Marzo, 1796. Savona. El fin

Aciago marzo. Los hados resultaron esquivos en una tierra en la que la torre León Pancaldo ha sido testigo de la derrota del emperador cuando aún ese título no era más que un sueño, que en eso quedó la intención. La victoria se paladeó brevemente durante el primer mes en un inicio alentador: Turín cayó sin oponer resistencia apenas y Marengo se tiñó de azul, eje del camino que habría de conducirnos a Klagenfurt el año que viene. Sin embargo, decidí separar las fuerzas desde Marengo para conquistar Milán al norte y Savona (ah, Savona) al sur, sobre la línea de mar.

Despliegue inicial, con los objetivos marcados

El inicio fue el final. Sengel, Augereau, Kilmaine y Serurier esperarán refuerzos por la eternidad a la vista del Po, en una ciudad defendida por estáticos comandos que no hubieran resultado más que entrenamiento para nuestros hombres. Es por ello que nuestro camino a la gloria debía iniciarse en la costa. Savona, claro. Sin contar entre los objetivos, su importancia estratégica no ofrecía más opción que conquistarla. Niza, apenas defendida por una guarnición, quedaba expuesta, de la misma manera que la desprotegida Turín. Además, Savona era la entrada a Genoa, ciudad enemiga desde que la historia es tal.

2º turno: Francia ha conquistado Turín y ataca desde el centro Savona y Milán, que no dio tiempo. Austria se distribuye y compensa la destrucción de las tropas de Piamonte.

Se levantaba el sol de marzo sobre el Mediterráneo cuando nos dispusimos sobre el campo de batalla. Aunque estábamos equilibrados en cuanto a número y calidad de fuerzas, su cañón resultó más efectivo que el nuestro en todo momento. Eso marcó la diferencia: debilitó nuestra primera línea e inutilizó nuestras baterías. La única unidad de caballería que desplazamos se quedó aislada en la reserva mientras que los cuerpos de infantería sufrían las acometidas del enemigo. No tuvimos ni suerte ni puntería: erramos disparos clave y además, ellos contaron hasta en dos ocasiones con la opción de ignorar el daño. No hubo opción. Apenas unos pocos salvaron la vida y Napoleón, proyecto de emperador, se despertó de su sueño un mes después de haber declarado la guerra. El atardecer del imperio murió en Savona.

La primera partida al ‘Field Commander Napoleón‘ se ha saldado con una estrepitosa derrota, sin llegar a completar la mitad del segundo turno y obligado a abandonar el juego tras la tercera batalla en la que participaba, ya que la derrota en esta última implicaba que Napoleón regresaba al área del mapa sin la compañía de ninguna de sus tropas, lo que constituye una condición de derrota.

Napoleón, derrotado y solo en las arenas de Savona

Llegar a ese punto ha costado unas dos horas. No hace falta que echen cuentas. La cosa no iba a durar las ocho o nueve que pudieran proyectarse si extrapolamos esta duración al resto de lo que iba a venir. El sistema de juego resulta sumamente sencillo pero la primera vez, ya saben… nadie nace sabiendo y la cosa cuesta. Hay que leer, releer, buscar ese caso para el que aparentemente no hay solución y tener mil sentidos puestos en esas cosas que no hay que olvidar y que, sin embargo, no hemos tenido en cuenta. Dudas y más dudas que deben resolverse a golpe de búsqueda y con un punto de lógica allí donde el texto no ofrece respuestas.

Al final de esta partida introductoria me di cuenta de que dejé de aplicar, que sea consciente ahora, dos reglas. Dudo que hubieran cambiado el curso de la historia (de la mía, digo) pero es un toque de atención para no perder la concentración.

FCN es mi segunda aproximación a un ‘wargame’ después de ‘Stalingrad Pocket II‘, juego que adquirí con muchas ganas y llevado tanto por opiniones a favor como por la alta susceptibilidad -según la caja- de ser jugado en solitario. Pero una partida fue suficiente para ser consciente de que luchar contra mí mismo no iba a resultar lo más divertido del mundo. Napoleón es un juego menos árido desde el punto de vista gráfico y del reglamento, lo que supone perder profundidad: es más directo y visual, no hay tantas fichas, las normas son infinitamente más sencillas (y eso que SPII es de los fáciles, en teoría) y hay menos variables a tener en cuenta. Aunque no he podido disfrutarlo a dos jugadores, que es su verdadera vocación, en solitario, que es para lo que lo he comprado, ni siquiera las ganas con las que lo adquirí han servido para que me haya convencido.

Sin embargo, con FCN la experiencia ha sido positiva. Temía por ello. La caja no es precisamente barata  y de no resultar agradable, su compra podría haber supuesto algo dramático. Pero ha sido más que eso:  emocionante. Aún con esa falta de ritmo obvia por aquello de que estuve más tiempo pegado al reglamento que al juego, el futuro parece prometedor y hoy, en el humillante regreso a casa tras la derrota, sé que volveré a Savona y la haré mía. Hay que pensar para escoger la mejor estrategia, adaptarse a lo que vaya surgiendo sobre el mapa. Hay que tener suerte también. No perdí únicamente por ella pero cuando me dio la espalda ya supe que no podría remontar. Quizá algún día halle algún truco para minimizar su influencia. Porque el imperio aguarda más allá de esa costa maldita en la que caí esta noche. He visto el ocaso. Quedan muchos amaneceres.

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