Defensa de un tipo normal: Sergio Ramos

El defensa, durante el partido ante la Juve | Foto: @SergioRamos
El defensa, durante el partido ante la Juve | Foto: @SergioRamos

Bien, es obvio que dar patadas a un balón no implica la actividad intelectual más intensa del planeta. Tampoco correr, nadar, o montar en bici. Ni siquiera hacer un bizcocho o montar un mueble (aunque los de Ikea, a veces exijan casi una ingeniería…). Estamos de acuerdo en que resulta casi insultante el que saber jugar a la pelota le sirva a gente para viajar gratis, mantener un cuerpo perfecto por obligación y conducir coches de ensueño cuando, entretanto, tal vez usted y yo haya tenido que hincar (mucho) los codos para aspirar a un trabajo a veces mal pagado e insatisfactorio, en el mejor de los casos. Pero ni usted ni yo somos futbolistas, claro, solo gente normal.

Mi defensa de Sergio Ramos debe empezar precisamente por incluirle en este grupo. Es verdad que a veces ha dado lugar a la mofa por sus torpezas (léase el episodio de la Copa del Rey atropellada) o por sus fallos en el campo (ese penalti contra el Bayern)… anécdotas a los que está expuesto por ser quien es y tras las cuales, sobre todo en lo deportivo, ha dado muestras de una personalidad fuerte y valiente, por mucho que nos pusiera el corazón en un puño a todos los que, tras todo eso, nos temimos lo peor…

Pero el personaje va más allá del futbolista y me da rabia y vergüenza ajena que la envidia, que creo que no es otra cosa, motive la mayor parte de ataques hacia casi todo lo que hace fuera este hombre fuera del ámbito de lo futbolístico. Hay varios episodios particularmente reseñables que quiero comentar.

Uno. Este verano lanzó un ‘tuit’ (el que ven arriba) en el que felicita a la selección española femenina de waterpolo que ganó el Mundial… tres semanas después del hecho, movido al ver la repetición del partido en Teledeporte. Una metedura de pata que proporcionó, por ejemplo al  diario Marca, una de las noticias más leídas del día y que, la última vez que miré, llevaba más de 700 comentarios. Un despiste imperdonable, se supone, ya que todo el mundo está al tanto de la programación de esa cadena pese a que las reposiciones son constantes y engañosas y todo el mundo lleva a gala estar a la última sobre deportes minoritarios. Esa proeza deportiva le pilló a Ramos en plena pretemporada en Estados Unidos. Días después se le supone aburrido en casa, enchufa la tele y se queda viendo waterpolo femenino. Y gana España. Y se alegra. Y lo comparte. Y se equivoca. ¿Y qué?

ram02Dos. Hace no mucho se publicó un libro sobre el futbolista, una especie de biografía autorizada. Tengo que reconocer que no la he leído. Recuerdo que recibimos la noticia sobre esta publicación en el trabajo y uno de mis compañeros empezó a reírse de una manera estridente criticando el posible contenido y lo que tuviera que contar el jugador. Vuelvo a lo de antes: Sergio Ramos no es Albert Einstein. Pero mi compañero -ya se lo digo-, mucho menos. Y permítanme que sospeche que tampoco era uno de los que se mofó en las redes sociales. A veces se nos olvida que todos somos personas. Que algunas tienen más suerte que otras pero el ser jugador del Real Madrid o barrendero no es motivo para que no haya una historia detrás que merezca ser contada. Yo no sé cómo ha sido la vida de Sergio Ramos. No sé los problemas que tiene ahora (que los tendrá), ni los que tuvo cuando era pequeño en su casa, en su ciudad, ni qué afectaba a su familia, ni cómo fue su vida cuando era tan anónimo como cualquiera de nosotros. Pero descartar una historia -una posible buena historia- detrás me parece despreciable por parte de este compañero y de todos los que piensan que hay alguien que no tiene nada que contar. Quizá es que al final soy periodista y no lo sabía. Llámenme loco.

Tres. El episodio que más me indignó fue el de la felicitación navideña del Real Madrid, en la que recita en apenas 20 segundos un texto mínimo en inglés. Su acento es pésimo, la pronunciación rígida y se nota a la legua que lee porque no tiene ni idea del idioma. Bien, pues esto se tradujo en aquel momento en una suerte de escarnio público acerca del ridículo, de la vergüenza y de lo inútil que era. Me sangraban los ojos leyendo ese tipo de cosas mientras pensaba que seguramente los cientos, miles, de chascarrillos, críticas y burlas vienen motivadas desde la base de que todos los españoles, sin excepción, somos bilingües. Igual si nos ponen a cualquiera ahí tampoco lo hacemos mejor. Pero el caso es criticar, vaya, reírse de la ignorancia ajena para enmascarar la propia. Si ni nosotros mismos nos respetamos, ¿cómo vamos a ir pidiendo lo mismo por ahí? ¿Creen que los niños de otros países que ven y escuchan a su ídolo se van a reír? ¿Creen que Ramos, de verdad, va a estar preocupado a estas alturas por esto? Igual es un buen ejemplo de que tenemos mucho por mejorar y no quedarnos estancados riéndonos y conformándonos con lo poco que sabemos. O de ser más educados y respetuosos. O de todo a la vez.

Cuatro. Ramos es un tipo tan normal que hasta se enamora, fíjense. Ha sido lo último. El otro día apareció, guitarra en mano, para cantarle una canción a su novia mientras la entrevistaban en un programa de televisión. Qué quieren que les diga. Él no necesita eso, sin duda. Tiene tanto dinero como para hacer lo que le dé la gana, organizar un viaje, comprar un regalo o cenar en cualquier restaurante del planeta. Pero salió cantando para darle una sorpresa a su chica como todo hijo de vecino hace o haría para hacer feliz a la persona a la que ama. Olé sus narices. Da igual ser uno de los capitanes del mejor equipo de la historia o un pato descarriado. Bravo por la gente normal con sentimientos, sin complejos y, en contra de lo que piensen, humilde. No hay más que ver el vídeo y ver cómo se despidió: «…un placer, yo sobro aquí…», con un más que notorio sonrojo. Lo peor de la ‘actuación’, la camisa que llevaba. Pero no me lo tengan en cuenta, que la cosa es criticar.

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