El alemán Reiner Knizia (1957) es el diseñador de juegos de mesa más famoso del planeta. Tiene en su currículo la nada desdeñable cifra de «más de 500 juegos» (según su propia página web), entre los que se encuentran algunos de los mejor valorados en los certámenes nacionales e internacionales del sector durante la última década.
Una ludoteca no puede ser considerada tal si en sus estanterías no hay alguna creación de Knizia. Títulos como Exploradores, Tigris & Eúfrates, Genial, Battle Line, Samurai o Keltis, entre muchos otros, son obligatorios y aunque el criterio para adquirir una caja no sea el diseñador del juego, las temáticas y las mecánicas de cada una de sus creaciones son tan diversas que ahora que llamamos la atención sobre el personaje, seguramente que sorprenderemos al constatar que siempre estuvo ahí, esperando a ver mesa en esa lluviosa tarde de domingo.

¿Pero qué ofrece Knizia? Mencionábamos la ‘temática’ de sus juegos. Error. No existe tal. El motor de sus inventos le debe todo a la formación en matemáticas del autor. Desde el montaje sobre la mesa hasta el momento de hacer el recuento final, los números mandan, independientemente del ‘envoltorio’. Generalmente proporciona entretenimientos abstractos en los que a través de las cifras, de una manera u otra, se decanta el triunfo. ¿Expediciones a un volcán?¿Runas celtas? Qué más da. Qué más nos da. Sumar y ganar. No hay otra.
Sin embargo, alguien tan prolífico en el panorama lúdico necesariamente ofrecerá, de vez en cuando, producciones no tan redondas como otras. Aunque se le reconoce como creador de algunas de las mecánicas más atractivas también se le critica mucho la reiteración de las mismas en sus juegos ya que, con leves variaciones, las ha implementado repetidamente en sus nuevos proyectos. Se le acusa, pues, de falta de originalidad. Aunque en su defensa habría que decir que usar un mecanismo que funciona e introducir matices para perfeccionarlo es algo muy común en otros colegas.
El debate no es pecata minuta en los ambientes y los foros lúdicos. De hecho, Reiner Knizia pasa por ser una de las figuras más controvertidas -si no la que más-, acerca de la cual existe más confrontación entre admiradores y detractores. Casi como si de una discusión entre aficionados futboleros, este hilo de la BSK en el que se anuncia la próxima creación del alemán (el juego Qin) es solo un ejemplo de hasta qué punto este hombre no deja indiferente a ningún jugón. Hasta un punto rayano en la fe.

Ayuda a condensar la atmósfera el que él mismo alimente su aura de gurú, lo que constituye otro motivo para la crítica. A través de su perfil en Twitter, Knizia se muestra enormemente activo también. Suele hablar de sus proyectos, de sus anécdotas personales y por encima de todo, del proceso creativo de un juego de mesa. Casi como aforismos, el diseñador plasma en la Red su particular visión del génesis de un nuevo juego, lo que en muchas ocasiones también se considera una muestra de altivez por su parte.
En mi cesta de patos también hay juegos de Reiner Knizia. Tengo, si no he contado mal y de momento, que al final siempre acaban llegando más (¿Samurai… el siguiente?) Exploradores, Battle Line, Sushi Bar, Ingenious y El Señor de los anillos. Cada cual con una mecánica distinta, con una ambientación ‘pegada’, es verdad, pero todos lo suficientemente diferentes entre sí como para que ninguno me recuerde al otro. Justo lo que pido: diversión.
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