Les cuento un secreto: escribo esto en pijama. El regocijo en la idea dura poco. Desgraciadamente, sentarme ante este teclado es una afición y no un medio de vida, por lo que tengo que reconocer con honda amargura que, siendo optimista, solo estoy a medio camino de cumplir un sueño: el de ganarme las habichuelas sin necesidad de cambiarme de ropa. El dibujante Paco Roca (Valencia, 1969) es mala gente porque va por ahí presumiendo de haber completado el círculo. ‘Andanzas de un hombre en pijama’, titulaba sus tiras semanales en el diario levantino ‘Las Provincias’, recopiladas en un tomo con el mismo nombre. Bueno, reconozcamos que se lo tiene ganado, aunque solo sea porque entre sus obras cuenta con ‘Arrugas‘, la ya inmortal historia que, paradójicamente, versa sobre quienes están cerca de morir.

Pero ‘Arrugas‘ es más que una narración de las vicisitudes de la tercera edad. Es, de algún modo, un cómic que supone un punto de inflexión en la historia del tebeo en España. Un profano diría que venía a ser la conquista de la madurez. Sin embargo, eso es algo que ya existía, por mucho que los prejuicios marcaran que las viñetas solo eran aptas para las aventuras, los superhéroes y la fantasía. Algo infantil, por resumirlo de alguna manera. Pero entonces llegó ‘Arrugas‘, su éxito, la etiqueta de ‘novela gráfica’, la película, los Goya…
…y con ello, su inestimable ayuda a que «el cómic empiece a normalizarse porque, desde hacía tiempo, parece que la gente se quiere complicar mucho a la hora de entender las cosas y existe la percepción de que todo lo que lleve imágenes es algo como de segunda categoría; afortunadamente eso es algo que se está yendo», asegura.

El camino hacia lo ideal es y será lento, como un reflejo de ese proceso por el que una realidad activa un mecanismo en la cabeza del autor y esa idea se transforma en una palabra, o en un trazo que posteriormente evolucionará hacia el guión y el arte definitivo. Un proceso que es «igual pero diferente» en cada proyecto que aborda Roca y sobre el cual ha querido reflexionar la Fundación Telefónica, que expone una notable cantidad de material para documentar todo el recorrido. Algo que el dibujante no acaba de ver del todo bien: «Siempre lo haces de la misma forma así que al mostrarlo me extrañaba que la gente no se diera cuenta, yo quería mantener el secreto», reconoce con humor.
La muestra es pródiga en dibujos, cómo no, pero también en apuntes, esbozos y en viñetas aún casi vírgenes, que muestran que el miedo al folio en blanco puede vencerse a base de trabajo, método y muchas horas de documentación previa sobre los temas de los libros, porque la inspiración, en el caso de Paco Roca, es la realidad.
«Me gusta la idea de tratar temas anclados a una realidad concreta, algo que tradicionalmente no ha sido así en el cómic español por culpa de la censura, que provocaba situaciones neutras y deslocalizadas», dice. Sin duda se trata de un buen argumento para defender el cómic como un medio a la altura de la literatura o el cine para narrar historias más o menos grandes y, por qué no, como una herramienta más en el mundo del Periodismo. Las crónicas visuales sobre el conflicto palestino-israelí de Joe Sacco, sin ir más lejos,son el mejor ejemplo de la tesis.
Aunque la exposición no es una retrospectiva -«soy muy joven para eso», defiende Roca– sí hay un pequeño espacio para lo personal, para aquello que, a diferencia del resto, «no está pensado para ser enseñado». Se trata de sus cuadernos de viaje, una suerte de crónica íntima en la que también se refleja la realidad tal como él a entiende pero que se «dibuja por el placer de dibujar». Vamos, como si lo hiciera en pijama…
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