Creo que no había tardado tan poco en revisitar una serie que había visto anteriormente. Ha influido la necesidad de escribir que suele ser habitual aquí en favor de la memoria a largo plazo. Pero, casi más, el ruido de fondo que me dejó en la cabeza en su momento el visionado. Sí, definitivamente The Leftovers es una de esas experiencias que te vuelan la cabeza. Vuelvo aquí, pues, tras una revisión del contenido, una lectura del libro en el que se basa, y la escucha del soberbio monográfico del podcast La Órbita de Endor (LODE) sobre ella. Material extenso que, anticipemos, te deja con ganas de más. Así es The Leftovers.

Así es si le concedes la oportunidad, algo que, por otra parte, no es tan sencillo. Coincido con estas voces de LODE en que el acercamiento a The Leftovers requiere cierta dosis de paciencia e incluso de fe para ir y creer en más allá de un desarrollo lento y de una aparente carencia de trama, al menos en los primeros episodios, los que en cualquier otra serie ya nos dejarían encandilados y salivando por ver más. Aquí no. [ACCEDE AQUÍ A LA RESEÑA DEL LIBRO]
Es cierto que el punto de partida es bastante atractivo -al menos para mi lo fue-, si bien puede hacer pensar que la serie será algo que no es. La cosa es sencilla: de una manera repentina desaparecen del planeta el 2% de las personas. Sin dejar rastro, sin aviso, sin motivo, sin un patrón, sin distinción de raza, religión, nacionalidad o condición… como por arte de magia, sin más, se evaporan millones. Y todo lo que vendrá después, tres temporadas que suman casi 30 capítulos, no es ni más ni menos que la crónica de un mundo dividido entre los que se fueron, los que se quedaron y el cómo lidiar con esta dicotomía desde nuestro lado.
El primer episodio de The Leftovers llama la atención porque, partiendo de esta situación, asistimos al caos que se ha generado: accidentes de tráfico, aviones sin control, amantes cuya pareja desaparece, familias rotas, niños (o madres) perdidos… es cuando la historia va a empezar a desmadejarse pero no al estilo de esas series de ciencia ficción en las que un hecho misterioso da origen a una trama en la que todo se pone al servicio de los presuntos porqués. En este caso los tintes responden más a los cánones del drama, pero al drama más personal y humano posible, al colocarnos en los ojos, la piel y las acciones de los personajes que más parecen haber perdido con el suceso.
Como se señala en el mencionado podcast, la producción pone en el foco a gente rota. Algunos lo mostrarán más que otros. Depende del momento, de la situación y del desarrollo del libreto, estos sentimientos aflorarán o no y lo harán de una manera más o menos explosiva o estoica. Todas las reacciones, por otra parte, presuntamente humanas dada la hondura del dramático suceso que, por cierto, se conoce como ‘Marcha repentina’ o como ‘Ascensión’ (terminología más propia de la novela).

El personaje principal, el más protagonista en libro y serie, es Kevin Garvey (Justin Theroux), el jefe de la policía de Mapleton, el pueblo que hace las veces de primer gran escenario para la historia. Garvey es el gran hilo conductor de la serie y, si bien no es que sea el actor más expresivo del planeta, sí que es sencillo ponerse de su lado y asistir a cómo sus traumas y su psique van conduciendo sus actos. Es la suya una perpetua lucha mental que no será nada fácil y, aunque sea una temeridad reducir el argumentario de la serie a unos pocos temas concretos, está claro que la relación de Kevin con sus neuras, sus relaciones con sus parejas y su familia, sus obligaciones como agente y su ¿locura? da para llenar muchos minutos del metraje.
Volviendo al podcast mencionado, me parece muy inteligente hacer un repaso de tramas por personaje y temporada porque, como es el caso de Kevin, hay notables diferencias entre el personaje que empieza y el que acaba la serie. El suyo, de alguna manera, es el ejemplo más paradigmático porque, si bien el momento en el que le conoceremos, tres años después del suceso, parece un tipo más bien rocoso (horas de gimnasio hacen que también lo sea en lo físico) y equilibrado, a medida que van pasando los episodios, las dudas, las creencias y la profundización de sus taras van desembocando en alguien aparentemente desnortado que, paradójicamente, y aunque no hubiera perdido a nadie cercano el día de la Marcha Repentina, va a ir dejando por el camino a muchos otros seres queridos de una manera u otra.

The Leftovers podría considerarse eso que viene en denominarse serie con un reparto coral dado que, más allá del protagonismo de Kevin y de Nora (en breve hablaremos de ella), no tenemos dedos en las manos para enumerar aquellos otros que merecerían casi una mirada independiente. Pero el mérito no es tanto del guión como del increíble trabajo de creación de personajes, una compleja labor que no siempre funciona pero que aquí rebosa credibilidad y empatía con el espectador. Dicho de otra manera, si te engancha la serie te importará la vida, el destino y las historias de todos ellos.
Nora. Nora es el otro gran pilar de la serie desde el punto de vista actoral. Nora es etérea y, sin embargo, Nora es pura verdad en la serie (aunque en el final se le pueda discutir eso). De entre todos los dramas que trajo consigo el día más dramático, la suya es una de las historias más deprimentes que se nos colocan ante los ojos: su marido y sus dos hijos desaparecieron aquel día. ¿Qué vida queda después de eso?¿Cómo sobreponerse, cómo seguir adelante? Ella circula entre todas las reacciones que uno esperaría en tal situación, sin dejar de lado la aparente locura que le lleva a hacer cosas raras o extremas. La suya es una historia de superación en el sentido de pura supervivencia pero por supuesto, con una carga en la espalda que la dobla en muchos momentos y a la que no podrá sustraerse en ningún momento.

No obstante, la complejidad de su personaje está dotada igualmente de un aura que te atrapa. Es una mujer magnética. El trabajo de la actriz que le da vida, Carrie Coon, es apabullante y sobresale casi como ninguno en la serie. Y eso es decir mucho porque buena parte de la culpa de considerar muchos personajes como perfectos se debe a la labor interpretativa de todos.
Precisamente en eso es donde Kevin igual flojea un poco. Un tipo al que difícilmente le veremos torcer el gesto, siempre muy rígido e incluso cuando se le escapan las lágrimas rayando un cierto tono lastimero y sobreactuado. La contrarréplica de Nora en todo momento, la visceralidad de sus expresiones, el titilar de su voz o la gestualidad, el lenguaje corporal y las miradas configuran un retrato tan sensible como real.

Y eso es extensible a casi todos. Difícil quedarse con uno sobre otro, tal vez el viaje por The Leftovers constituya una experiencia tan personal que cada cual habrá sentido más próximo a uno u otro al final de la aventura. La bondad inquebrantable de Tom, los cojones de Patti, la maquiavélica Meg, la angustia de Laurie, el pavo de Jill, la frenética cruzada de Matt, los venazos violentos de John, las paranoias del padre de Kevin… joder, es que hasta el loco ese que va matando perros merece la pena.
El desarrollo de la serie durante las tres temporadas de las que consta tiene en cada tanda de capítulos un escenario. La primera ocurre en Mapleton. La segunda hace tabula rasa con lo anterior y acaece en un lugar llamado ‘Milagro’, el único mayor de cinco mil habitantes en el que la Marcha Repentina ha pasado de largo.

Eso genera una histeria colectiva que acaba convirtiendo en poco menos que presos a los habitantes del pueblo mientras que fuera se produce un movimiento masivo a caballo entre las peregrinaciones religiosas, las raves multitudinarias, los apocalipsis zombie o los campamentos de verano. Todo ello gente sin oficio ni beneficio, la mayoría, que pretende entrar al municipio para imbuirse de esa excepcionalidad en un contexto global de por sí ya excepcional.
Los que sí lo consiguen de manera legal se encuentran una comunidad más bien cerrada y que, por supuesto, esconde bastantes secretos, pero eso no quita para que los personajes que resisten de la primera temporada confluyan hacia este rincón. Kevin, ya emparejado con Nora, tendrá expedito el pase pero el resto… ay, el resto.

Lo que comienza a ponerse más de manifiesto en este segundo curso es la cierta deriva hacia lo fantástico que toma la producción, a medida que unos y otros ahondan en sus respectivas obsesiones. Dado que Kevin copa el protagonismo, su evolución es particularmente descriptiva de la deriva de la serie hacia lo indefinible. Y es que el ya policía retirado descubre en este tramo de The Leftovers un poder inexplicable que comienza a crear una nebulosa en el espectador entre lo real y lo onírico. Sus recurrentes resurrecciones, sus desconexiones o los episodios de los que luego no se acuerda dan mucho juego pero nos hacen dudar ya, a esas alturas, de si estamos ante un psicópata o ante un nuevo mesías algo que, como se verá en lo sucesivo, es una teoría no del todo descabellada.

La tercera temporada vuelve a cambiar el registro de manera radical y la serie viaja a Australia. Es allí donde Nora y Kevin van en unas presuntas vacaciones que comienzan a torcerse ya antes de subir al avión. Es cuando ella le descubre a Kevin un fajo de billetes que tienen un destino: pagarse un viaje a la incertidumbre de un viaje al ‘otro lado’ que un científico parece haber descubierto. Y entre ese anhelo de Nora por ver si al fin logra contactar con su familia evaporada y las cada vez más frecuentes idas de olla de Kevin se produce un distanciamiento entre ambos en los que cada cual vive una historia divergente que solo al final, muy al final, al final de todo, volverá a unirlos cara a cara.

Y ese final sin artificios, mirándose a los ojos tras décadas de ausencias, viene a ser el punto de serenidad a un viaje inigualable que concluye de la mejor manera. O eso creemos, cerrando una historia de amor y de personas rotas que trasciende el tiempo y el espacio. Y sí, en este final humano quedarán sin resolver preguntas, como la más obvia: ¿qué pasó aquel día de la Marcha Repentina? ¿Suena loco? Pues qué les voy a decir, que obviamente así en frío y si no han visto la serie y leen lo estrafalario del argumento, sin duda parece una excentricidad pero ¡ay, amigos, si les engancha esto! Qué viaje: el de la pérdida, el de la culpa, el de afrontar el duelo, el de todas esas cosas no dichas que nunca se dirán, el de ser y sentirnos nada en la inevitabilidad del destino. Caprichoso en la realidad y muy caprichoso en la ficción pero caprichoso, al fin y al cabo.
La fotografía, claro. La música. Otros dos aspectos a los que solemos atender y que rozan la perfección. Pelos como escarpias al escuchar nuevamente esto:

2 comentarios en “The Leftovers: la serie de HBO”