
La vida sería más sencilla si todos los conflictos se decidieran sobre un tablero de juego, sea su naturaleza la que fuera. Obviamente podemos pensar en los wargames como mejor ejemplo: es mejor sacrificar fichas de cartón que vidas humanas. Reduciendo la trascendencia y bajando un escalón para ir a nuestro día a día, la política es otro de los ámbitos en los que hay espacio más que suficiente para tomarse la cosas con un cariz más agradable y lúdico. ¿Imaginan que todo este jaleo catalán se decidiera sobre una mesa? Bueno, igual para los que rechazan de plano la hipotética independencia tampoco es la mejor idea porque, verán..
Más allá de las urnas, hace unos meses salió al mercado un juego de cartas que se llama ‘Som el que decidim!‘, una creación tan peculiar en cuanto al tema como a los conceptos que maneja el manual. Por ejemplo, existen los llamados ‘niveles de centralismo’ que atañen a la dificultad de la partida, o los finales, que bien pueden desembocar en la intervención de la Generalitat por parte del Gobierno nacional o en una consulta y la subsiguiente declaración unilateral de independencia lo que, por cierto, supone el triunfo para los jugadores. Solo queremos mencionar el juego, pero para ampliar la información sobre el juego no dejen de visitar la web ‘Consola y Tablero‘, que explica sus mecánicas de forma más detallada.
A medio camino entre la experiencia lúdica y el debate y la reivindación política también llegó tiempo ha con unos naipes llamados ‘Cartas catalanas, el juego de cartas de los Países Catalanes‘. Resultó polémico porque, en esa Cataluña independiente que se pretendía por parte de los creadores de la baraja, estaba incluido no solo esta comunidad autónoma sino Baleares, la Comunidad Valenciana, parte de Aragón y Murcia e incluso Andorra y una pequeña parte francesa. Según la web ‘No hablamos catalán‘, los diseñadores hacían suyas todas las tierras donde «la gente entiende la lengua catalana«. Sería la primera vez que saber idiomas es algo excluyente…
Más pretendidamente ajustado a lo histórico, hay varias creaciones que narran los hechos del 11 de septiembre de 1714, fecha que se celebra cada año en la ‘Diada‘ y que viene a ser una especie de ‘fiesta nacional’. ‘1714: The case of the Catalans‘, ‘11 de Setembre‘ o el más reciente ‘Victus: Barcelona 1714‘, entre muchos otros, ponen en el foco la defensa de Barcelona durante la Guerra de Secesión española en la que, generalmente, el éxito para el jugador viene dado precisamente por resistir a la conquista por parte de las tropas borbónicas. Sobre este tema, no obstante, hay más opciones.

Jacques Rigaud (1680–1754) / Parr / Bowles – Institut Cartogràfic de Catalunya – Wikipedia
Son hechos históricos que, ya lo vieron con motivo de estas últimas elecciones, marcan el presente y tensan una realidad que, en la calle, es muy diferente a la que se percibe a través de los medios. Porque andar por Barcelona siempre es un placer. Respirar el sabor de los distintos barrios, el carácter tan marcado de sus zonas… sí, como cualquier ciudad, pero diferente. Pasear por el Paseo de Gracia, por ejemplo, es algo que no es ni mejor ni peor que hacerlo por la Castellana de Madrid, pero la experiencia es peculiar y me atrevo a decir que mucho más agradable. El ambiente pretendidamente elitista que se palpa choca de frente con guiris de manual, de esos con chanclas y calcetines y piel enrojecida hasta niveles radiactivos. Y aún así, si uno mira al cielo puede ver joyas modernistas como la Pedrera o Casa Batlló; y más aún, mirando al suelo es imposible dejar de admirar los adoquines hexagonales de Gaudí… los que aguantan, claro, que estas teselas suelen ser un motivo de recuerdo (prohibido) bastante recurrido. Si su espíritu cívico no le permite el robo indiscriminado del patrimonio, apunten un juego: ‘Gaudí‘, de 2002, una especie de Carcassone hexagonal en el que ir cuadrando todos los ‘dibujitos’ que los barceloneses pisan a diario.
No todo es Modernismo en la ciudad condal. Un lugar tan lleno de sorpresas y de opciones da para mucho más y el turista que se moleste en indagar más allá de la playa y las compras, bien lo sabrá. De eso va, precisamente, ‘Gaudim Barcelona‘, un sencillo juego en el los participantes deben colaborar para visitar los emplazamientos más famosos y adquirir un souvenir. Es bastante peculiar todo aquí, desde el marcador de turno, que representa a un autobús turístico, la oficina de objetos perdidos, la gastronomía local o esos taxis tan característicos. La experiencia de juego es azarosa, según ‘Consola y Tablero‘, pero como ellos mismos apuntan, el juego bien «podría convertirse en un perfecto souvenir por sí mismo».
El folclore es otro de los temas recurrentes de la geografía lúdica catalana. Los castellers han dado para más de un juego. El último y quizá más conocido y celebrado responde al mismo nombre, ‘Castellers‘, que viene apadrinado por el prolífico diseñador Reiner Knizia y en el que hay que ir haciendo estas torres humanas con catalono-meeples. Más modesto en cuanto a producción es un predecesor llamado ‘Apinya’t: El joc dels Castellers de Badalona‘ aunque alcanzar las mayores alturas es el objetivo común de ambos.
En cualquier caso y aunque este artículo no sea más que un breve apunte, lo cierto es que Cataluña y lo catalán conforma un entorno muy importante dentro de los juegos de mesa, tanto a nivel de temática, como ven, como de diseñadores, de editoriales y en cuanto a mercado, ya que son bastantes los nuevos productos que tienen su versión en aquel idioma, caso de La Oca o del Trivial, aunque ni mucho menos es para enfadarse como señalan en esta web. Rebajando tensiones, que ya dijo aquel que al fin y al cabo «la vida es juego y los juegos, juegos son», les recomiendo dos listas en la BGG para ampliar horizontes. Una, ‘Jocs en català‘; la otra, ‘My country is so small‘.
En ambas -me sugieren con mucho acierto desde Tranjis Games– se encuentran otros dos que es cierto que he omitido por desconocimiento, pero que bien merecen una mención por estar ambos inspirados en un par de elementos muy característicos de la cultura catalana, los calçots y los correfocs: ‘Calçotada Wars‘ y ‘Guspira‘.
El primero va a divertir pero casi más, a dar hambre, porque está dedicado a esa comida-celebración tan típica en la que se come una variedad de cebolla a la brasa acompañada normalmente de una deliciosa salsa romescu. La gracia, aparte del sabor maravilloso, es la estampa de comer estos vegetales con las manos, con un babero y sin muchos miramientos. Delicioso. El juego es de cartas así que, que nadie le hinque el diente (ni mucho menos pongas los naipes al fuego), pero por su sencillez y temática permite, por qué no, acompañar una fiesta temática. Los patos se apuntan.

‘Guspira‘, por su parte, recrea el mundo de los correfocs. De nuevo nos hallamos ante cartas que hay que jugar buscando el objetivo de obtener más puntos al final de una partida caracterizada por dosis de estrategia y mucho, mucho color.