez que ha vuelto a sus casas y no es capaz de recordar qué decía aquella inscripción en la estatua o que había a espaldas del monumento más conocido. Eso me da bastante pena, sobre todo cuando no era capaz de viajar y la gente sí.

Y eso que sin llegar a ese extremo, a veces me siento un poco así, echando de menos no haber tenido un poco más de pausa en algunos momentos para contemplar, respirar y observar y no para encontrar el mejor encuadre o buscar la imagen más original. Una imagen, baste decir, que miles de personas han hecho antes que tú. Internet es malo para los fotógrafos envidiosos y los hipocondríacos. Yo soy ambos. Me da rabia.

pra02Por eso pensaba hoy en ese bloc de dibujo que he visto en manos de un alguien en Bangkok pero también en Praga, en París, en Amsterdam y, por supuesto, en Madrid. Incluso un día descubrí a un señor pintando caballos, acuarela en mano, en una feria en la localidad abulense de Piedrahita. Reivindico esa pausa, ese temple, esa calma.

También tengo un poco de envidia de esa cualidad. Me encantaría saber dibujar. Puedo intentarlo pero no reconoceré que, cuando lo he intentado, lo que en la realidad eran proporciones perfectas se tornaban en caparazones de tortuga sobre el papel.

Pienso en lo satisfactorio que sería tener un cuaderno de dibujo que, a modo de álbum, guarde esos dibujos de tantas ciudades. Sí, como mis álbumes de fotos o los tuyos, claro, pero en bonito, artesanal y, sobre todo, en diferente. Fotos de la torre Eiffel hay millones iguales. Dibujos, hay millones distintos, aunque cuenten las mismas historias.

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