The Leftovers: el libro de Tom Perrotta

Tras el repaso extenso, pero no siempre completo, a los pormenores de la serie, he ‘independizado’ la mención al libro por aquello de hacer los artículos algo más legibles y darle también a esta obra la importancia que merece. Empecemos por recordar los datos básicos: se trata de una novela escrita por el estadounidense Tom Perrotta (Newark, 1961), un personaje en cuya bibliografía se congregan varios bestsellers como el que nos ocupa (de 2011) o el que se señala como el más conocido de entre los demás, Juego de niños (2004), también versionado para el cine.

Difícilmente se puede elucubrar sobre el vuelo que hubiera tenido The Leftovers de no mediar la HBO de por medio. Y es que, como suele suceder en muchos casos de traslación libro-serie, en sus páginas se encuentra una base muy limitada para aquella, dado que solo cubre lo que sería la primera temporada de la producción. Adicionalmente podríamos decir que pasa un poco lo de siempre en estos casos, que hay diferencias entre lo que uno lee y lo que uno ve en la pantalla pero, siendo justos, la verdad es que tampoco estas divergencias van muy allá ni son especialmente relevantes. [AQUÍ PUEDE ACCEDER A LA RESEÑA DE LA SERIE]

Para quien pueda no saber de qué va la cosa o no haya leído nuestro artículo previo sobre la historia, el argumento: un infausto 14 de octubre desaparece del planeta el 2% de la población. ‘Desaparecer’ es literal: se evaporan sin dejar rastro, sin motivo, sin patrón, independientemente de sexo, religión o raza o de lo que estuvieran haciendo en ese momento. Si lo piensan, el punto de partida es fantástico, pero también inquietante y aterrador: personas que han partido y que, en honor al título del libro, nos dejan detrás.

Las páginas de Perrotta se ubican en el tercer aniversario del episodio, colocándonos en la vida diaria de un pueblo, Mapleton, en el que abunda la gente rota y desnortada por el misterio de lo ocurrido, como se supone que pasa en el resto del planeta. También han surgido cultos, sectas, grupos de muy diversa índole y santurrones con mejores o peores argumentos que filosofan a su manera en torno a lo ocurrido. Estos ingredientes son los que se ponen sobre la mesa para desarrollar la historia.

En líneas generales todo se ajusta más o menos a lo que sabíamos al ver la primera temporada de la serie. Los cambios son más bien estéticos: por ejemplo, Kevin aquí no es el jefe de policía local sino el alcalde; Nora es una mujer morena con rasgos “mediterráneos”, y así.

La línea argumental, no obstante, es similar. La gran diferencia, a mi entender, es el mayor peso que se le da en la novela al Remanente Culpable, la principal secta surgida a raíz de la Marcha Repentina. De cara al exterior, y tal como se les presenta en la serie, son un grupo que se caracteriza por ir siempre vestidos de blanco, fumando sin freno y con un severo voto de silencio. Tienen por costumbre seguir a la gente del pueblo de forma pasiva, mirarles fijamente y no reaccionar de ninguna manera ante nada. Se trata de incomodar lo máximo posible a los demás para que no olviden lo sucedido.

En la serie tendrán su papel, especialmente su líder, que es uno de esos personajes memorables que abundan en la producción audiovisual; si bien en el libro Pati Levin tiene un peso residual. A cambio, en el original de Perrotta se le confiere mayor importancia a la filosofía del Remanente Culpable y se ahonda más en sus motivaciones, su organización y sus metas, principalmente a  través de los ojos y pensamientos de Laurie, la mujer de Kevin que, como en la serie, desempeña aquí el mismo papel y presenta más o menos las mismas dudas y debilidades.

Relacionado con el día a día de la secta se aborda una trama que no aparece en la serie: el asesinato de los miembros. Mientras en la película el odio de la comunidad desembocará en unos violentos tumultos al final de la primera temporada, nada de eso se lee en las páginas: aquí el misterio de las muertes de esta gente de blanco parece responder a un plan bastante más enrevesado y que ofrece una línea argumental sorprendente y que si uno viene de la televisión, no ve venir del todo, más aún si Laurie y Meg se colocan en el eje de la misma.

Como sucede con Pati, Meg es otro de los personajes que difieren más entre ambas versiones. En ambas es una novata que va ganando en confianza pero el desarrollo y la importancia que tendrá es radicalmente opuesto.

Meg es uno de los personajes que más difiere entre versiones pero al menos está: otros directamente no existen respecto a lo visto en la serie

Pero Meg, seguramente, aún puede dar gracias porque la serie saca de foco a algunos personajes que no vemos aquí, como el hermano de Nora, Matt, que, siendo uno de los más recurridos en la pantalla, aquí directamente no existe. A cambio, la protagonista sí tiene una hermana pero que ejerce el papel… de hermana, ni más ni menos.

Pero más allá de las diferencias y tomando en consideración que la historia se interrumpe antes de lo que vemos, lo que une principalmente al libro con la serie es el factor humano, el abandonar cualquier tentación de ir por la vía de la ciencia-ficción o el misterio para situarse en una posición de resignado estoicismo. Ha pasado lo que ha pasado y la atención se centra en el cómo las personas viven en esta nueva realidad.

En este sentido, otra de las cosas en común es la historia entre Kevin y Nora. La intimidad de la lectura nos ofrece un campo para recorrer los recovecos del dolor que persiguen a la mujer y que explican sus cambios de tono, sus comportamientos y la derrota preventiva que adjudica a la relación con el alcalde. En la serie también el trabajo de la actriz Carrie Coon es más que creíble pero da la impresión de que en las páginas del libro se le concede mucho menos luz al futuro en común que en aquella, y eso que…

Lo que une principalmente al libro con la serie es el factor humano, el abandonar cualquier tentación de ir por la vía de la ciencia-ficción o el misterio para situarse en una posición de resignado estoicismo

El Kevin que leemos, de paso, tampoco tiene algunos rasgos que marcan su vida en el Kevin que vemos. Ni rastro de esa incipiente locura que en la serie va in crescendo. Aquí su carácter oscila entre la pose del alcalde que debe dar imagen o la sensibilidad que aflora cada vez que algo en relación a su familia le toca la fibra, sea la hija adolescente, la mujer que se fue a la secta o el hijo que, como ocurre en HBO, también ha vivido lo suyo al amparo de un santurrón que luego se destapa como un pederasta. Kevin no pierde a nadie en la Marcha Repentina pero su contexto, desde luego, no es muy sano que digamos.

El gran spoiler de The Leftovers sería descubrir qué pasó y eso no ocurre en ningún momento. La serie juguetea más con esa idea, especialmente en la tercera temporada, en la que Nora afronta un proceso que la aproxima a lo más cercano a una explicación científica, pero realmente la historia que se pone sobre la mesa no va realmente sobre darse explicaciones sino sobre las reacciones de las personas que se quedan esa humanidad, a veces exagerada pero siempre tan entendible que remite a una introspección sucinta y, casi siempre, dolorosa y punzante. Y eso, ni más ni menos, es lo que leemos.

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