Vacilación, de Anthony Burgess. Cosas de espías

No es el de espías un género al que haya prestado nunca demasiada atención, al menos no como tema de fondo per se, por lo que encontrarme ante una obra en la que la trama principal versa sobre ello me generaba una mezcla de curiosidad y expectativas. Vacilación (Anthony Burgess, 1965) narra las aventuras y desventuras del agente del MI6 Denis Hiller durante la que será su última misión como parte de la agencia de inteligencia británica antes de jubilarse. En España lo publica la editorial Acantilado.

Hiller es conminado a que vaya en busca y captura de un prestigioso científico que fue compañero suyo de la infancia pero que ha apostatado de Inglaterra y se ha hecho un nombre en el bando soviético. Digamos en este punto que la historia se desarrolla en plena Guerra Fría, un contexto fértil para intrigas y espionajes al más alto nivel bastante exuberante en el que nada será lo que parece, con el futuro de la paz mundial como trasfondo.

Tanto más en las páginas de una novela en la que el autor de La naranja mecánica nos presenta a Hiller como un espía un tanto peculiar. Con indudables dotes profesionales, sin duda; con golpes de suerte inesperados, también; pero con un aura como de torpeza que remite ineludiblemente a otros antihéroes de este tipo que hemos visto en el género anteriormente. Y es que a veces este protagonista se ve enredado de la manera más inverosímil en entuertos que, a poco que hubiera estado con la guardia más alta, podría haberse evitado.

Que tal cosa suceda por torpeza, desgana o motivación no es siempre tan evidente como las propias pulsiones del personaje, que la más de las veces tienen que ver con sus devaneos con las faldas. El sexo se convierte, pues, en un motor que hace girar el engranaje de algunas de sus acciones. No me malinterpreten: no es una novela erótica ni se le acerca. De hecho se juega mucho con el lenguaje para citar a los lectores con mejor capacidad de entendimiento pero sí que es un elemento que, a modo de obsesión, tal vez, acaba guiando de alguna manera los pasos de nuestro protagonista.

Los personajes femeninos, el cómo están construidos, de todas formas, delata tanto la época de la que se hace eco como seguramente el momento en el que está escrita la novela. Porque si hay otra cosa que destila todo es testosterona tanto de Hiller como del resto de ‘rivales’ que se va encontrando, sean de un bando, de otro o incluso ‘neutrales’, esto es, mercenarios que se mueven por dinero.

Todo este elenco configura una trama cuya lectura es ágil e inmersiva, muy peliculera (¿habrá alguna película del libro, me pregunto?) y que más allá de que pueda parecer muy superficial en algunos pasajes, también retrata de forma exhaustiva las interioridades de un biotipo como Hiller que, llegado a la edad de jubilación, tiene que lidiar con su soledad, su mente activa y las vicisitudes de una vida laboral bastante comprometida. Con pinceladas de humor y brochazos de amargura, Vacilación remite igualmente a ese espacio tan íntimamente humano que son los grises que nos guían y que subyacen en un mundo como aquel que describe en el que todo parece pintado en blanco y negro.

Anthony Burgess (Manchester, 1917-Londres, 1996), el autor de Vacilación (o Tremor of Intent: An Eschatological Spy Novel, en su título original en inglés), realmente ha pasado a la historia por la elaboración de ‘La naranja mecánica’, un título de 1962 cuya posterior adaptación al cine está considerada como una de las películas de culto del siglo XX. No obstante, su obra es muy prolífica y, como comprobamos aquí de la mano de Denis Hiller, sorprendente.

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