Final de la segunda temporada de Arrow. La traca final volvió a dejarnos sin aliento a los que seguíamos las aventuras del arquero de Starling City, por mucho que quede sobre la piel el poso de la trampa. Son las reglas del juego, las que aceptamos ya en la primera tanda, aunque forzadas hasta el extremo en el adiós de esta segunda que, gracias a los vericuetos del guión, se ha cerrado con una sensación de plenitud y de originalidad. Vamos, que Stephen Amell sigue en plena forma.
Han cambiado muchas cosas en la ciudad desde aquel lejano terremoto. Oliver Queen ya no es un asesino, tal como se propuso tras ver cómo su mejor amigo moría en sus brazos. Y aunque el paso de las semanas le ha ido colocando en una situación absolutamente límite, en la que matar hubiera sido más que comprensible (entiéndanme el contexto de la serie, por favor), finalmente [OJO, SPOILERS] se ha mantenido fiel a su promesa. Y no le fue fácil, cuando hasta Felicity -sí, Felicity– le conmina a darle matarile al villano.
Y aquí entramos en materia. El villano. De lejos, el mejor personaje de esta segunda temporada. Slade Wilson da miedo. Porque está loco pero, al tiempo, es tan frío y cerebral que, en la partida de ajedrez que le plantea a Green Arrow, va siempre con varios cuerpos de ventaja (en sentido literal, casi). Sobrado y prepotente, su triunfo durante buena parte de los capítulos no es ya tanto esa fortaleza sino la percepción de que realmente Oliver será incapaz de frenarle. Porque sí, sabemos dónde estamos y damos por hecho que el bueno ganará al final pero la empatía con el héroe humano que duda, se hunde y llora, nos empapa de la misma desesperanza que habita bajo la capucha verde. Wilson impone. Su voz es un trueno; su ira indisimulada infunde terror y nada parece detenerle. Ni siquiera Arrow.
Apunte dos: Felicity. Qué de vaivenes. Qué pava a veces, qué obvia en otros momentos, qué imprescindible al final. La chica ‘multiusos’ sigue mostrándose como la dama blanca de la serie, todo inocencia y torpeza, tan inteligente como ilusa. No me han gustado nada la mayor parte de sus líneas durante la temporada. Su duo con Diggle ha resultado muy previsible y soso. Es la voz de la conciencia de Oliver, por ahí bien, pero ambos personajes han sido muy planos esta vez. No me han enganchado, no me han transmitido la química de la primera temporada y solo en momentos puntuales me han interesado. El último capítulo, al menos, es como para reconciliarse con ella porque es la verdadera heroína de la resolución de la trama. Solo por eso se le perdona el inevitable momento sentimental una vez que todo queda ya resuelto tras otra gloriosa y espectacular pelea final. ¡Otra conclusión de videojuego!
Y Oliver, claro. El héroe atormentado ha tocado fondo en esta temporada. Slade le ha sometido a pruebas casi inhumanas que le han dejado al borde de… mejor dicho: que le han hecho rendirse. Ha aceptado su muerte, su derrota y se ha mostrado más vulnerable que nunca. Es verdad que por culpa de Wilson le ha pasado de todo: ha perdido su empresa, su dinero, a su hermana, ha visto morir a su madre. Su novia le ha dejado (bueno, esto no es culpa del enemigo, pensamos). Y él, estoico, mirada al cielo, deseando gritar sin poder hacerlo. Rendido, débil, aguantando los golpes una y otra vez y una y otra vez. Ejemplo de paciencia.
No le ha quedado más remedio que asociarse. Su secreto ha empezado a no ser tal. Ya hemos perdido la cuenta de la gente que sabe quién es y uno de los méritos es haberlo tornado en una ventaja por mucho que entre los que conocen su identidad haya asesinos sin control, ‘novias de toda la vida’, enemigos que vuelven a escena cambiando de bando o gente más bien inestable.
La tercera temporada se presenta emocionante con estas premisas. Tras el inmenso reto que ha supuesto Slade Wilson alias ‘Deathstroke‘, ¿qué más veremos? El arquero negro, desvelado su parentesco con Thea, está confirmado como uno de los personajes principales. Habrá que ver dónde se sitúa exactamente y cuál será su papel. Que la hermana de Oliver haya cogido su mano en ese océano de desesperación en el que acabó tras los desengaños familiares y con Roy, ya hay quien ve en ella a alguien que cambiará mucho y se mostrará de una forma inédita. Es la misma línea que afecta a Laurel. Otro personaje que «se dejaba llevar» (ejem…) acaba la temporada rehabilitada, iluminada y está en la Red que el regalo de la chupa negra de Sara puede ser algo más que un obsequio. El ‘team Arrow‘ parece seguir creciendo. Los retos, también. Las ganas de que empiecen ya los nuevos episodios, más aún.
Un comentario en “Arrow sigue subiendo la apuesta”