El placer de construir y deconstruir

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Se retuercen las líneas sobre el plano trazando perfiles caprichosos. Los ladrillos de color van y vienen y la próxima decisión se antoja tensa y capaz de quebrar el equilibrio que, hasta ese punto, rozaba la más bella de las armonías. Sí, es un juego de mesa, pero también un alegato de abstracción ejercido de forma simple, efectiva y estimulante. Es ‘Bauhaus‘, una reciente creación española que, con unas reglas excepcionalmente sencillas, ofrece unos minutos de exigencia mental en la que el objetivo es hacerse dueño de los mayores territorios posibles que se crean sobre el tablero. Veamos cómo.

Cada jugador -de dos a cuatro admite el juego- parte, al inicio de la partida, con ocho fichas de su color. La primera la colocará sobre el tablero en una ‘ronda cero’ pero a partir de ahí el motor del juego son las cartas. A través de ellas podemos introducir nuevas fichas o interactuar con las que hubieran colocado previamente los rivales moviéndolas o intercambiándolas en beneficio propio o perjuicio ajeno.

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Hay cuatro posibilidades en cada turno. Esta carta, por ejemplo, permite poner en juego una ficha propia

La otra posibilidad es usar las barreras. Como en el caso de las fichas, existe una carta que permite moverlas de sitio. Se trata de un arma estratégica importante porque con ello se pueden desmontar los planes de los rivales o completar un territorio nuestro. En importancia está muy a la par con la que permite coger de la reserva dos palitos y situarlos donde uno quiera. Matizamos lo de la libertad porque la mayoría de naipes que sirven para colocar límites tienen impreso un dibujo que hay que respetar a la hora de plasmarlo sobre el tablero. A veces nos vendrá bien; otras no tanto porque, como no se pueden cerrar espacios vacíos, la cosa se va complicando por momentos y será normal vernos en la tesitura de acabar una jugada con menos puntos de lo deseable antes que ayudar a un rival.

Por lo que van leyendo ya van viendo que no es extraño, más bien al revés, que sin poder cumplir la jugada pensada nos dediquemos a chinchar a algún enemigo. Eso le aporta al juego una intensa interactividad, una lucha directa que a medida que aumenta el número de participantes hace el juego menos estratégico y sesudo que con dos personas. Al haber siempre cuatro cartas disponibles sobre la mesa, con dos jugadores se puede pensar con un poco de anticipación. Con más gente, lo único que queda es esperar a ver qué situación existe cuando te vuelve el turno para tratar de optimizar lo máximo el movimiento. En este caso, es un buen consejo hacer bueno aquello de «más vale pájaro en mano…».

Partida a tres. Azul lo tiene muy bien para ganar. A la derecha, las cuatro cartas para el jugador en turno
Partida a tres. Azul lo tiene muy bien para ganar. A la derecha, las cuatro cartas para el jugador en turno

Y esto es ‘Bauhaus‘, básicamente. Tan sencillo y tan profundo. Un juego tonto pero inteligente. En el que hay que pensar cómo cercar la mayor cantidad de fichas de nuestro color en terrenos del máximo tamaño posible, pero en el que el instinto -y la mala leche- acaba ayudando. En definitiva: un sistema de juego elegante en el que destaca el equilibrio entre la construcción propia y la destrucción ajena. En la medida en la que uno entiende ese proceso nos hallamos ante una apuesta segura para enganchar varias partidas seguidas y también para introducir a neófitos en la materia. Aunque visto el previsible pique, lo de deconstruir puede que se nos vaya de las manos…

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