España «es un curioso país, que oscila entre Europa y África, entre la civilización y la barbarie». La cita bien pudiera referirse al día de hoy pero, en realidad, estas palabras se hallan en el ‘Manual para viajeros por España y lectores en casa‘, un peculiar libro de viajes por nuestro país escrito en 1844 por el londinense Richard Ford (1796-1858). Puede que en su momento no pensara que sus palabras se sacaran de contexto siglos después pero lo cierto es que su obra, una de las pioneras esta literatura de viajes, ha adquirido una renovada vigencia con su protagonismo en la exhibición que, desde este jueves, presenta la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en colaboración con Fundación Mapfre. En la misma se muestra precisamente lo que le faltó a la edición original: ilustraciones sobre aquello de lo que se hablaba.
Es evidente que buena parte de la importancia de esta colección radica no tanto en lo artístico o en lo puramente documental sino en la curiosidad que emana de lo inimaginable. En estos tiempos en los que la imagen, más que valer más que mil palabras, es la verdadera palabra, cuesta imaginar tiempos en los que un turista no llevara su cámara colgada del cuello para captar todos y cada uno de los detalles que tiene alrededor en una ciudad extranjera. Por eso este conjunto de acuarelas o de trazos con lápiz o tinta, elaborados en multitud de formatos y de materiales suponen uno de los mejores álbumes ‘pre-fotográficos’ que pueden encontrarse.
Y eso que Ford no tomó aquellas ‘fotografías’ con la intención de incluirlas en sus obras. Hoy es absolutamente impensable que un libro de viajes, una crónica de los mismos o una guía no disponga de fotos, gráficos o mapas pero en aquellos tiempos, en los que la fotografía aún daba sus primeros pasos, podía considerarse algo normal ofrecer textos sin fin en los que tenían que ser los propios lectores los que conformaran las escenas con su propia imaginación.
Aunque la exhibición ofrece 203 ilustraciones, Ford llegó a hacer hasta 500 dibujos de España durante sus rutas por la península, de 1830 a 1833. Todo está documentado -o debería- : Levante, desde Almería a Barcelona; la Ruta de la Plata; la meseta; Santiago de Compostela o Andalucía, con especial énfasis en Granada y Sevilla, donde residió. Las estampas no pretenden ser un catálogo de lugares al uso de lo que hoy entendemos como ‘sitios turísticos’. Alejado del presunto atractivo de las visitas más obvias, el británico fija sobre el papel escenas menos típicas pero que le sirven para aprehender la esencia de los ciudades en un momento clave en la historia de España, apenas un par de décadas después de la Guerra de la Independencia.

Y, por otra parte, esta especie de apuntes dibujados, de ‘garabatos’, si apartan la connotación peyorativa, también tienen una clave que apuntan los organizadores de la muestra: estos dibujos son privados, no se incluyeron en el libro y no respondieron a ningún encargo ni tuvieron la presión inherente a lo que se sabrá expuesto a miradas ajenas. Lejos de eso, son escenas pretendidamente objetivas captadas con su mirada de la misma manera que el libro refleja sus pensamientos, en una simbiosis que solo ahora puede mostrarse completa, con la exhibición de buena parte de este material que había permanecido inédito.
Richard Ford es una figura reconocida por sus textos, especialmente ‘Manual para viajeros por España y lectores en casa‘. Aunque lo escribió ya de vuelta en Londres, consagró su trabajo posterior a dar a conocer España tal como la había conocido. Fruto de ello aparecieron ‘Cosas de España‘ (1846) y ‘Las corridas de toros‘ (1852). La exposición del trabajo de este notable hispanista, así como una pequeña serie de dibujos de su esposa Harriet, se mantendrá hasta el 1 de febrero. Semanas por delante para compartir con el autor su faceta de «curioso impertinente» y convertirnos, por un momento, en unos viajeros del tiempo por este curioso país en el que vivimos. Sin cámara de fotos, eso sí.