Hijos de Hansen, el peor estigma en el peor momento

Surgen, de tanto en cuanto, enfermedades ante las que la medicina no tiene respuesta. La ciencia al rescate siempre pero, entretanto, estas dolencias se suelen teñir de estigma y de marginación social. La que tenemos más reciente de este tipo los que ya empezamos a tener una cierta edad es el sida, normalizado más o menos recientemente. Pero puede que pocas situaciones sean más paradigmáticas a lo largo de la historia que la lepra, un mal que se describe desde hace siglos y que une a los estragos físicos que solían desembocar en la muerte del enfermo, un fortísimo componente de rechazo por parte de la sociedad.

Actualmente la lepra, también conocida como enfermedad de Hansen, es curable. Sin embargo, no ha sido así siempre. Pero tal vez lo que generaba tanto temor y rechazo hacia los enfermos no era tanto la mortalidad siempre acechante como el rasgo más característico del problema: la severa deformación de los que la padecen que, incluso hoy, si no se toma a tiempo, pueden provocar malformaciones muy graves.

He evitado de momento usar dos palabras que suelen ser frecuentes en la literatura sobre el asunto: monstruos y parias. Pero ambas cosas están más que presentes en el imaginario que propone ‘Hijos de Hansen’, la novela del escritor montenegrino Ognjen Spahić. Este ubica la acción en una leprosería, la última de Europa, cuya vida no es más que una lenta espera hasta el fatídico fin que espera a los internos de la colonia. Digamos que todo se desarrolla en el sur de Rumanía en 1989, en el momento más convulso de la historia reciente de este país dado que durante la historia se vive, de forma más o menos indirecta, el fin de la dictadura de hierro de Nicolae Ceaușescu.

Y en ese contexto conocemos esta instalación aislada del mundo no solo en lo geográfico sino, sobre todo, en lo estrictamente humano, dado que las vallas que rodean el recinto parecen solo útiles ante los frecuentes ataques de los perros salvajes que pululan por la zona. De no ser por estos animales, no habría otra persona que se acercara al lugar ni a exponerse a una enfermedad ante cuya visión se horrorizan y lanzan proclamas supersticiosas.

A este mundo llega el gran protagonista de la historia, un personaje que presenta la dolencia en un estado muy inicial y que, por tanto, se erige en algo así como el líder de la colonia, donde la mayor parte de los compañeros tienen a esas alturas graves secuelas.

Nuestro personaje tomará mucha confianza con su compañero de habitación, que es el otro gran nombre del libro. Se trata de un estadounidense cuya historia hasta llegar a la leprosería ya da casi para una novela por sí misma. El caso es que entre ambos se teje una relación de amistad altruista y verdadera que sobresale entre el relato sombrío y asfixiante del día a día en el lugar. Frente a la resignación, las envidias y los funestos presagios del resto, ambos se convierten en el mejor apoyo del otro a la hora de hacer frente a los episodios que se van sucediendo y que acaban colocando en sus cabezas el leit motiv de los días que les quedan: huir del lugar.

Y en pos de ese sueño comienzan a sucederse los acontecimientos dentro de la colonia, con hechos de violencia extrema que remarcan el deshaucio al que parecen sometidos y que pondrán en peligro la expedición de los protagonistas. En paralelo, y a poca distancia de allí, la Rumanía que vive en plena ebullición la revolución con la que dejó atrás décadas de terror. El descontrol, el caos, la misma vida ante la que ellos han permanecido ajenos y que, de un modo u otro, resulta accesoria en su situación porque ellos (la novela no deja de dar vueltas a esa idea) están fuera del mundo, muertos en vida y exentos de la realidad más tangible que afecta al resto de la población. Casi casi como metáfora de la política de aquel tiempo y de aquel lugar.

Hijos de Hansen (Hansenova djeca) es la obra más conocida de Ognjen Spahić (Podgorica, 1977), a quien la editorial que publica la novela, armaenia, presenta como “correponsal de cultura del periódico independitne Vijesti”. Esta misma biografía indica que tiene dos colecciones de relatos: Sve to (Todo eso), en 2001 y Zimska potraga (Búsqueda de invierno), en 2007. Pero estas páginas sobre la leprosería rumana le ha otorgado un moderado éxito porque ha ganado varios premios locales e incluso el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2014.

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