
Bueno, bueno, bueno, por fin estamos gozándolo. El Rayo Majadahonda cierra el año como líder del Grupo V de la Segunda RFEF. Líder destacado, además, en puntos y en autoridad, dado que es el club que menos goles encaja de la categoría y el que, a estas alturas del año, mantiene una mayor ventaja al frente de la tabla. Y no pierdan de vista que el que acaba primero obtiene un billete directo a Primera RFEF. Eso será allá por mayo o junio, pero de momento la cosa pinta ilusionantemente bien.
Durante estos años previos intento sacar un rato para hacer balance de la primera mitad del curso. No siempre tengo tiempo y, además, reconozco que no he podido acudir demasiado al Cerro, de modo que en los últimos partidos me he encontrado con una sorprendente novedad: el equipo no solo funciona, sino que se muestra solvente, competitivo y —puede que sea cosa de la confianza— muy sólido sobre el campo.
Empiezo estas líneas eufórico, por tanto. Horas después de asistir a uno de los partidos más plácidos y completos que le recuerdo al equipo: el 0-4 en Vallecas ante el Rayo B. Ya se me ha ido el frío, pero no la sensación de día de fútbol completo. No es que este filial sea una piedra de toque especialmente dura, pero sí venía sacando muchos puntos en su casa. Hasta que llegó el ciclón majariego que, además, hizo suya la grada. Otra agradable sorpresa esta.
Colorín al margen, el fútbol. Y ahí el equipo está más que enchufado. Obviamente, el dato de goles encajados delata cuál es el camino que ha tomado el equipo: defensa, compromiso y una extraordinaria eficiencia de su línea de atrás y del portero. Llevamos seis partidos (desde el 16 de noviembre) sin encajar un gol y, aunque nos hemos comido un par de 0-0 consecutivos últimamente, indudablemente es a partir de esta solidez como se ganan los grandes objetivos.
No por ello el portero ha tenido que hacer intervenciones milagrosas. Es decir, que si bien todo el equipo está implicado y complica mucho la circulación y la profundidad de los rivales, cuando ha habido que responder, Prieto lo ha hecho con mucha solvencia. Tiene mucho mérito porque, cuando un equipo decide manejarse en guarismos tan exiguos, tanta importancia tiene el gol como la parada que lo evite.
Pero Prieto solo es el primer eslabón de esa cadena en la que, a partir de su trabajo, todo funciona de manera más coordinada: todos se retroalimentan y el equipo da un salto cualitativo. Porque esa línea de cuatro en la que Dani Ramos nunca, nunca, nunca pierde el sitio tiene una escolta sobresaliente, con la solvencia de Durán o de Carmona en las bandas, por ejemplo, o de quien esté en la medular. Hay un esfuerzo solidario, algo que ya quisieran equipos de mayor pedigrí (¿cómo replicar esto, Xabi?).
Tampoco quisiera personalizar, más aún cuando no he podido ver todo lo que me gustaría. Pero sí tengo que reconocer que el centro del campo también se maneja con el talento como prioridad. Se mueve el balón más o menos bien, con sentido y con decisiones que suelen ser acertadas. En este caso, en Vallecas no hubo nadie enfrente, pero da la sensación de que el entrenador, Guille Fernández, ha conseguido que todos estén muy metidos. Y eso beneficia individualmente a toda la línea.
En ataque es verdad que falta una relativa contundencia. De hecho, el equipo ya ha presentado un refuerzo para la segunda vuelta que está llamado a contribuir en este ámbito. Y es que, a pesar de la goleada con la que se ha dado carpetazo a la primera vuelta, el equipo tiene unos números bastante discretos. El aporte de Yuya, Pol o Fran Pérez —héroe ante el Fuenlabrada la semana previa—, entre otros, es capital para ir sacando victorias: es el protagonismo obligado que debe asumir la segunda línea.
Aunque esta carencia sí es una asignatura pendiente, en mi opinión, no quisiera pasar por alto el excelente trabajo de Ilies, el 9 del equipo. Puede que el francés no vaya a reventar las estadísticas de goles, pero he de decir que, desde que los majariegos disfrutamos de Aitor Ruibal —hoy estrella en el Betis, de lo que no nos podemos alegrar más— aquel año en Segunda, no había visto a un tipo más generoso en el esfuerzo. No para de correr, de luchar por cada balón y de cuerpear con quien se ponga delante durante todo el partido. Creo que no es el perfil de delantero centro que arrase, pero sí de pura brega: infatigable. Perfecto para dar aire al resto.
¿Casualidad tras el cambio de propiedad?
Otros dos detalles. El primero tiene que ver con la propia gestión del club. Ya que no había tenido la oportunidad hasta ahora, y sea casualidad o no, esta buena salud con la que el Rayo Majadahonda cierra 2025 coincide con el cambio en la propiedad del club. De la época polémica de los Arribas, todo un viaje a ninguna parte, este verano se pasó a estar en manos de Javier Ruiz Poo.
Se trata de un empresario mexicano de poco menos de 40 años que, si bien tiene detrás un holding que define como un “grupo familiar”, asume la jefatura del club como “un proyecto personal” al que promete darle compromiso y “el cariño que se necesitaba, que no le han metido y con el que se puede volver al fútbol profesional”, según explicaba él mismo al tomar posesión del cargo.
“Si se puede subir en dos o tres años, seríamos felices”, añade. Bueno, para decir eso no hace falta ser un gurú: ya lo firmaríamos todos, pero al menos denota una cierta ambición. “Lo que tenemos claro es que este año debemos ascender a Primera RFEF”. Casualidad o no, insisto, vamos caminando firmes hacia buen puerto. Veremos si también consigue lo de techar de nuevo el campo, algo que también ha dejado caer.
Resurrección de la grada
El segundo de los comentarios tiene que ver también con una de las cosas que Ruiz Poo reivindicaba en su toma de posesión: que “el Rayo Majadahonda vuelva a ser el equipo de la ciudad […], recuperar a la afición, que el Cerro del Espino se vuelva a llenar”.
Bien, no ha cambiado mucho el panorama en la grada pese a estas nobles intenciones —echo de menos ver los partidos con mis amigos del cole—, pero sí reconozco que, al regresar al Cerro después de meses, asisto atónito a la resurrección de un grupo de animación —queréos un poco más y no os llaméis “ultras”, por favor— de muy jóvenes que no paran. No es que sean muchos, pero aunque según el rival siga pareciendo que jugamos fuera, están ahí, dale que te pego, y le dan un ambiente al campo que te cambia la mañana.
Y poco más. Que se respira ilusión, así que, pase lo que pase, disfrutemos. Que es Navidad.
Feliz Navidad, rayistas.
