La aspereza de una tierra indómita, violenta y en la que solo parece ser válido el imperio del más fuerte es el telón de fondo en torno al que se articula ‘Todo pueblo es cicatriz’, una cruda mirada hacia el México más salvaje y deshumanizado. Un retrato elaborado por Hiram Ruvalcaba, mexicano y crítico con lo fallido de un país, el suyo, siempre en entredicho.

A medio camino entre la experiencia personal, la ficción y la crónica, Ruvalcaba es capaz de trenzar una novela en la que tres historias aparentemente inconexas se enlazan no solo por la truculencia de los sucesos que se narran, sino por la proximidad con el autor: los asesinatos de su vecina Sagrario, de una mujer llamada Rocío y de Antonio, su propio tío. Cada episodio sucede, además, en una dimensión temporal diferente, por lo que ese trabajo de hilado que hace con cada historia va impregnado de sus reflexiones y del sentir de cada momento; también, de una forma inevitable, del cómo esto le va afectando personalmente en el futuro que va narrando.
Así, imaginamos el impacto de ver cómo Sagrario desaparece: un mito erótico para un niño inocente que no es capaz de captar del todo con claridad por qué, antes de su muerte, esta mujer es marginada por su propia comunidad. ¿El delito? Ser una viuda que renuncia a encerrarse en un rol de plañidera, vestir alegre, mirar de otra forma la férrea disposición a la que obliga la norma social imperante en la Jalisco que describe. Es decir, ser mujer y no plegarse a las convenciones.
Ya con mayor conciencia acerca del mundo en el que le ha tocado vivir, el narrador cuenta también su vivencia en torno a los pormenores del feminicidio de Rocío. Es ahí donde ya asume plenamente el contexto lleno de machismo y de violencia estructural que tiene alrededor y que, de una manera más amplia, toca todo el país. En el fallecimiento de su tío volvemos a asistir a toda la crudeza de un destino que, lejos de presentarse como algo aparentemente casual, se torna en una triste cotidianidad que alcanza a cualquiera. Y cualquiera es cualquiera, pero especialmente la gente humilde que vive expuesta plenamente a una violencia atroz.
‘Todo pueblo es cicatriz’, primera novela de Ruvalcaba, es una narración de crímenes, pero también de cierta búsqueda interior en un contexto deshumanizado y en el que la vida parece haber perdido todo valor. También hay algo de investigación, de encontrar culpables, de buscar algo de justicia, aunque es tal la desesperanza que transmite y el pesimismo que pronto queda claro que la denuncia no es encontrar al o los asesinos, sino poner de relieve esa normalización de la violencia en México.
Esa sensibilidad para acercarse a los entresijos de este complejo contexto es una de las señas de identidad de las letras de Ruvalcaba, una figura emergente en la literatura mexicana contemporánea. Esta novela de la que le ofrecemos su reseña es la primera de su producción, es un punto y seguido a una biblioteca que, hasta ese momento, se nutría de libros de relatos con los que, de hecho, ya consiguió sobresalir en la escena literaria de su país. Entre los premios que ha obtenido por ello hay varios específicos de cuentos en los que se deambula entre esta realidad abrumadora y la escena costumbrista de lo que podríamos denominar la ‘México profunda’, entre la crónica literaria y la denuncia social.
