‘Nóstos’, memoria propia a partir de escenas ajenas

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La fotografía como re-descubrimiento. Es una definición, una más del arte de pintar con luz. Tan válida como cualquier otra. Tan personal como sí misma. La fotografía como una manera de plasmar los recuerdos propios a partir de las escenas ajenas. Da igual la distancia, el tiempo, el marco. ‘Nóstos‘, trabajo del madrileño José Manuel Navia, tiene mucho de autobiográfico aun entre el maremágnum de imágenes aparentemente inconexas, de aquí y allá, que se exponen. No es una muestra sencilla, ciertamente. Primero, ya casi cuesta dar con ella, situada en la sala Juana Mordó del Círculo de Bellas Artes, esto es, a espaldas de la puerta principal, donde el rey del momento es el totémico Alberto García-Álix, cuyo ego voraz engulle con su atractivo a casi cualquier visitante al lugar.

También, porque si es cierto que la imagen supera a mil palabras a la hora de narrar cosas, en este caso la letra escrita -o hablada- es necesaria para darle contexto a la serie de estampas. ‘Nóstos’, solo una palabra, sirve para darle un significado. ‘Nóstos’: dícese de la «vuelta a la patria, regreso; llegada, viaje, camino, salida; probabilidades de regreso». Es el término griego al que ha acudido Navia para titular un conjunto de fotografías en las que conviven escenas de Armenia, Marruecos Italia, entre otros lugares tan aparentemente dispares pero en los que el fotógrafo halla, con su ojo entrenado, situaciones evocadoras de un pasado: de su pasado. Y da igual entonces situarse en culturas más o menos lejanas en espacio y tiempo. ‘Nóstos‘ es nostalgia y la nostalgia acude al reconocer patrones de una vida propia en la ajena que, de maneras totalmente inesperadas, se muestran ante su objetivo.

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No, no es una muestra sencilla. Porque el camino que propone es muy personal pero hay que entenderlo como una invitación a que esa reflexión sobre la vida de uno, con sus nostalgias, sea una invitación a variar la manera en la que viajamos a sitios remotos, cambiando el enfoque del descubrimiento al ‘re-descubrimiento’ al que aludíamos antes. O lo que es lo mismo, a jugar a encontrarse a sí mismo mediante el uso de la memoria para concluir que de un modo u otro, y tal como reconocía el propio Navia en una entrevista, «todos los lugares son el mismo lugar, todas las personas son la misma persona, todas las fotos son la misma foto».

A través de la ventana que nos propone el artista hallamos esta extraña mezcolanza de temas y paisajes en los que la quietud de un campo de trigo se combina con la perturbadora mirada de un muchacho que camina; o la foto de la foto de un beso; o una imagen de texturas sufrientes en estatuas o paredes; o fiestas de todo a cien… todo vale si cada detalle habla. Buscarlos, reconocerlos, redescubrirlos. Eso.

Faltan en las paredes los versos, las citas que explican cada cuadro. Es algo que sí se halla en el libro sobre el que versa la muestra, tan recomendable como inquietante la presentación de la obra ante los ojos. Una mano tendida hacia un viaje personal. ‘Nóstos‘.

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