Las ‘Cartas al director’ de Cristina de Middel

Concebidas casi como los últimos reductos de libertad genuina en un periódico, las cartas al director son actualmente una de esas cosas que mantienen todos los periódicos y que, por puro anacronismo, contemplamos casi con ternura. La irrupción de internet y de las redes sociales han minimizado el impacto de esos textos que los lectores enviaban a las redacciones donde daban rienda suelta a sus comentarios, opiniones, quejas o deseos. Una tribuna abierta que alcanzaba todo tipo de temas y en los que era posible aportar un punto de vista diferente.

 ‘Cartas al director’. Que sea precisamente ese el título de la exposición dedicada a la fotógrafa Cristina de Middel (Alicante, 1975) en la Sala Canal de Isabel II de Madrid es, por todo lo expuesto, una declaración de intenciones para entender el hilo conductor de las imágenes que contemplamos. Y es que De Middel no es una ‘simple fotógrafa buena’, que también, sino una ‘fotógrafa buena con conciencia’. Y el matiz da para ofrecer un discurso que, más allá de las temáticas, y haciendo honor al reclamo de la muestra, se sale de lo convencional y busca nuevos enfoques (literalmente) a los temas más recurrentes en los medios.

Así, asuntos como las guerras, la violencia, la sexualidad o las migraciones rompen el esquematismo que ofrecen los medios y adquieren una nueva dimensión en el objetivo de la fotoperiodista. Concibe cada tema de forma profunda, creando una línea narrativa que invita al espectador a reflexionar no solo en torno a lo que se muestra, sino al contexto que consigue aportar a cada toma o cada material adicional que aporta. Por ejemplo, las primeras series que se muestran en el antiguo depósito de agua del Canal de Isabel II, ‘Vida y milagros de Paula P’ (2009), y la segunda, ‘Gentlemen’s Club’ (2015-2023).

Ambas giran en torno al sexo como eje. En la primera conocemos a Paula, una prostituta de mediana edad que ha convertido su profesión en mucho más que un medio de vida: la cámara se adentra en su actividad pero también en la intimidad de su vida. Se trata de un retablo que transmite algo mucho más humano, veraz y profundo porque en paralelo a las imágenes más insinuantemente crudas se contraponen las de un hogar en el que muchos detalles, por qué no, nos transportarán a escenarios conocidos. No hay que pensar nada raro: no diferirá mucho su casa de la de cualquier abuela.

‘Gentenmen’s Club’, por su parte, también ahonda en el aspecto más intangible de la prostitución. Pero en este caso, De Middel hace un ejercicio periodístico típico, que consiste en ir más allá de las protagonistas obvias de esta actividad y centrar la mirada en sus clientes. Pero la vuelta de tuerca llega en la manera de hacerlo. Lejos de dejarse llevar por prejuicios e ideas preconcebidas, su trabajo explora los motivos por los que una persona acude a estos servicios.

El resultado es una serie documental de casi una década y que alcanza hasta el presente en el que todas las imágenes son retratos de estos hombres. Sin vendas, sin esconderse, sin ceremonias: todas las fotos hacen gala de una extraordinaria calidad formal que seguramente nos llamaría la atención incluso si no nos dieran su contexto. Pero el valor añadido es que, en la presentación de cada una, se les ha añadido una breve semblanza del caballero en cuestión en la que, además de su edad y profesión, traslada los motivos que explicó cada uno para recurrir a la prostitución, cómo fue su primera vez, etc. Y como sospechábamos, en este catálogo de fichas con rostros de casi todos los continentes hay de todo, incluso personas aparentemente normales.

La inmigración, que es otro tema que encontramos habitualmente en los noticiarios, también es tratado de una forma diferente en ‘Cartas al director’. De Middel mira en este caso hacia América, al recorrido que conduce a estas personas en pos de lo que creen un sueño, esto es, entrar en Estados Unidos. Se trata de un camino de muerte, de violencia, de sueños rotos y anhelos quebrados ante los que esta vez el objetivo no muestra ninguna piedad, de acuerdo a esta filosofía de ignorar los remilgos: desde escenarios desolados, objetos perdidos que ya nadie reclamará, huesos, fotos de rostros olvidados… subyace el mensaje, nuevamente. Esta parte se denomina, paradójicamente, ‘Journey to the Center’ (2015-2022), dado que este ‘Center (of the world)’ es el nombre de un local que encontró la fotógrafa justo en el lado ansiado de la frontera.

La última gran sección de ‘Cartas al director’ está dedicada a la guerra de Afganistán, en la que De Middel busca una retórica diferente a la del campo de batalla. Con ‘The Kabuler’, la fotógrafa nos mete dentro de una parte de la sociedad local, de sus costumbres, sus formas de vida, sus lujos y, por qué no también, sus miserias y su manera particular de entender la convivencia. Retratos y un cierto costumbrismo que nos aportan una imagen más desconocida de un conflicto que, en realidad, bien podría ser cualquiera en cualquier otra parte del planeta.

La estructura peculiar de la Sala Canal de Isabel II favorece la puesta en marcha de ideas diferentes a la hora de plantear sus exposiciones. Y esa característica queda muy patente este vez, ya que se ha pretendido incidir en la idea jerárquica con la que se construye un periódico a partir de la estructura de plantas del antiguo depósito de agua. Por eso en la cúpula, que habitualmente queda reservada para proyecciones documentales sobre los artistas de cada evento, es esta vez una suerte de despacho del director. Un despacho, por otra parte, en el que nos ceden al visitante el sillón desde donde analizar la actualidad y aprehenderla desde nuestros propios criterios.

Esta concesión es más que obvia al entrar al edificio porque casi toda la planta baja -tienda y recepción al margen- quedan entregadas a una actividad casi lúdica con la que se recibe a los visitantes: la de rellenar nuestra propia edición de un diario a base de hacer un collage con la actualidad. Es una manera de explorar igualmente nuevas vías para aprovechar una visita en la que, más que nunca, tenemos más protagonismo y más medios para entender por qué con la imagen también es posible ‘escribir’ una carta al director con nuestra propia opinión.

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