Corre, Lola, corre

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Una mujer, un cuerpo, una instantánea que perfila el deseo. Es el escorzo de una mandibula tensa en posición imposible y extática, acelerado el trazo obsesivo hacia el infinito que se extiende más allá del lienzo. Es erotismo. Se llama Lola. También Andrea. Ella se llama Annette Schock, artista alemana que ha expuesto la muestra ‘Curvas‘ hasta el pasado sábado en la Casa de la Cultura de Majadahonda, en Madrid.

Schock reconoce inspirarse en la película alemana Corre, Lola, corre para reflexionar sobre ese efecto perverso que viene en conocerse popularmente como ‘mariposa’ basado, como saben, en esa creencia casi legendaria de que el batir de las alas de una mariposa en un lugar del planeta puede motivar una tempestad inmensa en las antípodas. Es una forma pseudocientífica, tal vez, de hablar de las casualidades y de meterse en ese difuso y hasta onírico mundo del «y si…», de las mil y una posibilidades que ofrece el día a día y la potencialidad de que algo sea muy diferente solo porque un detalle ínfimo sea diferente.

No deja de ser un anhelo de cambiar las cosas que entronca con ese deseo imposible de retroceder en el tiempo para intentar que el presente sea distinto. Pero cuando la vida simplemente ES, ¿cómo saber las consecuencias futuras de nuestros actos? Nos volveríamos locos pensando en que el más ligero cambio puede resultar funesto… o no. Y sin embargo, a veces pasa.

‘Corre, Lola, corre’, en palabras de la Schock, refleja con exactitud ese efecto. En la cinta, la protagonista sale corriendo para salvar la vida de su novio. La premisa se repite tres veces, articulando un cuadro con tres posibilidades que dan lugar a desenlaces muy diferentes partiendo de mínimos cambios en la secuencia inicial. No es un planteamiento muy original. Recuerdo la película ‘Vidas cruzadas‘ o, una que me gustó mucho, ‘Lluvia en los zapatos, más o menos con el mismo argumento. Schock lo intenta plasmar en el liezo con series, la mayoría, en la que las variaciones de un mismo motivo -en este caso, la mujer desnuda- conforman un todo, un fin, al que se puede llegar a través de caminos muy diferentes.

Es lo que ocurre, por ejemplo, en la serie que la propia artista nombra como la misma película. Parecen retratos obsesivos de una misma mujer. Siempre en la misma posición, posando ante el espectador, con un ligero pudor que se desvanece en cada recoveco. A través de cada elemento contemplamos un instante, los mil y un matices que conforman un todo. Es una forma de verlo. Una para cada persona, para cada mirada. La otra también es obvia: cada vez que volvemos los ojos sobre algo, imperceptiblemente si se quiere, ese algo ya es diferente. Seis miradas a un mismo motivo es mirar seis cosas distintas. El «nada permanece» clásico, aplicado.

Además de ‘Corre, Lola, corre’, la expo le da protagonismo a otra mujer llamada Andrea. En este caso las series se integran en una misma obra otorgando a la figura movimiento y vida propia. Movimiento, precisamente, es el nombre de la tercera serie, que se nutre principalmente de apuntes que, como una hoja ruta, plasman el proceso creativo desde la fuente de inspiración hasta los coloridos escorzos que perfilan el deseo.

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