La de Pilar Aymerich (Barcelona, 1943) ha sido una de las propuestas que el Círculo de Bellas Artes (CBA) de Madrid mantenía en cartel durante estos primeros días de 2024. Ya con la exposición en la memoria, toca hacer balance de lo que ha sido una muestra que constituye un hito, dado que es la primera retrospectiva que se puede contemplar de la fotógrafa catalana. Un excelente compendio autoexplicativo de sus temas más recurrentes, de su estilo y de su vis social que abarcan buena parte de la historia reciente de España y que justifican, de manera visual, su rol de referencia en el panorama nacional de la fotografía.

De hecho, fue galardonada en 2021 con el Premio Nacional de Fotografía, que suma a otros nacionales e internacionales que, indudablemente, sirven igualmente para ensalzar la narratividad de sus obras. su defensa del feminismo y del papel de la mujer, y su oportuno posicionamiento en los episodios que le tocó cubrir.
La sala Picasso del Círculo, pues, nos dejó una excelente selección en las que, a través de unas 150 imágenes, se establecía una línea argumental de la institución, basada en mostrar lo mejor de los grandes protagonistas de este arte. En el caso de Aymerich, la muestra fue relevante por lo que tiene de presentación igualmente para el gran público. Saber de sus orígenes, allá por los primeros años 70 del pasado siglo, cuando el teatro se convierte en un compañero de vida en torno al cual vuelve (y fotografía, claro) una y otra vez, es solo el comienzo.

También se nos cuenta cómo un viaje a Londres comienza a activar en ella la pasión por la imagen y por las cámaras. Tanta viveza, tanta efervescencia en la capital británica enciende la mecha para convertirse en una retratista de la realidad con la que se encuentra, bien de forma casual, bien a sabiendas, aunque esto, tal vez, ella aún no lo sabía.
Y es que hay algo que ya comenzó por aquel entonces, esa adhesión al deseo confeso de “buscar historias”, algo que a su vuelta de Reino Unido comienza haciendo en quienes tiene más o menos cerca: actores del teatro o incluso amigas, como esa transexual llamada Katy que le ofreció la posibilidad de desarrollar la querencia por “contar historias en imágenes y Katy me ofrecía una historia no habitual, que tardé muchos años en poder publicar”.

Eran otros tiempos. Por eso, ya en un plano más próximo al del fotoperiodismo, tuvo la ocasión de acompañar con su cámara todo tipo de manifestaciones que tomaron las calles tras la muerte de Franco. Huelgas, protestas sindicales, el fervor político o independentista o incluso reivindicaciones sociales de todo tipo son el caldo de cultivo para algunas de sus tomas más icónicas como las que tomó en la marcha de 1976 en favor de la despenalización del adulterio.
Algo hemos cambiado de entonces ahora, al menos. Pero aquel machismo atroz de entonces aún debe sacarle los colores a la sociedad al verlo retratado. Es verdaderamente impactante la foto en la manifestación de repulsa al asesinato y la violación de una mujer en Sabadell (1977) en la que este asunto se topa como fondo con un cine que anuncia una película de aquellas en las que el ‘destape’ era su principal reclamo.

Al margen de este tipo de fotografía, Aymerich también se ha hecho un nombre gracias a sus fotorreportajes, entre las que la exposición, titulada por cierto Memoria vívida, ensalzaba varias: la de los supervivientes de campos de concentración nazis; la denominada ‘Viajeras a La Habana’, una serie de imágenes acompañadas de texto; o la vida de unas reclusas en una prisión femenina, por citar algunos ejemplos.

Por supuesto, en su carrera también hay un espacio muy importante para el retrato. Es un ámbito en el, que como ella misma explica a El Cultural, «es primordial la escenografía. Cuando sitúas a un personaje en un sitio determinado normalmente siempre tiene que ver con la persona ya sea en un sitio real o figurado». Eso se contempla en una excelente serie que pudo verse en la exposición pero que también marca un contraste muy acusado con el último trabajo que pudimos ver en la sala Picasso del CBA, ‘Las brujas’, en las que los retratos abandonan todo artificio y se ofrecen con plena crudeza: fondos neutros, blancos, y primer plano de mujeres -las que considera las brujas que se cazarían hoy en día- sin ropa y mirando con angustia al objetivo. Un rasgo de evolución y de mensaje.
Un extra: capítulo de ‘Detrás del instante, de RTVE, sobre Pilar Aymerich.
